Importancia del ejercicio físico en el mundo laboral

Dr. Manuel Gómez López / M. José Cara Sánchez / Encarnación Cara Sánchez

Actualmente, la inactividad física –la cual es debida principalmente al estilo de vida sedentario- provoca que un gran número de personas (por encima del 60% de la población) de todas las edades, hombres y mujeres, tenga un bajo estado de salud, capacidad funcional y de independencia, suponiendo un enorme gasto económico en la salud de la población mundial (Berger, 1996; Benaziza, 1998), de manera que constituye uno de los principales problemas sanitarios del mundo (World Health Organization, 2000; Morgan, 2001; Varo et al., 2003).
Para la WHO, (World Health Organization), la inactividad física es un serio problema en todo el mundo y representa un desafío para la salud pública a causa de las enfermedades innecesarias y muertes prematuras que produce. Según esta organización (WHO, 2002) el estilo de vida sedentario es una de las diez causas principales de mortalidad y discapacidad en el mundo. Debido a este crecimiento desmesurado del sedentarismo y el consiguiente aumento paralelo de la morbilidad y mortalidad, asociada y sus correspondientes costos socioeconómicos, los institutos nacionales de salud de numerosos países consideran en la actualidad, que una de las prioridades de los planes nacionales de salud debe ser, luchar contra esta inactividad (WHO, 2002 y Jacoby et al., 2003).
Los resultados de encuestas a nivel mundial sobre salud, muestran que el sesenta por ciento de la población mundial no es lo suficientemente activa físicamente, como para percibir beneficios de salud derivados de su práctica, calculándose además que dos millones de muertes cada año son atribuidas al sedentarismo (WHO, 2002).
La práctica regular de actividad físico-deportiva se muestra como alternativa para el establecimiento de comportamientos saludables y un estilo de vida activo, así como para la prevención o rehabilitación de patologías concretas, además de haberse constituido como una sólida opción de ocio para la ocupación del tiempo libre. Como indica Piéron (2004, p. 15), “el concepto de un estilo de vida saludable ha crecido en importancia durante la última década. Se une actualmente la calidad de vida y el estado de salud”. En esta línea, García Ferrando (2001), señala que el deporte como actividad física es interpretado por la mayoría de la población española como una práctica para mantener el estado físico y la salud, como una forma de mantener y establecer relaciones sociales, como una válvula de escape y, en menor medida, como una manera de entrenamiento y aventura personal.
El informe del ‘Surgeon General’ de Estados Unidos, recoge la recomendación de que un adulto debería dedicar al menos treinta minutos a una actividad física de intensidad moderada durante la mayoría de los días de la semana. Con el fin de conocer las intensidades de las distintas actividades que se pueden realizar, este organismo, elaboró una clasificación donde se exponen las actividades de intensidad moderada y las de intensidad vigorosa, las cuales se sitúan por encima de los 6 METs o más de 7 Kcal/min, dicha clasificación se denominó General Physical Activities Defined by Level of Intensity (U.S. Department of Health and Human Services, 1999).
Centrándonos, a continuación, en los beneficios de una práctica física regular, y más concretamente en el plano biomédico o fisiológico, la actividad física crea una serie de hábitos y actitudes que resultan en la mayoría de los casos aconsejables, reduciendo así riesgos y síntomas de enfermedades coronarias o cardiovasculares, como el infarto de miocardio (Hendry, 1995; Shephard, 1995), cáncer, como el de colon, obesidad, hipertensión (Corbin y Pangrazi, 1996), hipocolesterolemia o debilidad muscular y muerte precoz.
En cuanto a los beneficios fisiológicos, podemos resaltar el control del peso corporal, afectando favorablemente a la distribución del tejido graso, disminución del riesgo de aparición de diabetes no insulino-dependiente en vías de desarrollo o el claro reporte a personas con artritis y osteoporosis, evitando, gracias al desarrollo de la fuerza en los miembros inferiores, caídas en personas de tercera edad (Christine y Franks, 2001).
