La biotecnología enfrenta la crisis de los alimentos

Roberto Palmitesta D.- Nos referimos a los alimentos transgénicos, producidos por los avances de la biotecnología, herramienta que permitiría aliviar la creciente escasez de alimentos al propiciar cosechas más abundantes por las modificaciones genéticas realizadas en las semillas, para que las plantas sean más resistentes a factores dañinos como plagas, enfermedades, herbicidas y plaguicidas, salinidad, sequías e inundaciones.

Una conferencia oportuna en medio de una crisis

En dicha conferencia, donde asistieron más de 40 jefes de estado además de expertos mundiales, se propuso re-examinar las bondades de la biotecnología en el campo de la agricultura, ya que se hizo evidente que la producción de alimentos está volviéndose cada vez más problemática, en gran parte porque hay una creciente demanda de leguminosas y carnes por parte de sociedades emergentes muy populosas –como la china, india y brasileña– que antes consumían mayormente carbohidratos o proteínas de baja calidad. Esto, además del hecho de que el mal clima y algunas plagas ha dañado muchas cosechas en años recientes y no se produce suficientes alimentos para todos, generando una constante rebatiña por los suministros, lo que ha encarecido dramáticamente los productos, acorde con la ineludible ley de la oferta y la demanda.

Además de la escasez, está el alto precio de los combustibles y fertilizantes, debido a que el petróleo ya oscila ente $ 120 y $ 140 el barril, un dramático aumento de más del 100 % sólo en el último año. En roma también se trató de culpar de la crisis a los biocombustibles, pero luego se demostró que las áreas cultivadas hasta ahora para este fin es muy pequeña, `pues es menos del 1% a escala global, con EE.UU. usando el 3% de las mismas. Sin embargo se admitió que en algunos países puede haber un conflicto entre cultivos alimentarios y energéticos, y se recomendó realizar más estudios para precisar mejor los supuestos beneficios ecológicos de estos combustibles.

Aumentos notables en poco tiempo

Según cifras de la FAO, los precios de los alimentos se han encarecido cerca de un 70 % entre 2005 y 2007, y en un promedio de 53 % sólo en los tres primeros meses de este año. Todo indica que esta tendencia seguirá presente por un tiempo más, agravada por la natural especulación que siempre acompaña estos fenómenos inflacionarios. De ahí que el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, propusiera en la conferencia de Roma la meta de aumentar en un 50 % la producción de alimentos para el año 2030, cuando la población mundial será de 8.3 millardos de seres. La FAO estima que actualmente más de 850 millones de personas no se alimentan bien y casi la cuarta parte de ellos pasan hambre a diario, concluyendo en que la presente situación alimentaria será eventualmente explosiva –con su secuela de inestabilidad política– si no se toman medidas urgentes al respecto.

La ONU se había impuesto como meta que la malnutrición sería reducida a la mitad para el año 2015, acorde con las Objetivos de Desarrollo del Milenio de 1996. Pero ahora la crisis alimentaria amenaza con deshacer los esfuerzos hechos hasta la fecha, donde se ha reducido ligeramente, (en menos del 10%), la malnutrición en el mundo, de ahí el llamado de la ONU para repartir fondos de emergencia, (se habla de $ 1.200 millones), a 62 países subdesarrollados –especialmente en las zonas más sensibles como el África subsahariana-, todo mientras se trata de aumentar la producción de alimentos en todo el mundo. Y una de las herramientas con que se cuenta es justamente la biotecnología, que ha demostrado -según la misma FAO– sus ventajas en muchas partes del mundo, sin que se hayan materializado sus defectos, que aparentemente fueron exagerados por ciertas organizaciones ecologistas.

Una tecnología efectiva

Generalmente se cree que los alimentos transgénicos son sólo una curiosidad tecnológica y que se producen mayormente para fines experimentales, en vista de que en muchos países –especialmente en Europa– no se los acepta por el temor de generar especies extrañas que pudieran ser dañinas a la larga para el organismo humano, generando mutaciones genéticas indeseables. Pero la realidad es que estos alimentos –mayormente maíz, soya y algodón– están siendo cultivados en grandes proporciones, pues en el 2007 hay más de 114 millones de hectáreas cultivadas en 23 países, con miles de agricultores que usan las polémicas semillas de los OGM, u organismos genéticamente modificados.

El 60 % de estas áreas pertenecen a empresas agrícolas especializadas en biotecnología, ubicadas en países desarrollados, y cerca de la mitad están en EEUU, siguiéndole en orden de importancia Argentina, Brasil, Canadá, India y China. Sólo en España, donde hay pocas objeciones a esta tecnología, en 2007 había unas 75.000 hectáreas sembradas de maíz transgénico, un aumento del 40 % desde el 2006. Ya varios otros países de la UE –como Polonia, Alemania, Francia, Portugal y República Checa— han incrementado los cultivos transgénicos, a pesar del protocolo de bioseguridad aprobado en el 2000.

Los transgénicos se ponen a valer

En la Conferencia de la FAO de Roma, ya se habla de que las normas sobre transgénicos serán modificadas urgentemente para aumentar la productividad de productos agrícolas básicos, permitiendo así que la región pueda seguir autoabasteciéndose y exportar una buena parte de la producción agrícola a países con hambrunas y malnutrición. También se habla de extender los cultivos de alimentos transgénicos para producir cítricos, papaya y tomates, además de los granos tradicionales de maíz, soya y colza, que sirven también para alimentar ganado. Ya varios países hicieron saber en Roma que empezarán a usar la biotecnología para aumentar su productividad agrícola a mediano y largo plazo.

Evidentemente, la actual crisis alimentaria ha producido un cambio de actitud respecto a la biotecnología como una herramienta clave para asegurar el suministro de alimentos a un mundo siempre más hambriento, con poblaciones que no pueden pagar los altos precios de hoy. De ahí que se impone aumentar la oferta, mientras que la ONU recomienda que cada país establezca programas acelerados para apuntar a una razonable seguridad alimentaria basada en fuentes locales. Algo que, en países como el nuestro, se ha descuidado grandemente, debido a que la alta renta petrolera y las divisas baratas, que han estado motivando cuantiosas importaciones de granos y carnes, alejándonos de una deseable autonomía en el área alimentaria.

En Venezuela, a pesar de la prohibición gubernamental para la importación de alimentos cuyas semillas han sido producidas con biotecnología, siguen entrando productos que contienen ingredientes con antecedentes transgénicos. Seguramente eso sucede con más frecuencia ahora, cuando se importa indiscriminadamente todo lo que se pueda por la escasez de alimentos a escala mundial Y, aunque se han detectado y analizado algunos de ellos en laboratorios nacionales, todavía no hay indicios de que sean nocivos para la salud. Tampoco la ONU ha encontrado evidencias de que sean dañinos o que produzcan males genéticos, por lo que sería bueno reevaluar la conveniencia de permitir la importación de estos productos o de propiciar cultivos con semillas transgénicas por sus ventajas biológicas –como resistencia a plagas y químicos— que facilitarían cosechas más abundantes. Esto es aún más urgente a la luz de los acontecimientos de los últimos meses, con muchos países compitiendo por los escasos productos alimenticios disponibles en los mercados mundiales y la fuerte inflación que acompaña estas situaciones.

Fuente: http://www.analitica.com/