La Doble Hélice

El título del presente artículo nada tiene que ver con la curiosísima forma del ADN del que estamos constituidos los seres vivos. No. Procura enfocar otro aspecto no menos importante de nuestro acontecer como nación. Hasta para el más desprevenido es meridianamente cierta, la necesidad que tiene Venezuela de un profundo, racional y concertado cambio en todas las esferas y vértices que la surcan, de alguna manera es primordial el descifrar los mecanismos para trabajar con esa estructura celular, para poder obtener resultados auspiciosos y justos para todos.

Necesitamos, a no dudar, un cambio de rumbo que nos lleve a un estado “B”, consciente, como estamos, que el estado “A” no satisface a la mayoría. En apenas unos 37 años seremos, de acuerdo a las proyecciones realizadas, unos cuarenta millones de venezolanos, con lo que muchos de nuestros problemas actuales serán geométricamente multiplicados, si no hacemos algo en el hoy, en estos años de siembra para poder cosechar lo que deseamos. Es en este particular en el que hay que hacer un énfasis enorme para proyectar esos resultados con solidez y sostenibilidad, es en este contexto en el que cobra valor un esquema de doble hélice. Hasta el hartazgo hemos dicho en estas páginas, lo vital del aspecto educativo, y éste la base de este emprendimiento dual, que debe abocarse a la tarea, por un lado, de crear las condiciones necesarias para que se generen, a través de clusters y métodos afines, la mayor cantidad posible de pequeñas y medianas industrias privadas (tanto en el procesamiento de nuestras materias primas como de nuevas aplicaciones, en las que la creatividad deberá llevar la batuta) y por el otro, el vasto proceso de trabajar con las comunidades y familias para la creación de un ingente cúmulo de miniempresas, que faciliten la construcción de todo tejido económico productivo y de desarrollo social.

Esta doble hélice debe ser el producto de análisis y acuerdos, de transparencia y visión de futuro, en el que, por ejemplo, el desarrollo a las familias no se circunscriba a los créditos y asistencia técnica adecuada, sino que vaya más allá, que comprenda la dotación de viviendas dignas para los grupos objetos del vasto proyecto. Michael Rowán, en artículo titulado “Hacia arriba” (El Universal, 8 de enero de 2013), apuntaba: “las familias venezolanas de escasos recursos podrían convertirse en clase media con una inversión de 48 millardos de dólares en equipos, pequeñas empresas, créditos hipotecarios y educación”. Rowán, recalca que la clave para crear riqueza de abajo hacia arriba es esa y no otra. ¿No es acaso vivir mejor tanto en lo material como lo espiritual, el anhelo de todos nosotros?

Tener recursos no es como se ha tratado de vender pérfidamente, algo malo o censurable, es la palanca que nos permite acceder a un país más próspero y justiciero, a una nación con generaciones más preparadas y con empleo decente y pleno; es vencer la pobreza castrante y dejar atrás las calamidades que como enredaderas se cruzan en ese aciago tronco del subdesarrollo económico y espiritual.

Revertir el actual estado de cosas, pasa por la adopción de un modelo tipo doble hélice, que por cierto en países como Brasil ha rendido muy buenos frutos. Venezuela debe colocarse en lisa para afrontar esta difícil situación que padece y que no tiene por que proseguir.

El país nacional reclama por un plan de largo aliento que tenga como estructura medular esta doble hélice, a partir de allí los otros segmentos tales como infraestructura (puertos, aeropuertos, carreteras) , seguridad, sistemas carcelarios, investigación, etc., irán armonizándose y tomando debida forma.

Debemos echar mano de nuestros especialistas para ir conformando esta puerta al mañana, para poder dotar de base cierta a esos 40 millones de connacionales, a sus hijos y sucesivos descendientes.

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