¿Investigación? Lo mío es la empresa

“La investigación alimenta la enseñanza y nos lanza al mundo universal”, es una de las frases con las que Rojas (2000) remarca la necesidad de vincular la actividad investigativa en todas las esferas de la formación universitaria. Sin embargo, hoy día, aún se reconoce que no son muchos los que están identificados con la investigación (Rojas, 2000; Montealegre, 2011). Por ejemplo, haciendo énfasis en la Ingeniería Industrial y bajo una analogía con reflexiones de Kubr (2007), vale la pena considerar el paradigma tradicional: “soy práctico, lo mío no es la investigación”, o “en la universidad son muy teóricos y lo que necesitan las empresas es la práctica”.

Estas posibles declaraciones no hacen más que reflejar brechas imaginarias en la relación entre la teoría y la práctica, y una carencia de formación suficiente para articular cada saber, aparentemente adquirido, con los fenómenos que circundan la mente humana; mucho más, al hablarse de sistemas de producción de bienes y servicios, como objeto clásico de la Ingeniería Industrial.

Este paradigma tradicional ha llevado a que comúnmente, en la formación desde el pregrado, algunos cursos relacionados con el desarrollo de competencias en investigación, sean catalogados erróneamente como “rellenos” (escritura científica, pensamiento crítico…), siendo quizá una de las razones, la aparente miopía respecto al alcance práctico de la dimensión investigativa.

A pesar de ello, los retos que demanda cada vez más la humanidad, los cuales al nivel de las organizaciones tal vez podrían resumirse en competitividad y desarrollo sostenible, exigen la ruptura de este paradigma, no solo en ámbitos académicos, sino también en todos los sectores productivos (tangibles o intangibles). En estos últimos, básicamente motivados por responsabilidades pragmáticas de “mejoramiento continuo”, que algunas organizaciones han delegado con nombre propio en jefaturas, direcciones o gerencias de mejoramiento, y que otras vienen incorporando prácticamente en todos los manuales de funciones.

Cualquiera que sea el caso, se demanda mejorar el proceso, el producto, la estrategia, el método, el clima laboral, el rendimiento de un sistema, etc.; pero ya está bien de las mismas acciones, que llevan a similares resultados para los idénticos problemas. Si bien la mayoría de ellas fueron creadas de forma admirable e innovadora para situaciones cercanas a la Segunda Guerra Mundial, es probable que hoy demanden novedosas connotaciones y miradas. En otras palabras, aquellas organizaciones donde los mismos problemas vienen y van, tarde que temprano deberán aventurarse hacia la generación de su propio conocimiento, para concebir y hacerle frente de forma innovadora, a los evolucionados problemas del hoy y del mañana.

Pero, ¿cómo hacerlo? Ello es una tarea compleja, retadora e interesante que carga consigo más preguntas que respuestas, en su mayoría aún no formuladas de manera estructurada. Lo cierto, es que no es posible hablar de generación de conocimiento del más alto nivel de profundidad, a espaldas de la investigación científica (pura/aplicada). Esto es bien diferente a generar conocimiento “cotidiano” o de “divulgación”, pues las necesidades actuales y futuras exigen superar los diagnósticos formales o informales que retratan lo bien o lo mal que se está. Se requiere generar conocimiento que permita comprender las verdaderas causas y los principios que rigen los fenómenos que circundan todo lo que se concibe como una organización; es decir, el árbol, el bosque y el funcionamiento de éstos como un todo (Churchman, Ackoff y Arnoff, 1973; Senge, 1998). Pero además, que se derive de métodos articulados de forma lógica, que sean reproducibles, fiables, válidos y provengan de una mirada crítica y sin dejar nada a la casualidad.

Precisamente, tal conocimiento no corresponde al denominado “cotidiano” ni al de “divulgación”, sino al conocimiento científico, aquel categorizado como el de mayor nivel de profundidad (Eyssautier, 2006), y que al llevarlo a la práctica puede tomar la forma de conocimiento tecnológico (Tolosa, 2005).

En otras palabras, la empresa retrata variedad de problemas prácticos, que mentes creativas y bien formadas en la investigación, tendrán la capacidad de sistematizar en verdaderas preguntas del conocimiento científico, debidamente sustentadas a la luz de vacío de conocimiento, ausencia de consenso o deficiencia en métodos/técnicas/procedimientos para producir conocimiento (Swanson y Holton, 2005; Bryman y Bell, 2011). Todo ello, con el propósito de dejar de concebir tales problemas bajo las mismas “gafas” y, asimismo, generar innovadoras formas de llegar a nuevas y variadas soluciones de sistemas (Ackoff, 1979; Pérez, 2012, 2013). Estas cobran relevancia, al vincular perspectivas desde el pensamiento “duro” y el “blando” y, más aún, ante las innumerables necesidades de los grupos de interés, la mayoría de ellas en conflicto. Tal divergencia amerita enfatizar, no solo en las necesidades esperadas, sino también en las inesperadas, pues estas últimas conducen a un crecimiento exponencial en la curva de satisfacción (Andriani, Biasca y Rodríguez, 2003).

