Homofobia en el trabajo

Justamente, uno de ellos es lo relacionado con el homosexualismo. Al respecto, Mauricio Guerrero, comenta que de acuerdo con Saúl Cardoso, activista de Acción Humana por la Comunidad, un grupo de apoyo para homosexuales, la discriminación laboral significa acosos, burlas y presiones para que una persona abandone su trabajo. Sin embargo, ésta también puede ser más sutil. Los compañeros y superiores pueden no hostigar a alguien, pero puede que sí obstaculicen su trabajo, no aumenten su sueldo o no lo promuevan, aun cuando tengan los méritos. El efecto que causa este tipo de esquema discriminatorio en los homosexuales, en general, resulta muy significativo.

De acuerdo con un análisis avalado por la American Civil Liberties Union y realizado por investigadores de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, los hombres homosexuales ganan entre 11 y 27% menos que los heterosexuales, y las lesbianas entre 5 y 14% menos. En México no existen estudios similares.

Ese ambiente adverso, no sólo afecta al sujeto –que por ello, probablemente, disminuirá su rendimiento y su ritmo de trabajo-, sino a toda la organización, cuyo funcionamiento en equipo resulta lesionado.

Robert Pettirossi, jefe de personal de AT&T en Estados Unidos, señaló en una junta corporativa, que la tolerancia hacia la diversidad de orientación sexual, es “una cuestión de productividad. Si la gente desvía parte de su energía para esconder lo que es, preocupada por lo que otras personas puedan decir, se está distrayendo y alejando de su trabajo.”

Aunque buena parte de los homosexuales logran sortear la discriminación laboral, mediante el ocultamiento de su condición, los despidos injustificados ocurren cuando sale a la luz su orientación o, simplemente, cuando se sacan conclusiones a partir de su manera de comportarse o vestirse.

Y dentro de las personas con orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, existen grupos más vulnerables que otros: Aquellos homosexuales que actúan como personas del sexo opuesto: hombres muy feminizados y mujeres masculinizadas; además de los transexuales o transgenéricos, grupos que están virtualmente condenados al subempleo.

Por esa presión social que no los puede integrar a un empleo formal corporativo, muchos homosexuales deben tener mayor capacidad para emprender negocios propios. Diseñadores de moda, artesanos, estilistas, bailarines y artistas de todo género, son algunas de las actividades en las que se “tolera” a los homosexuales, transexuales y transgenéricos.

Por otra parte, Vélez-Pelligrini, analiza la situación real de la discriminación laboral que aqueja a los homosexuales, a partir de una revisión histórica del fenómeno tanto a nivel pragmático, como de la construcción del imaginario de lo masculino, en los diversos ámbitos de la vida cotidiana.

Comenta, que El Vaticano promulgó, en el mes de diciembre, un documento que prohíbe a los homosexuales el ejercicio del sacerdocio, viniendo así a añadir unas cuantas páginas a la larga antología de despropósitos que esta nueva Iglesia pre-conciliar o mejor dicho, contra-conciliar, ha ido predicando desde el advenimiento de la Era Woytila. La Santa Sede es libre de ejercer su poder en el ámbito que le corresponde y los individuos, (en especial los creyentes), de asumir sus dictados. Lo preocupante del asunto, ya no es el que el mencionado documento formalice una condena moral de un determinado tipo de vida y elección sexual, sino que opere simultáneamente, un mecanismo de descalificación, estigmatización y exclusión social de un colectivo, incluidos los miembros de éste que reivindican su pertenencia a la Iglesia. En suma, que decrete la disfuncionalidad social de un ciudadano, (que es eso precisamente, lo que tampoco deja de ser un sacerdote), sólo por su orientación sexual. Son de imaginar las graves consecuencias del documento, si la sociedad en la que vivimos hubiese pertenecido a otras épocas, caracterizadas por un mayor dominio de la Iglesia y peso de su influencia política, social y cultural.

Afortunadamente la situación ya no es así y la sociedad de nuestro tiempo ha acogido el documento como lo ha hecho: con más o menos indiferencia. Como ha subrayado el politólogo, Kerman Calvo, (autor por otra parte de una importante investigación sobre la evolución del movimiento gay en España), existe, por ejemplo, una posición mayoritariamente contraria a la restricción de los derechos civiles de los gays y de las lesbianas, y son ya minoría los que consideran que la homosexualidad pueda ser un pretexto de discriminación, para el acceso a la función pública, al ejército o la enseñanza. Si bien una cosa son los posicionamientos políticos, (que reflejan un talante liberal), y otra las prácticas sociales, (que distan mucho de ser las idóneas). Pese a los avances, los gays y las lesbianas siguen padeciendo sendas y notorias discriminaciones, en muchos ámbitos de la vida colectiva que, si ya no obedecen a motivaciones religiosas o a argumentaciones médico-psiquiátricas, como ocurría en el pasado, si continúan bebiendo de ciertas representaciones culturales y simbólicas sobre la identidad sexual y la identidad de género y los respectivos roles sociales vinculados a éstas. El ámbito laboral es un ejemplo elocuente.

Al igual que cualquier otro colectivo, los gays albergan en su seno acentuadas diferencias de estatuto socio-profesional y contrastes de rentas salariales, que condicionan sus respectivas capacidades de reacción y autodefensa, frente a las discriminaciones homófobas en el mercado laboral y en la vida cotidiana en general. Por otra parte, hay que hacer notar que, a diferencia del acoso moral o sexual o de la discriminación por motivos de género, las discriminaciones por razones de orientación sexual, no gozan de constitucionalización, ni figuran en el Estatuto de los Trabajadores, ni son objeto de una mención implícita y precisa en el actual Código Penal. Eso explica que los actos de afirmación de la diferencia y la tolerancia hacia las minorías sexuales, que imperan en determinados círculos profesionales adscritos a categorías sociales muy «ilustradas», choquen con la realidad de otros ámbitos laborales como, por ejemplo, el de la industria en el que el tema parece complicarse para muchos gays, que desempeñan su actividad profesional en dicho sector.

Ante esta realidad, Guerrero, nos agrega que se debe eliminar cualquier rastro de discriminación y homofobia dentro de la compañía. Mejorar las relaciones entre todos los empleados, en un ambiente de tolerancia hacia la diversidad. Promover una cultura inclusiva a través de la educación y capacitación.
Otorgar apoyo a personas con orientación no heterosexual, a través del trabajo y actividades sociales. Reconocer y comunicar los logros de personal no heterosexual dentro de la compañía. Alentar la capacidad de los empleados para contribuir a las metas corporativas y evitar su aislamiento. Crear un ambiente seguro y agradable de trabajo, que valore y aplique las características únicas que tiene cada uno de sus empleados. Promover la productividad, alentado las habilidades de los empleados para que se desempeñen a su máximo potencial y participen en todos los aspectos de la vida corporativa.

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