*La destrucción universitaria*

Por Orlando Arciniegas | enero, 2022

Venezuela, gracias a sus riquezas naturales y a una eficiente gestión pública, a la que no le faltaron altos y bajos, pudo cumplir durante el siglo XX una ingente tarea modernizadora. En un tiempo, pudo ser uno de los países más prósperos y de mayor crecimiento. En él, bajo el concepto de una educación pública y gratuita —heredado del siglo XIX—, se pudo cosechar un gran desarrollo de la educación, coronado por un vasto y complejo sector universitario, igualmente público y gratuito, que dio cabida a amplios sectores de la población que, mediante la educación, fueron promocionados e incorporados a los sectores medios de su sociedad.

A este sector público universitario lo caracterizó la construcción de amplias y cómodas instalaciones educativas, un gran crecimiento de la matrícula universitaria y la formación de un capacitado profesorado, que, en sus mejores tiempos, contó con remuneraciones satisfactorias, amplia seguridad social y planes de formación de cuarto y quinto nivel. Durante mucho tiempo las universidades públicas del país fueron una admirable referencia académica y el sostén de la gran producción de profesionales universitarios para mantener y hacer avanzar los procesos de modernización y progreso de la sociedad venezolana.

Hoy, de todo aquello, no queda sino la nostalgia del ayer. En una política que no vacilamos en calificar de sistemática, discriminatoria y atentatoria para con el sector público universitario venezolano, se ha producido su completa precarización. Sin verdaderos presupuestos, la inversión educativa es impensable. Las cómodas instalaciones han sido dejadas casi a la intemperie, y al alcance de las manos saqueadoras y destructoras del hampa. Con absoluta tristeza e impotencia hemos visto desaparecer invaluables bienes universitarios. Por otra parte, la tragedia de su profesorado no puede ser mayor. El mejor de los ingresos universitarios, los correspondientes a los profesores titulares, todos ellos con títulos de posgrado, no alcanza en estos momentos a los dos dólares diarios, que la ONU considera el límite de la pobreza extrema, la mayor pobreza. A ellos también se les ha privado de la seguridad social del pasado, dejándolos expuestos a ser víctimas fáciles de enfermedades y sus secuelas.

¿Qué se busca con ello? Si las remuneraciones salariales están por debajo de los dos dólares diarios, que ni siquiera cubren los gastos mínimos de alimentación diaria de una sola persona, para no hablar del grupo familiar, debemos concluir, con la mayor crudeza, que estamos en presencia de una franca política de exterminio de un grupo social que, en otros países, por su gran contribución social es objeto de cuidados y atenciones. Pero que en Venezuela, por razones que aún no logramos entender, y que consideramos completamente injustas, está siendo objeto de un cruel maltrato, que está dejando su saldo en víctimas a causa de la desnutrición, las enfermedades y la desolación que produce ser objeto de un _pogromo_ en su propio país, en gran parte promovido por parte de sus más altas autoridades públicas. ¡Pedimos justicia!