Integrar y Compartir

“La felicidad es el mayor logro del hombre;
es la respuesta de su personalidad total
de una orientación productiva
hacia sí mismo y hacia el mundo exterior”
Erich Fromm

Probablemente, algunos no se equivocaron en su selección, otros se sienten frustrados, hay quienes comparten su felicidad y tratan de que ésta perdure, no obstante, hay quienes todavía andan tras la búsqueda o desean integrarse plenamente, de tal manera que pueda compartir todo aquello que le permita crecer, evolucionar como persona.

No olvidemos, que es muy importante en toda relación, el que siempre se manifieste la autenticidad, la trasparencia de las acciones, el no temer a las críticas, a los desacuerdos, el alimentar el constante compartir, saber comunicarse, exponer las inquietudes y especialmente, alimentar el espíritu con un sincero cariño, afecto, amor bien integrado el uno con el otro.

Considere, que en una verdadera integración, no se puede permitir que se infiltren las cosas negativas, estímulos que afloran por no estar atento, que buscan generar el conflicto, la separación, la destrucción de todo aquello que se construyó con la convicción de lograr la paz, felicidad , una verdadera unión. No se puede uno detener en las frivolidades y deficiencias que, como seres imperfectos que somos, cometemos; por el contrario, hay que evocar las bellezas y virtudes de las pequeñeces que se manifiestan. No hay que alimentarse de las insensateces, las críticas destructivas, los celos; por el contrario, prestarle atención a las cosas buenas que tiene la persona.

Luís Verdechia nos recuerda, que consideremos algunos pensamientos en pro de nuestro crecimiento a fin de lograr una buena integración, tales como: “te amo porque has hecho por mí más de lo que cualquier credo o cualquier filosofía hubiera hecho en pro de mi felicidad. Has realizado todo eso en mi vida sin tocarme, si sermonearme, sin regañarme, sin reclamarme, sin acusarme…, Has realizado este milagro en mi vida, sólo siendo lo que eres, porque has llegado a enseñarme cuál es la verdadera esencia del amor y, me atrevo agregar, porque has logrado una verdadera integración y compartes lo que sientes…”. Podemos señalar, además, que cuando nos integramos no lo hacemos para depender, sino para compartir la independencia de la persona seleccionada.

Por tanto, no nos debe sorprender que se diga: no te apoyes en mí ni yo me apoyo en ti: hagamos florecer en la intimidad, con nuestra integración los que nos agrada de nosotros mismos. Yo me siento amado por ti en lo que soy. Me siento cómodo y afectuoso con tu presencia. Mi vida es más interesante porque estas tú. No te necesito para ser feliz, pero soy muy feliz porque tu estás en mi vida integrada.

Lo cierto es, que si queremos mantener una verdadera integración, capaz de superar los huracanes, las turbulencias de los estímulos externos, de la influencia de los otros que nos envidian, del que dirán, del irrespeto a nuestro espacio, debemos compartir, mantener el diálogo continuo.

Verdecchia nos asoma la siguiente declaración: Nuestro diálogo es capaz de ir más allá de la discusión estéril de opiniones, para abrirse a una comunicación fraterna. Aún permaneciendo individualmente fieles a los principios básicos y convicciones íntimas, se fortalece el equilibrio interior que fundamenta todo intento de diálogo.

Debemos compartir nuestras alegrías, tristezas, emociones, inquietudes, para mantener una actitud de apertura, de logro de una buena integración, de disponibilidad intelectual, emocional, cónsona a lo que demandan los espíritus, las almas, que evolucionan en este tránsito de prueba en este planeta Tierra.

Recuerde tener presente, que con el diálogo, el compartir se desenvuelve con libertad, no es contenido de enseñanza, aprendizaje, es fruto espontáneo que nace de la madurez, de una real integración.

Si logra una buena integración, notará por ejemplo: que crecerán juntos constantemente.

El aceptar que todas las relaciones no pueden ser para siempre y reconocer su calidad temporal. No obstante, se sigue actuando como si fuera permanente.

No tener miedo de dar cuando nos integramos.

Jamás se podrá dar demasiado, si se hace de buena gana.

Nunca hay que idealizar a los demás. Jamás estarán a la altura de lo que esperamos de ellos.

Hay que tomarse nuestro tiempo, no precipitarse.

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