La aportación musical de Nawang Khechog

No se puede negar el efecto que la música a través de sus sonidos, entonaciones, ritmos, vibraciones genera en cada uno, produciendo un efecto terapéutico que a muchos le proporciona alegría, tranquilidad.

De ahí, que no nos sorprende que se comente que los mismos creadores o intérpretes han podido beneficiarse de las bondades de su arte. Así se sabe de músicos mentalmente perturbados o emocionalmente desequilibrados que, al menos durante un tiempo, fueron salvados por su propia creación musical. Con ella consiguieron realizarse y mantener un equilibrio que contrasta con sus dramáticas existencias. Nos indica opusmusica.com, que baste recordar a Schumann, Wolf, Tchaikovsky o Mahler, por nombrar a cuatro grandes compositores bien conocidos. Pero sobre todo son la mayoría de receptores anónimos los principales destinatarios de la belleza sonora como fuente placentera y estimulante.

La música acompaña celebraciones festivas, favoreciendo la conveniente eclosión de alegría; pero también es parte de ceremonias piadosas y solemnidades funerarias. Desde la cuna a la tumba, jamás nos abandona; no eluden sus efectos ni los sordos, capaces de sentir en su cuerpo la transmisión de las vibraciones sonoras. Ora una nana, ora una canción de aniversario, ora una marcha nupcial, ora una marcha fúnebre… Parece necesaria su presencia en toda actividad humana que entrañe regocijo o lamento, júbilo o tristeza, placer o dolor, risa o llanto, amor o desamor. Y se hace muy difícil concebir el más allá sin su adorable caricia.

En la gran ópera La flauta mágica, (Die Zauberflöte), Mozart reafirma la magia benefactora de la música, su fuerza disipadora del mayor temor, liberadora del sufriente ser humano: un poder que a través de los grandes valores iluminará la tenebrosa senda que nos lleva hacia la muerte. En el hermosísimo Lied A la música, (An die Musik), Schubert se rinde al arte benévolo que lo ha conducido a un mundo mejor. Y con su Cuarta sinfonía, Nielsen proclama que la música es vida, y como ella inextinguible. Quién sabe si tras la oscuridad de la decisiva noche hallaremos otra luz engendrada por el poder de la música

En el presente, afortunadamente, la música ha venido a colaborar con la salud, la medicina, ha dado paso a lo que se denomina musicoterapia que gran ayudad le ha proporcionado a miles de personas, Es sabido, que la musicoterapia abre las puertas a la comunicación no-verbal, la mejora o la recupera. De otro modo: facilita el control de las emociones o afectos, desarrollando esa parte del intelecto considerada como inteligencia emocional, regulada, cómo no, por las estructuras cerebrales que conforman el cerebro emocional, (cuerpo calloso y sistema límbico). Sería teóricamente ésta la parte del cerebro sensible a la melodía; en cuanto a ritmo y armonía, se registrarían respectivamente en el cerebro básico, (tronco cerebral y sistema reticular), y en el cerebro cortical o racional, (hemisferios cerebrales). En definitiva, tres niveles cerebrales, de abajo arriba: básico, emocional y cortical, para los tres elementos musicales: ritmo, melodía y armonía. Tres áreas interconectadas sobre las cuales podemos incidir mediante la música.

Su aplicación se centra especialmente en desequilibrios psíquicos como la ansiedad, la depresión, el insomnio, el autismo infantil o las psicosis, siendo también adecuada para lograr el abandono de hábitos tóxicos como el alcoholismo o la drogadicción; además, es beneficiosa en trastornos cardiovasculares como la hipertensión arterial y está indicada en el tratamiento del dolor de diversa índole. Esquemáticamente podemos concretar: el ritmo actuaría como generador de energía en los estados de abatimiento, la melodía como relajante o anulador de la excitación y la armonía como activador de la racionalidad. Todos tenemos en mente melodías relajantes, piezas de poderoso ritmo y composiciones de gran riqueza armónica. Elegirlas y aplicarlas, en su justa medida y variantes, corresponde ya a expertos en la materia.

Actualmente hay buenos músicos que colaboran significativamente con su música en este campo como Yanni, Kitaro y quien nos interesa en este escrito Nawang Khechog,

El músico tibetano Nawang Khechog, es uno de los principales músicos modernos del Tíbet. Traduce los sonidos tradicionales de la cultura y herencia espiritual tibetana en composiciones originales. Fue monje budista y se retiró como ermitaño a una cueva durante cuatro años, dedicado a la meditación y la filosofía. Cuando emergió de su autoexilio, viajó a Australia, donde se nacionalizó y aprendió a tocar uno de los instrumentos más antiguos del mundo, el Didgeridoo Aborigen, una flauta larga de madera, hecha con las ramas y troncos de una especie de Eucaliptus, agujereadas en forma natural por las termitas.

‘Portaldearte.cl’ nos agrega sobre él, que nació en el Tíbet, pasó sus primeros años como un muchacho nómada y aprendió a tocar la flauta de bambú, antiguo y popular instrumento de los campos tibetanos, hasta que en 1949, después de la invasión comunista china, su familia emigró a la India.
Cuando fue mayor de edad, se dirigió hacia el sudeste y se convirtió en monje en el estado hindú de Orissa. A los 20 años buscó la tutela del gran Dalai Lama y se retiró como ermitaño a una cueva durante cuatro años, dedicado a la meditación y la filosofía.

En 1991 fue invitado para una gira norteamericana para celebrar el Año del Tíbet y durante su estancia tocó junto a Kitaro. Ambos músicos se conocieron, se lanzaron a una sorprendente sesión improvisada y han continuado trabajando hasta hoy. También ha actuado con Philip Glass, Paul Winter, Laurie Anderson, Paul Simon, Natalie Merchant y Baba Olatunji. Nawang ha producido tres álbumes y coprodujo dos, con Kitaro y Peter Kater.

Su música ha sido utilizada para la pista de sonidos de la película «Siete años en Tíbet,» dirigida por Jean Jacques Annaud. Además ha compuesto las pistas de la música y de sonidos para la película documental de CNN, «El Dalai Lama en el país en exilio» y muchos otros filmes y producciones documentales.

No se puede negar la valiosa aportación de Nawang Khechog quien es uno de los principales músicos modernos del Tibet traduciendo los sonidos tradicionales de la cultura y herencia espiritual tibetanas en composiciones originales. Lo recomendamos adentrarse en sus efectos, en sus vibraciones y notará lo positivo de su sonido.

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