La caída de las bolsas ¿A quien afecta?

Los medios de comunicación de todo el mundo traen en estos días abundante información sobre la caída de las principales bolsas del mundo. Sin embargo, el ciudadano de a pie no tiene suficientemente claro cuáles son las causas y las consecuencias de ese fenómeno económico, ni como le afecta a él en la cotidianidad de su vida. Intentaremos aportar algunas reflexiones que apunten a aclarar esas dudas.

En primer lugar, como una primera aproximación, podemos decir que en las bolsas de valores más importantes del mundo contemporáneo – Estados Unidos, Europa, Japón, etc. – por lo general, se compran y se venden acciones. Estas acciones han sido emitidas por grandes empresas, muchas de ellas de carácter trasnacional y con grandes volúmenes de ingresos y de ventas a lo largo y a lo ancho del planeta Tierra.  Los compradores de esas acciones son inversionistas individuales o corporativos, grandes o chicos, que buscan hacer crecer su propio capital por la vía de las ganancias que esas empresas obtengan y que se repartan entre los accionistas.

Si las expectativas de ganancias de muchas empresas – turísticas, aérea, comerciales, industriales, navieras- se deteriora como consecuencia de la caída del comercio, de la producción y de las ventas a nivel mundial – que ha tenido lugar, a su vez,  como consecuencia del coronavirus–  entonces muchos inversionistas de esas empresas optarán por vender sus acciones – con lo cual el precio de las misma cae, siempre y cuando no se compense ese volumen de venta con volúmenes similares de compra de esas acciones, lo cual no es el caso presente. Si todos tratan de vender y nadie de comprar las bolsas caen. Esa es la situación actual.

El que vende sus acciones está optando por cambiarlas por dólares. Al cambiar acciones por dólares, espera capear el temporal económico mundial refugiándose en un activo más seguro, el dólar, cuyo valor tiende mantenerse, o incluso a subir, y no a caer como sucede con las acciones.

Pero eso implica que de alguna parte tienen que salir los dólares para poder satisfacer esa mayor apetencia por dicha moneda que se genera cuando los grandes o los pequeños inversionistas optan por vender sus acciones y convertirlas en ese activo monetario más estable y más líquido. Si la demanda de dólares aumenta, pero la cantidad de dólares en circulación sigue siendo la misma, entonces la demanda será mayor que la oferta y el dólar aumentará su precio, es decir, se apreciará en los diferentes mercados cambiarios.

Los bancos centrales – fundamentalmente el FED, el banco central de Estados Unidos – ante esta situación, toman medidas para emitir, facilitar y ponen en circulación inmensas cantidades de dólares a precios bajos, es decir, a tasas de interés cada vez más bajas. Si no hicieran eso, la carencia de dólares, es decir, de liquidez, se puede trasformar en una carencia de demanda en todos los mercados, lo cual a su vez, traería como consecuencia nuevas fuerzas que empujarían en el sentido de una caída de la producción.

En síntesis, en el sistema económico mundial se desarrollan tendencias fuertes a la caída del comercio, a la venta de acciones, a la caída de las bolsas, a la mayor demanda de dólares, a la apreciación del dólar en los mercados cambiarios, a la caída de las tasas de interés y a menor demanda nacional e internacional.

Una cosa adicional: si cae el precio de las acciones, el valor o la riqueza que muchos tenedores de acciones creían tener en sus manos, se reduce violentamente. Un conjunto de papeles que un día valían un millón de dólares, al día siguiente pueden valer solo 700 mil dólares. Los 300 mil restantes se esfumaron, desparecieron, por el hecho de que el precio de cada acción ha descendido. Todo ello sucede no solo en las grandes bolsas mundiales, donde se transan las acciones de las grandes empresas trasnacionales, sino que incluso en bolsas más modestas, como las latinoamericanas, donde se transan las acciones de muchas empresas locales. Se reduce así la riqueza de los ricos – que son los grandes poseedores de acciones, y los jugadores más asiduos en las bolsas – pero también cae la riqueza de pequeños accionistas que han invertido los ahorros de toda su vida en acciones de empresas que parecían rentables, y que resultaron sumamente vulnerables a las volatilidades de los mercados nacionales e internacionales.

Imagen de Monica Volpin en Pixabay