¿Hay solución a la crisis?

Todo parece indicar que la baja en el precio del petróleo está suficientemente documentada,  aun cuando se intente ocultar el precio diario de la cotización respectiva, para evitar que cunda el pánico. También está suficientemente claro que eso afecta en forma sustantiva a la economía venezolana -y la afectará más fuertemente todavía durante el año 2015-, aun cuando se haga también todo lo posible para ocultar, tanto como se pueda, el tamaño de la crisis.  El problema que vale la pena discutir es, qué alternativas tiene el régimen para enfrentar el problema que se le viene encima.

Una alternativa, nada teórica, sino con crecientes visos de realismo, es recortar – hasta los límites compatibles con  el dolor y la amistad- los envíos petroleros a Cuba en particular y a Petrocaribe en general. Si se recortan  los envíos en un 20% o en un 30%, eso permitiría que PDVSA se quede con mayor petróleo en sus manos, el cual puede ser vendido en el mercado internacional en condiciones que proporcionen mayor liquidez a las arcas venezolanas. No se trata, obviamente, de que los países de Petrocaribe no paguen, sino que se les vende una parte importante a crédito, que terminan pagando al cabo de varios años. Y el problema de Venezuela es hoy. De todos modos, los países de Petrocaribe no sufrirían mucho con esta medida, pues al precio actual del petróleo, terminarán de todos modos  ahorrando en su factura petrolera, aun cuando tengan que comprar un  mayor volumen al contado a otros proveedores.

También con China se puede  estudiar –si no se ha estudiado ya-  enviarle menos petróleo.  Como el petróleo que se le envía a China es básicamente para pagar deudas, si se les envía menos, se corren para adelante los pagos correspondientes. Se corre la arruga. Se renegocia la deuda. Y también eso significaría que Venezuela se queda con  más petróleo en sus manos, que puede ser vendido al contado, o a algo parecido, en el mercado internacional. 

La otra medida que se menciona es, la posibilidad de titularizar la deuda acumulada con todos o con varios de los países de Petrocaribe. En buen romance, eso significa que los papeles que acreditan  esa deuda se venden, con un buen descuento obviamente, en el mercado financiero internacional. Venezuela recibe en el presente dinero contante y sonante –cambia activos no líquidos por activos líquidos – y los países deudores siguen pagando en los términos originalmente pactados. Los que ganan son los especuladores financieros, que compran la deuda, y Venezuela, que soluciona, con costos no pequeños, parte de sus dificultades actuales de caja.

La otra alternativa, que no termina de desdibujarse, es la venta de las refinerías y las estaciones de servicio de Citgo en Estados Unidos. Una venta de esos activos podría proporcionar  más de 10 mil millones de dólares –incluso el doble según algunos optimistas– lo cual permitiría  aliviar bastante los dolores actuales de Venezuela.

Finalmente, siempre está la posibilidad de endeudarse. Pero, según informó recientemente el Presidente Maduro, a Venezuela le están cobrando un 35% de descuento en operaciones de esa naturaleza. Es decir, que le dan 65 pero queda endeudado en 100. Un negocio muy lucrativo, pero al mismo tiempo muy riesgoso, para los especuladores financieros internacionales, que tan desacreditados están últimamente, pero con los cuales todos terminan entendiéndose cuando las cosas se ponen difíciles.

Con alguna o con varias de estas alternativas, más el uso de algunos fondos estatales que están en el exterior -y no en el Banco Central de Venezuela– y que podrían ser utilizados,  se podría pasar el año 2015 –que es año  electoral– y después vemos cómo se dan las cosas. Nada de ello soluciona los problemas de fondo, pero la fiesta podría seguir durante un año más, antes que la música se apague.  

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