Ira y Farsa

A los venezolanos no nos falla el corazón, sino la memoria. No importa que nos vistamos de “cuarta” o de “quinta”, en política somos los mismos. Para ayudar a esa débil memoria reproducimos lo anterior que escribimos en el año 92, a la semana del fracasado golpe sangriento. Entonces mirábamos también lo ocurrido tres años antes, el 27 de febrero: “Dolorosa, sangrienta, terrible y brutal lección magistral que no permitía seguir ignorando la desesperada indignación de un país burlado por sus dirigentes en los últimos años. La “dolce vita” de muchos de éstos a costa de la “perra vida” de los empobrecidos. Lección trágica; absurda por destructiva; explicable por desesperada. Lección dictada por profesores invitados que nunca con tanta fuerza se habían expresado en Caracas: la ira popular desatada en los saqueos y la represión armada con sus arbitrariedades, sus mil muertos y sus anónimos cementerios regados. Nadie ganó nada. Todos perdimos. La única ganancia esperable era la lección aprendida para corregir a fin de que nunca más volvieran a suceder esos trágicos hechos. Pues bien, no hubo lección aprendida.

Hubo chivos expiatorios, (a nosotros mismos los militares nos metieron preso por “comunista” como una muestra más de arbitrariedad y atropello). Hubo retórica, explicaciones, foros y artículos. Para no cambiar nada, para no aprender nada. […] Todas las causas de malestar social y de indignación que llevaron al estallido han seguido aumentando. Ciertos enriquecimientos extravagantes y corruptos se han vuelto más descarados” (Luis Ugalde, El Diario de Caracas 15-2-92).

¿Por qué hoy seguimos en lo mismo, con todo agravado en medio de una farsa “revolucionaria” y con un barril de petróleo a cinco veces más que los $ 14,9 de entonces, lo que permite más corrupción e ineptitud? Ni entonces, ni hoy, el estallido social es inevitable. Ocurrió porque el gobierno reaccionó tarde y mal.

Hoy frente a las tentaciones de aventuras, hay que fortalecer los caminos democráticos de solución. “Compartimos las causas del malestar social – escribíamos en 1992- pero negamos que ellas justifiquen el golpe. Los problemas de Venezuela están enquistados de tal manera y dependen de sacrificios y cambios profundos de tantas personas, instancias, instituciones… que no se arreglan con golpes voluntaristas, ni con mesías salvadores. No tienen solución a plazo inmediato y no se pueden lograr sin pagar un precio”. (Ugalde, idem).

En el poder hoy sigue la farsa, la danza macabra de palabras salvadoras, bailando alrededor de realidades de muerte. Ridículo y arbitrario inventó decir que la historia de Venezuela desde 1830 hasta 1999 ha sido “cuarta república” de traidores a Bolívar hasta que llega el Mesías con la “quinta república”, revolucionaria y bolivariana con el feliz “hombre nuevo” en brazos. ¿Por qué el juego a invasiones imperialistas y guerra patrioteras que no pasan de show palabrero? ¿Nos creerán infantiles? Para cambiar hay que quitarse los disfraces, bajarse de las palabras, dejar de creer que los letreros “revolucionarios” transforman nuestras duras realidades e ir más allá de la adolescente denuncia rebelde, como si no llevaran una década en el gobierno.

Este año es de importantes cambios de gobernadores y alcaldes. Además, los demócratas tenemos que impedir cualquier aventura y llegar a acuerdos nacionales para cambios reales, de fondo, en los cinco o seis puntos que más duelen a los venezolanos, y reforzar el afecto y la confianza de los venezolanos en su desarrollo y vida democrática con justicia social. ¿Qué nos impide iniciar un trabajo sostenido y con visión democrática para producir soluciones y no ilusiones?

(*) Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.
Tomado de la Web: www.ucab.edu.ve