Ante dicho llamado, cobra relevancia el nuevo paradigma de la consultoría empresarial, aquella que tiene como funciones principales la investigación, el cambio y el aprendizaje a lo largo de la vida (Pérez, 2013). Y esto no solo compete a quienes se embarcan en la difícil, interesante y valiosa tarea de merecerse llamar “consultores”, sino también, entre otros, a todo aquel que tenga como proyecto de vida llevar la representación de la Ingeniería Industrial. Ello se soporta en que la consultoría, no solo simboliza una ocupación o sector de la economía, sino también un método (Chávez, 2005; Salgado y García, 2006) cuya misión, intensiva en conocimiento, engloba más de lo que puede concebir el paradigma tradicional y, por lo mismo, reclama muchas más iniciativas que asistir a cursos o seminarios y cultivar la experiencia.

La consultoría moderna, como profesión, sector económico o método, aparte de transmitir y aplicar conocimiento, tiene además el deber de generarlo (Sarvary, 1999; Ruiz, et al. 2009), a fin de coadyuvar en la solución de problemas prácticos y propiciar cambios de mejoramiento, sobre la base de un aprendizaje vitalicio. Como método, aparte del “consultor”, también habrá de usarlo el jefe, analista, director, gerente o cualquier otro rol que decida llevar puesto la representación de la Ingeniería Industrial.

Así, entonces, quien se enmarque en el paradigma: “soy práctico y nada tengo que ver con la investigación”, le convendrá reflexionar sobre ¿cómo dejará de auto-limitarse a ser consumidor neto de su fuente de saber disciplinar?, para así embarcarse en la pertinente y retadora responsabilidad, consigo mismo y frente a las generaciones actuales y futuras, de generar conocimiento socialmente útil en los múltiples campos de la Ingeniería Industrial.

(*) Grupo de investigación sobre Gestión de la Calidad, Departamento de Ingeniería Industrial, Facultad de Ingeniería, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.

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Fuente: ¿Investigación? Lo mío es la empresa. Industrial Informa, Edición No. 5, Abril – Mayo 2014. Sección Editorial. Boletín Depto. Ingeniería Industrial, Universidad de Antioquia, UdeA.

Referencias:

Ackoff, (1979). Resurrecting the future of operational research. The Journal of the Operational Research Society, Vol. 30, No. 3, pp. 189-199.

Andriani, Biasca y Rodríguez, (2003). Un nuevo sistema de gestión para lograr pymes de clase mundial. Ed. Norma, México, D.F.

Bryman, A. y Bell, E. (2011). Business Research Methods. Third edition. Oxford, New York.

Chávez, A. (2005). Aplicación de consultoría basada en análisis de decisiones a una empresa metalúrgica. UPIICSA XIII, Vol. 37, pp. 26-35.

Churchman, W., Ackoff, R. y Arnoff, L. (1973). Introducción a la investigación operative. Edición Española, 1ª. Ed. Aguilar, Madrid.

Eyssautier, M. (2006). Metodología de la investigación: desarrollo de la inteligencia. 5ª. Ed., Thomson, México, D.F.

Montealegre, A. (2011). Leer y escribir para investigar en la educación superior: un proceso. Actualidades Pedagógicas No. 57, enero-junio, pp. 199-212.

Pérez, J. (2012). Modelación lineal en ingeniería industrial: Una mirada sistémica. 1ed. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín.

Pérez, J. (2013). Revisión sistemática de literatura en Ingeniería como apoyo a la Consultoría basada en Investigación. Revista UCT[online]. Vol.17, No.66, pp. 38-48.

Rojas, L. (2000). La cultura del artículo científico y su importancia para la investigación y el posgrado. Telos, Vol. 2, No. 2, pp. 369-380.

Ruíz, J., Aguilar, A., Gómez, G. y Ruíz, J. (2009). Reflexiones del método de investigación, consultoría e innovación en sistemas de gestión de empresas agropecuarias. Revista mexicana de agronegocios, cuarta Época. Año XIII. Vol. 24. enero-junio, pp. 824-834.

Salgado, M. y García, N. (2006). Nota técnica: Desarrollo organizacional. Ciencias empresariales / FCCA – UMSNH, No.14, pp. 79-87.

Sarvary, M. (1999). Knowledge management and competition in the consulting industry. California Business Review, Vol. 41, No. 2, pp. 95-107.

Senge, P. (1998). La Quinta Disciplina. El arte y la práctica de la organización abierta al aprendizaje. Ediciones Granica S.A. Buenos Aires, Argentina.

Swanson, R. y Holton, E. (2005). Research in Organizations. Fundations and Methods of Inquirí. Berrett-Koehler Publishers, San Francisco.

Tolosa, J. (2005). La investigación en ingeniería. Universidad Francisco de Paula Santander, Cúcuta.