Otros efectos relacionados con la salud derivados de la práctica frecuente de actividad física incluyen, entre otros, el aumento de la resistencia, índices más bajos de frecuencia cardiaca y de presión arterial, aumento de la densidad ósea, mejor capacidad respiratoria (Ramos-Jalasco, 1998), disminución de la ingesta de tabaco y bebidas alcohólicas (Sánchez Barrera et al., 2003c), satisfacción sexual y disminución de la cefalalgia (De Vargas, 1995, citado por Delgado y Latiesa, 2003). Igualmente, también hay que resaltar que se ha comprobado una mejora de la respuesta de reacción en la persona (Oña et al. 2003) y la presentación de un menor componente endomórfico, traduciéndose en un nivel de grasa relativa menor y mayor sustancia muscular (Bing-Biehl y Biehl da Silva, 1991).
En el plano psicológico y del bienestar personal, entre los beneficios que encontramos se incluyen: la reducción de la ansiedad, depresión leve y reducción del estrés (Biddle, 1993), mejora del estado de ánimo, de la autoestima y del autoconcepto (Biddle, 1993; Blasco, 1994; Berger, 1996; Pastor y Balaguer, 2001), sensación de competencia y mejora del autocontrol, disminución de la cólera, de fobias, de conductas psicóticas, de tensiones emocionales (Biddle, 1993; Delgado y Latiesa, 2003) y más elevada calidad de vida (Berger, 1996; Gutiérrez, 2000). Naturalmente, los beneficios psicológicos del ejercicio son aún más destacados en poblaciones especiales, tales como las personas clínicamente depresivas o ansiosas, quienes padecen enfermedades coronarias, los mayores de edad y los pacientes de ciertas enfermedades específicas (Gutiérrez, 2000), aunque existen otras investigaciones como la realizada por Dishman (1995) en Estados Unidos y Canadá que muestra que un aumento de actividad aeróbica, no es suficiente para reducir la depresión clínica y los estados de ansiedad, y que aún hoy día está por demostrar el papel primario y secundario del ejercicio físico en la prevención de la ansiedad y la depresión.
Una vez justificada la importancia que tiene la adquisición de un hábito de vida activo para la salud de la persona y centrándonos en el mundo laboral, cabe destacar que el gasto generado por lesiones ocasionadas por accidentes de trabajo, en términos de asistencia sanitaria, prestación económica y gastos de administración ascendió a más de 4.357 millones de euros en el año 2000 (Dirección General de Ordenación Económica de la Seguridad Social, 2002), siendo la incidencia de este tipo de lesiones en España, una de las más elevadas de Europa.
Entre las diversas causas que originan lesiones por accidentes de trabajo, hay que resaltar los riesgos ligados al puesto de trabajo y al trabajador (Veazie y cols., 1994; Salminen y cols., 2003), ya que la competitividad empresarial actual está basada en un trabajo industrializado, mecanizado y automatizado, que provoca situaciones estresantes para la calidad de vida y salud del trabajador.
A partir de los resultados de diversos estudios realizados en España, se ha concluido en que la incidencia de lesiones por accidentes de trabajo es tres veces superior en hombres que en mujeres (Benavides y cols., 2004) y que los trabajadores con contrato temporal tienen más riesgo de sufrir este tipo de lesiones que los que poseen contrato indefinido (Castejón, 1992).
En Estados Unidos, el informe ‘la actividad física en adultos: Estados Unidos, 2000’, revela que menos del veinte por ciento de todos los adultos poseen un alto nivel de actividad física, tanto durante las tareas cotidianas habituales como en horas de ocio. Igualmente, también se concluyó que los hombres tienen mayor nivel de actividad física, en general, que las mujeres, reduciéndose paulatinamente conforme avanza la edad. El informe también deja ver que, mientras más activa es una persona en sus tareas cotidianas habituales, mayores son las probabilidades de que practique con regularidad actividad físico-deportiva en su tiempo de ocio (Barnes y Schoenborn, 2003; Varios, 2003).
Según los resultados obtenidos por García Ferrando (2001) en la encuesta de 1995 realizada en España y por Otero (2003) en Andalucía, el segmento más numeroso de la población laboral permanece de pie, sin desplazamiento, la mayor parte de la jornada, sin realizar grandes esfuerzos, seguido de los que están sentados la mayor parte de la jornada. Tan sólo el veinte por ciento de la población laboral desarrolla un trabajo que requiere la realización de desplazamientos frecuentes llevando algún peso. Con respecto al género, los hombres muestran un mayor porcentaje en actividades, que suponen un trabajo pesado frente a las mujeres, las cuales la mayoría realizan su trabajo de pie y sin desplazamientos (Otero, 2003).
