La capacidad negociadora del Mercosur

La capacidad negociadora del Mercosur se ha demostrado escasa en los últimos años, pues no ha logrado cerrar acuerdos comerciales suficientemente amplios con los principales actores del comercio internacional contemporáneo, especialmente con la Unión Europea –con quien lo ha intentado– y mucho menos con Estados Unidos, con quien hace mucho rato que no hay negociaciones de ese tipo.

Si esto es así, no se debe a que el Mercosur no sea un socio atrayente para varios de los bloques en que es posible dividir hoy en día la geografía comercial internacional, sino fundamentalmente a que las divergencias internas del propio Mercosur le impiden tomar decisiones en este campo. Más aun, con el ingreso de Venezuela a este bloque sub regional, la situación se complica cada vez más, por un lado, porque nuestro país ha dejado claro, cada vez que ha podido, que no le interesan los tratados de libre comercio con nadie, y por otro, por cuanto la situación irregular en que Venezuela entró al grupo, genera un cuadro en el cual los interlocutores a nombre del MERCOSUR, no quedan claros para ningún actor serio del mundo contemporáneo.

El Mercosur, a lo pocos años de haberse creado, hizo dos negociaciones comerciales relevantes: por un lado negoció un TLC con Chile, que ha implicado que, en la práctica, hay libre comercio, sin mayores problemas,  entre este país y los cuatro socios originarios del Mercosur. Por otro lado, el Mercosur realizó una interesante negociación con los países de la Comunidad Andina –el Acuerdo de Complementación Económica número 59– mediante el cual se camina hacia el libre comercio entre los países firmantes, pero con velocidades diferentes para cada par de países de entre los dos bloques regionales.

ACUERDOS SUBREGIONALES

Ese acuerdo, aun cuando todavía no ha culminado -en términos de que el proceso de desgravación está en pleno desarrollo- funciona normalmente y avanza en forma  inexorable hacia una situación en que no habrán aranceles en la abrumadora mayoría de los intercambios entre ambos bloques sub regionales. En la práctica, toda la América del Sur, excepto Guyana y Surinam, quedarán sin aranceles recíprocos a fines de la presente década.

Sin embargo, esa apertura hacia el libre comercio regional no es suficiente para un país como Brasil, que quiere y puede ser un actor de las grandes ligas del comercio internacional contemporáneo. En otras palabras, Brasil aspira a establecer acuerdos comerciales que permitan a  sus mercancías gozar de preferencias arancelarias en los grandes mercados mundiales, y abrir su propio mercado a la competencia correspondiente. Pero no puede hoy en día establecer negociaciones por separado, pues los acuerdos intra Mercosur se lo impiden. En esa medida, el Mercosur se convierte, cada día más, en una piedra ataca al cuello de Brasil, que le impide nadar con soltura en las aguas de la economía y del comercio mundial.

Las soluciones que se presentan frente a esta situación son varias, pero hay dos que parecen ser las más relevantes. Por un lado, la posibilidad que el Mercosur actúe como lo ha hecho la Comunidad Andina, en que cada país ha sido autorizado a negociar por su cuenta tratados de libre comercio con terceros países. Eso es lo que le ha permitido a países como Perú y Colombia, negociar bilateralmente con China, con Estados Unidos o con Europa, con independencia de lo que piense Ecuador o Bolivia al respecto.

ACE 59

La otra posibilidad es que se tome como modelo el ACE 59, y se camine hacia una negociación aparentemente global, pero que en el fondo implique que cada país negocie una velocidad distinta en su proceso de apertura hacia los países europeos. Unos podrían así negociar a una velocidad elevada, que sea verdaderamente significativa, y otros podrían negociar una velocidad tan lenta que casi parezca que están detenidos. Eso permitiría salvar al  Mercosur y salvar al mismo tiempo a Brasil, para quien el mero ámbito regional no parece ser el espacio suficiente para su desarrollo como potencia en el siglo XXI.

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