Invertir en tiempos convulsionados

Álvaro Manteca González

Madrid 3/08/2022 – 19:52

Es un hecho: nos ha tocado vivir el peor primer semestre para las acciones mundiales del último medio siglo. La combinación de unas resistentes y elevadas tasas de inflación, junto con un giro muy agresivo por parte de los principales bancos centrales del mundo, el grave empeoramiento de los riesgos geopolíticos y los coletazos de la pandemia, han resultado ser un cóctel indigesto para unos mercados bursátiles que han retrocedido una media del 21% en los primeros seis meses.

Además, tampoco hemos podido contar con el tradicional refugio en momentos de incertidumbre que habían representado los mercados de renta fija. De hecho, los precios de los bonos también han sufrido su peor semestre en décadas, con lo que la clásica cartera compuesta por una combinación de renta fija y renta variable ha sufrido correcciones absolutamente inusuales en la historia reciente de los mercados financieros.

No ha habido sitio donde refugiarse en lo que llevamos de año. Por supuesto, algunos sectores y clases de activo han mostrado un mejor comportamiento relativo, pero salvo rincones del mercado como el representado por las materias primas (especialmente energía) y la liquidez, las pérdidas han sido muy abultadas y generalizadas, especialmente en algunos segmentos especulativos como las acciones tecnológicas o las criptodivisas. En suma, los mercados no han remunerado a los inversores en la primera mitad del año.

Los inversores más experimentados son conscientes de que estos momentos tan convulsos aparecen cada cierto tiempo y que la característica principal de los mercados es su volatilidad. En una famosa anécdota atribuida al gran financiero JP Morgan, se cuenta que respondió con un simple fluctuará, cuando un transeúnte le preguntó qué iba a hacer el mercado en el futuro. De hecho, desde la década de 1980, los mercados han sufrido siempre caídas de precios en algún momento del año, aunque en tres de cada cuatro años la bolsa termina subiendo en el cómputo anual. En efecto, todos los años suceden acontecimientos que acarrean pesimismo inversor y debilidad bursátil, pero la tendencia estructural es siempre alcista.

En el presente artículo, vamos a intentar dar unas claves sencillas que pueden ayudarnos a sobrellevar estos momentos de incertidumbre y evitar, en la medida de lo posible, tomar decisiones que terminen penalizando nuestra salud financiera y poniendo en peligro nuestros objetivos de largo plazo. El primer consejo es simplemente este: los mercados siempre vuelven. Los índices bursátiles más amplios y diversificados tardarán más o menos en volver a sus máximos, pero regresarán con toda probabilidad.

Esto nos lleva al segundo consejo: la inversión es una actividad que necesita un horizonte de inversión de largo plazo, cuanto mayor sea este, mejor. El tiempo siempre juega a nuestro favor. Relacionado con esto, hace unos años un inversor nos dio la receta del éxito y sorprende su simplicidad: yo siempre compro y nunca vendo. Mi patrimonio va aumentando en consecuencia. Esta sencilla fórmula nos alerta de la importancia de mantener una disciplina inversora a través de un proceso de aportaciones sistemáticas que permiten, en un mercado bajista, ir comprando a precios cada vez más bajos.

Es fundamental tener una amplia diversificación de nuestra inversión. Si limitamos al máximo los riesgos específicos relacionados con un mercado o activo financiero en particular, podremos mantener una relativa tranquilidad en épocas turbulentas, ya que evitaremos que nuestro patrimonio pueda sufrir un golpe desastroso, que sería posible si invirtiéramos por ejemplo en una sola compañía. No nos obsesionemos con los riesgos de corto plazo: cuando la situación económica abra los telediarios, es probable que lo peor haya quedado ya detrás de nosotros. Los mercados financieros se anticipan siempre y a menudo ya se están recuperando cuando la situación parece más oscura.

Busquemos activamente las oportunidades. Una caída del mercado es una oportunidad para comprar acciones a precios más baratos. Si mantenemos nuestras metas a largo plazo, invertir cuando el mercado está en un punto bajo puede darnos una ventaja. Del mismo modo, cuando el mercado entra en pánico se vende todo, tanto lo bueno como lo malo. Un inversor experimentado sabrá aprovechar los precios de un buen valor que haya sufrido un castigo inmerecido. Intentar salir y entrar del mercado no suele funcionar. Nadie sabe en qué momento se van a producir los máximos y mínimos del mercado. Por otra parte, es importante recordar que en los momentos de mayor volatilidad también se producen las mayores subidas del mercado. Es posible que ya haya visto esta estadística: en los últimos 20 años, perderse las diez mejores sesiones en la bolsa hubiera significado perder la mitad de la rentabilidad acumulada por un inversor que hubiera permanecido todo el tiempo en el mercado.

Vamos ahora con uno de los consejos que más valor nos pueden aportar: evitar la toma de decisiones emocionales y limitar en la medida de lo posible que el miedo o la codicia guíen nuestros actos. Esto requiere un entrenamiento de muchos años y existen inversores que simplemente no pueden evitar verse inundados por estas emociones. Por supuesto, tiene sentido preocuparse por las pérdidas diarias y considerar salir del mercado, pero recuerde que los mercados bajistas vienen y van y que el mercado está mucho más tiempo subiendo que bajando. En muchos casos, para evitar que estos sesgos emocionales nos penalicen, podríamos preferir optar por la inversión discrecional, en la que las decisiones se toman de forma objetiva y profesional, sin dejar espacio a las emociones.

En definitiva, utilizando un símil náutico, todo el mundo puede navegar con vientos favorables, pero necesitaremos de toda nuestra experiencia y destreza cuando estos vientos se tornen adversos. Del mismo modo, no olvidemos nuestros objetivos financieros ya que se dice que no hay buen viento para el que no tiene puerto.

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