La caída del Euro

El euro se acerca día a día a una igualdad en su relación de cambio con el dólar. En la semana recién pasada, la relación de cambio cerró en un euro igual a 1,049 dólares. Un euro igual a un dólar es la relación que se visualiza para un futuro no lejano.  No hace mucho, el 15 de septiembre del año 2014, la relación se encontraba en 1,29 dólares por euro, y desde allí ha bajado en forma sistemática. En los seis meses transcurridos desde esa fecha hasta hoy la caída del euro ha sido, por lo tanto, de 23%.

En términos más simples: La situación presentada se puede visualizar en los siguientes términos: comprar un euro es cada día más barato para quienes tienen dólares, o para quienes ganan en dólares, o para quienes obtienen dólares por concepto de los bienes que venden en el  mercado internacional. Es decir, para una parte importante de la economía y del comercio internacional contemporáneo –que se maneja en dólares– comprar un euro es cada vez más barato. Igualmente –y por la misma razón-  comprar mercancías valoradas en euros, es  cada  vez más barato o más conveniente para los países, empresas o personas ajenas a la zona euro. Esa caída del euro debería, por lo tanto, empujar en la dirección de un incremento en las exportaciones de la Unión Europea -o por lo menos de su zona euro, que no es lo mismo.  Mayores exportaciones al resto del mundo es una cosa positiva, que tiene que pasar necesariamente, por un aumento de la producción y del empleo de los países capaces de protagonizar estos procesos. Es decir, se camina hacia una mayor reactivación económica, que es una situación largamente buscada por los países europeos. Obviamente no todos los países europeos están en las mismas condiciones de aprovechar rápidamente ese estímulo, que para las  exportaciones significa el euro barato. Alemania es el país que en mejores condiciones está para aprovechar esta nueva situación, pues ya en estos  momentos, es uno de los líderes mundiales en materia de exportaciones. Los países del sur de Europa –Portugal, España y Grecia– tienen más rezago o más dificultades en ese campo.

Esta situación cambiaria del euro, que se mueve hacia la igualdad con el dólar, no ha sido ajena a las  decisiones de política  monetaria que ha venido implementando el Banco Central Europeo. Este organismo comenzó desde el 9 de marzo, un programa de compra de bonos o títulos de gobiernos e instituciones privadas, por un monto de 60 mil millones de euros al mes, lo cual implica lanzar a la circulación una cantidad inmensa de euros a la circulación en Europa y en el mundo, con la consiguiente rebaja de su precio con relación al dólar o a otras  monedas de reserva. El BCE ha anunciado, además, que mantendrá ese programa por lo menos hasta septiembre de 2016.

La contrapartida de un euro barato es un dólar caro, lo cual afecta negativamente a la economía norteamericana, que pierde con esta situación algún grado de competitividad comercial internacional. Pero dentro de  ciertos rangos manejables  y negociables es enteramente posible, que Estados Unidos y la Unión Europea crezcan juntos en el mundo contemporáneo, sin caer en más competencia que la que provenga de los incrementos de productividad de sus respectivas economías. Es decir, sin caer en devaluaciones compensatorias o retaliativas, que se sabe claramente que terminan por arruinar a todos los participantes.

El dólar caro afecta también a los países latinoamericanos, que han visto devaluarse sus propias monedas locales en el transcurso del presente año, con la consiguiente presión inflacionaria; pero con algún desestímulo para las importaciones y  estímulo para las exportaciones de aquellos productos cuyos precios que no se determinan internacionalmente en bolsas o mercados, en los cuales los pequeños países productores tiene poca influencia.

Toda esta situación muestra una economía internacional, que no se limita a crecer o a decrecer, sino que se reformula y se transforma al calor de cada uno de sus períodos de crisis o de bonanza. Desgraciadamente, muestra también una América Latina que sigue siendo altamente pasiva, receptiva o dependiente de lo que suceda en los países desarrollados del mundo contemporáneo.

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