La enfermedad invisible: la tensión

(Extraído de consumer.es) La enfermedad cardiovascular, una de las mayores amenazas para la salud en los países occidentales, se ha convertido en una prioridad sanitaria por su elevado impacto económico y social. Habitualmente, las estrategias de prevención abordan los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, hiperlipemia, tabaquismo y diabetes) de forma individualizada, aunque en realidad es frecuente que se presenten de forma combinada. De ahí que aumente la tendencia entre los expertos de buscar un enfoque conjunto para plantear la prevención y el tratamiento.

De todos los factores de riesgo, el control de la hipertensión arterial (HTA) es el que está reclamando mayor atención en la actualidad. Sin apenas síntomas al principio o poco específicos cuando empieza a manifestarse, la HTA se anuncia en forma de cansancio, dolores de cabeza, mareos al cambiar de posición o levantarse, zumbido de oídos o alteraciones de la visión. Con el paso del tiempo, si no hay control, va minando la integridad de riñones, retina, corazón y arterias. Puede causar una cardiopatía hipertensiva, aneurismas (rotura de vasos sanguíneos), nefropatía hipertensiva o accidente vascular cerebral o ictus. Las cifras indican que entre un 10% y un 20% de la población adulta en los países occidentales padece HTA.

Diagnóstico no tan sencillo

Aunque parece simple llegar a un diagnóstico de HTA, en la práctica no resulta tan sencillo ya que, además de la variabilidad de las cifras tensionales a lo largo del día, pueden registrarse elevaciones ocasionales y transitorias. Para atinar con el diagnóstico, se realiza una toma de tensión a la semana durante dos o tres meses, siempre en las mismas condiciones. Si, pese a todo, se mantienen las dudas se recurre a un registro continuo mediante un aparato portátil que registra la TA a intervalos de 30 minutos durante 24 horas.
Como norma general, se aceptan como límite unas cifras por encima de 160/95 mmHg, aunque se han fijado diferencias regionales en función de factores ambientales y genéticos. Las cifras tensionales, además, están sujetas a variaciones durante el día y tienen un ritmo nictameral, es decir, son más altas por la mañana, disminuyen ligeramente durante el día y aún más por la noche. El esfuerzo físico, el frío, el dolor, el miedo o situaciones de tensión psíquica como conducir, hablar en público o discutir, pueden elevar transitoriamente la tensión arterial. Eso sin contar la propia medición: el mero hecho de acudir a la consulta produce una reacción de alerta que tiende a elevarla, que se normaliza tras reposar un poco y repetir la toma un par de veces.
El conocimiento de que la HTA es esencial (se desconoce el mecanismo que la origina) o secundaria es fundamental para su control y tratamiento. En la secundaria suele identificarse una causa desencadenante (enfermedades renales, exceso de función de algunas glándulas endocrinas) que habrá que tratar para normalizar los niveles tensionales.

Dieta, ejercicio y medicación

El tratamiento de la HTA se basa en unas medidas higiénico-dietéticas básicas: dieta, ejercicio y medicación. La dieta está destinada a reducir el peso, incrementar el consumo de verduras, frutas y hortalizas y disminuir el consumo de grasas saturadas y de sal. Asimismo, un programa de ejercicio aeróbico, adecuado a la edad y a las circunstancias y siempre después de una revisión médica, ayuda a fortalecer el corazón, a bajar peso y a controlar la tensión arterial.

La prescripción de medicamentos debe ser exclusiva del médico y es frecuente, al inicio, que haya que efectuar cambios de tratamiento hasta encontrar las dosis y el fármaco adecuado. Es común que la HTA vaya ligada a cifras de colesterol elevado, lo que a la larga dificulta el cumplimiento terapéutico.