Importancia, alcance, relevancia de la psicología transpersonal en función del ser

Para todo aquel plenamente identificado con la importancia de saber aprovechar la vida, ese tiempo de permanencia que se nos da para permanecer en esta dimensión, no puede ignorar lo que la psicología tranpersonal le aporta, tanto para su crecimiento personal, como espiritual.

Se nos recuerda, que la Psicología Transpersonal, consiste en el estudio psicológico de las experiencias transpersonales y sus correlatos, entendiendo estas experiencias, como aquellas en las que la sensación de identidad, – el self – se extiende más allá (trans) de la persona, abarcando aspectos de la humanidad, la vida, el psiquismo y el cosmos, que antes eran experimentados como ajenos. Además, se puede señalar que las experiencias transpersonales, suelen ir acompañadas de cambios psicológicos dramáticos, duraderos y beneficiosos, ya que estas experiencias, pueden proporcionar una sensación de sentido y objetivo a nuestra vida, pueden ayudarnos a superar crisis existenciales y despertar en nosotros una preocupación compasiva por la humanidad y el planeta. También evidencian la existencia de un amplio abanico de posibilidades humanas y nos sugieren que ciertas emociones, motivaciones, capacidades cognitivas y estados de conciencia pueden ser cultivados y refinados hasta grados mucho más elevados de lo ahora considerado normal. (Wilber, 1994).

Por otra parte, el foco central de la psicología transpersonal, es el estudio de la conciencia y los estados no ordinarios de conciencia, que si bien es un fenómeno difícil de expresar o definir con exactitud a través de las palabras, ya que involucra una experiencia que va más allá de las categorías verbales y frecuentemente de las vivencias cotidianas, ésta se refiere a un modo de funcionamiento consiente, que trasciende los límites de identidad individuales y/o del espacio y el tiempo, por lo tanto, la naturaleza última de la conciencia, es intangible e inconcebible, se trata de un aspecto del Absoluto, no es personal ni mental, sino más bien transpersonal y transmental (Goldmann, 1994).

Nos aporta sobre el tema www.mailxmail.com avanzada/, que en la Psicología Transpersonal, se utilizan distintas herramientas para autoobservarse y llegar a establecer un buen vínculo con aquello que se es. En términos de Jung (pionero de la Psicología del Espíritu), podemos decir, que se busca estimular el proceso de individuación, que implica desplegar lo más profundo de sí, para que se manifieste en todo su potencial. Esto implica llegar a ser un individuo: alguien que no está dividido. En el lenguaje coloquial, también hacemos alusión a esta cualidad: respecto de alguien excepcional, decimos que se trata de una persona íntegra, o de una sola pieza.

Tal como lo señala la Filosofía Perenne, reuniendo las sabidurías de distintos tiempos y culturas de la humanidad, somos esencia y personalidad. Nuestra esencia es aquello que éramos aún antes de nacer, nuestro self, el verdadero Sí Mismo. Nuestra personalidad, en cambio, se adquiere en el roce con la vida: es, básicamente, condicionamiento, como la programación de una máquina, que rara vez responde al impulso de aquella naturaleza esencial. Como dice Ken Wilber, se produce la represión del Atman: eso Sagrado que nos anima, que es una porción de la Vida, queda subyugado a la prisión de una personalidad, que no le permite expresarse.

Esta fricción interna, es causa de mucho dolor psicológico, derivado de la sensación de no ser fiel al Sí Mismo, de estar traicionando lo que nuestro ser necesita expresar; otros tres aspectos en los que solemos estar divididos, son nuestros tres pisos básicos (intelecto, emoción y cuerpo) dado que, con frecuencia, pensamos distinto de cómo sentimos, y actuamos también en contradicción con ello, nuestras distintas subpersonalidades están entre las escisiones internas más evidentes, puesto que la personalidad humana está dividida en distintos yoes, muy diferentes entre sí, cada uno con su necesidad, con su impulso, con su dificultad: dentro de nosotros conviven partes niñas y adultas, partes egoístas y generosas; partes agresivas y compasivas… Es como una multitud de personajes psicológicos, que muchas veces acaparan el escenario de nuestra vida, sin el consentimiento de nuestra real naturaleza; también como seres humanos, estamos llamados a integrar dentro nuestro, los aspectos del sexo opuesto que anidan en lo íntimo de toda estructura psíquica: lo femenino en el varón, lo masculino en la mujer. En los vínculos de afecto tendemos a proyectar estos arquetipos internos, tratando de integrar nuestro opuesto a través de las relaciones de pareja. Sin embargo, esta integración, para que sea plena, debería ser sobre todo intrapsíquica, no sólo externa. Si interiormente estamos peleados con nuestras propias partes masculinas, (o femeninas), difícil será que los vínculos extrapsíquicos sean armónicos y satisfactorios. Tener dentro de sí estas partes en pugna acarrean sensación de incompletud y dificultades relacionales marcadamente detectables, un conflicto interno universal, es el que se establece entre nuestra persona y nuestra sombra, esas dos caras de nuestra identidad psíquica. Ambos términos nacen también de la Psicología Junguiana, haciendo alusión a una escisión fundamental.

La persona es la máscara social, aquellos de nuestros aspectos que están a la vista, tanto para nosotros mismos, como para los demás. La sombra (inconsciente freudiano), en cambio, es el conjunto de rasgos psicológicos reprimidos, que no están a la vista; aquéllas partes de sí que rechazamos, que nos avergüenzan y que, por ende, ocultamos tanto para con los demás, como ante la propia apercepción. Hacer conscientes los aspectos sombríos, es un trabajo transformador y profundo, que posibilita ir teniendo mayor contacto con la realidad interna y externa, sin engañarnos con nuestras proyecciones y trampas psicológicas. Esta lista podría seguir (lo consciente y lo inconsciente, lo personal, prepersonal y transpersonal, la razón y la intuición, etc.)

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