La dimensión ética y moral del liderazgo en la gestión pública

“Un buen gobierno es aquél que desde la fidelidad
y el respeto a la normativa constitucional, elegido
democráticamente tras la expresión honesta de

su concepción de lo que entiende como positivo para
su territorio y sociedad, ejecuta de forma eficaz,
eficiente y responsable su programa”

V. Camps,

Los especialistas en el estudio de la estructura de las organizaciones públicas han reiterado que en esos contextos hay dos estamentos: 1- el político; y 2- el profesional o de la gerencia, y ambos deberían funcionar como dos engranajes perfectamente sincronizados.

En algunos casos, como la construcción y culminación de obras civiles, que pide más de un período constitucional de gobierno, el correcto funcionamiento y sostenibilidad de una gestión pública y democrática al servicio de los ciudadanos exige la independencia partidista y profesionalización de ésta. La diferenciación entre política y gestión y sus ámbitos de actuación implica la existencia de dos tipos de agentes y, por tanto, dos clases de liderazgo: los políticos y los profesionales de la gerencia. En otros casos, donde el logro debe ser cónsono con el ideario partidista: no hay espacio para tal independencia.

Los líderes o directivos públicos (tanto políticos como estratégicos, tácticos y operativos) debieran serlo sólo en razón de su capacidad gnoseológica y técnica, por su especial concienciación e implicación por el servicio público y la búsqueda del bienestar social, por sus valores y concepción ética respecto del cargo público, responsabilidad, honestidad, integridad, compromiso, y su facultad para integrar en su gestión aspectos como calidad del servicio, moral  en su comportamiento y en sus relaciones con todos los agentes (las personas, los ciudadanos/clientes, responsables políticos, grupos partidistas, proveedores, aliados, otras organizaciones, etc.), respeto a la legalidad y los derechos humanos, búsqueda continua del bienestar social y la defensa de los más necesitados, concientización por la defensa del medio ambiente, la prevención de los riesgos laborales, etc; y ser capaces de evaluar, ser conscientes de la trascendencia, y ser responsables de los posibles impactos o repercusiones de la actividad de la organización y de sus propios actos y decisiones sobre todos los posibles agentes o “stockholders”.

Asimismo, deben transmitir y promover entre el factor  humano un espíritu de servicio público a la sociedad y la orientación al ciudadano como valor fundamental de su trabajo y razón de ser de la institución, prestando especial hincapié en la búsqueda del bienestar de las personas que integran la misma, desempeñando un papel de establecedores e impulsores de valores éticos y principios consensuados fundamentales de la cultura y actuación institucional pública, sin olvidar el papel y responsabilidad social del organismo: piedras angulares de la misión, visión y estrategia del mismo.

Así, existirá coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace por parte de la dirección, que deberá someterse a control y rendir cuentas a la sociedad por sus actuaciones.

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