Dado que el sistema ocupacional viene determinado, en parte, por el tamaño del municipio, cabe esperar que las ocupaciones más sedentarias o menos activas sean relativamente más frecuentes en grandes ciudades, en tanto que los trabajos que exigen mayores esfuerzos físicos sean más propios de las áreas rurales. Igualmente, el tipo de trabajo que se realiza se encuentra fuertemente determinado por el nivel de estudios del trabajador, baste destacar que casi la cuarta parte de los que tienen estudios primarios realizan trabajos pesados, mientras que prácticamente nadie de los que tienen estudios superiores lo hace (García Ferrando, 2001).
En cuanto a los beneficios de la actividad física en la salud de los trabajadores, y en este caso los pertenecientes a las empresas privadas, se ha demostrado que la práctica regular disminuye el absentismo laboral y los errores laborales (Delgado y Latiesa, 2003). Tzetzis et al. (1998) pusieron de manifiesto que aquellos empleados de empresas privadas que participaron en programas de actividad física, habían disminuido sus problemas de salud al igual que aquellos con un nivel alto de ingresos, apoyo familiar, y trabajo mental eran más activos, no encontrándose diferencias por género. Consiguientemente puede afirmarse que otro aspecto positivo de la práctica físico-deportiva, si lo extrapolamos a las actividades en los centros de trabajo, es el aumento de la motivación, el incremento de la productividad, la prevención de riesgos laborales, la reducción de costes y del absentismo laboral (Otero, 2003).
A pesar del conocimiento de los beneficios que tiene la práctica deportiva sobre la salud del trabajador, Otero (2003, p. 58) afirma que “… los responsables de los centros de trabajo, lejos de encontrar tales beneficios, suelen relacionar la práctica deportiva con el absentismo laboral, debido a que los trabajadores que realizan actividades deportivas son más propensos a sufrir lesiones…”, a causa de la orientación que se da en los centros de trabajo andaluces con la práctica de deportes de riesgo de producir lesiones, no teniendo en cambio apenas presencia en los centros de trabajo andaluces el deporte orientado al mantenimiento y a la mejora de la salud laboral. De ahí que “el porcentaje de empresas que cuentan en sus centros de trabajo con actividades físicas para la mejora de la salud laboral de sus trabajadores sea muy reducido, detectándose tan sólo un 2.6% de las empresas sondeadas”, y con respecto a las Cajas de Ahorros, sólo se encontró en una de las cinco encuestadas (Otero, 2003, p. 59).
En cambio, según Alonso López (2001), en el plano empresarial, la contratación de un especialista en actividad física se justifica a partir de la reducción de los gastos de Seguridad Social, debido a la existencia de menores ausencias por enfermedad y menos accidentes laborales y al aumento de la productividad del trabajador producido por el aumento de la capacidad de trabajo, producto del efecto del ejercicio físico bien orientado y planificado. De ahí que la creación de un área o departamento de actividad física donde se lleve a cabo un entrenamiento personalizado dentro de la empresa, tiene como misión favorecer un ámbito de trabajo saludable y la calidad de vida de sus empleados a partir de la práctica de actividades físico-deportivas y recreativas. De este modo aumentará el sentido de identidad y pertenencia a la empresa, mejorará la comunicación entre compañeros y la productividad en la misma, ya que se producirá un incremento psicofísico y una disminución del nivel de estrés del empleado. Aún así y como revelan los datos obtenidos por García Ferrando (2001) en España, la utilización de instalaciones del centro de trabajo continúa siendo minoritaria (1% en 1990 y 2% en 2000).
Por ello, la empresa debe plantearse la realización de actividades físico-deportivas durante la jornada laboral, evitando así dolores o lesiones que son provocadas por la fatiga o contracturas musculares, las cuales suelen ser producto del trabajo diario dentro del propio hábitat de trabajo. Este tipo de actividades deberían implantarse de manera tanto preventiva como compensatoria, con el fin de buscar la reducción de los accidentes laborales vinculados a los malos hábitos posturales y a la fatiga muscular crónica.
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