La fatídica predicción de Maduro

DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL – Si algún seguidor incondicional del presidente Hugo Chávez conoce a pulso el perfil de las «hienas del poder» que rondan o llaman a Miraflores desde este último periplo hiperbárico a Cuba, sin lugar a dudas ese debe ser el actual vicepresidente Nicolás Maduro, uno de los pocos privilegiados con conocimiento de causa sobre la verdad oculta de la enfermedad del mandatario nacional y de quienes pretenden aprovecharse desde los entretelones del PSUV, de cualquiera de las circunstancias aciagas que tanto se comentan por estos días a falta de una información oficial veraz.

Desde el Zulia, varios analistas han colocado sobre el tapete del debate electoral el creciente número de «reclutados» con el cual el candidato oficialista, Francisco Arias Cárdenas, hace alarde a escasos días para los comicios del 16-D. Figuras sin liderazgo local que saltaron la talanquera a fuerza de argumentos en metálico.

Se trata de un puñado de dirigentes medios y bajos de UNT, AD, Copei y el MAS, que de forma intempestiva comienzan a tener responsabilidades de importancia dentro de las filas del nuevo comando de campaña, por encima incluso de la militancia cerrada del PSUV, que el pasado 7 de octubre logró sumar los votos del triunfo al máximo líder revolucionario.

El periodista Darwin Chávez planteó hace pocos días una teoría bastante interesante en su columna «Verdades y rumores», sobre este reclutamiento desesperado y una supuesta estrategia que pondría en marcha de forma inmediata el candidato oficialista, en caso de ganar los comicios el próximo 16-D: «Si logra la victoria hará un deslinde total con Chávez y el PSUV, ya que no estaría dispuesto a hacer gestión bajo los parámetros del actual proceso. Sólo le interesaría fortalecerse en el Zulia y convertirse a medio camino en una opción para una posible transición. Por eso se rodea de personajes pragmáticos fuera del chavismo».

Es importante recalcar que a pesar de haber logrado el perdón de Chávez, Arias siempre se consideró a sí mismo como el verdadero cerebro detrás de la rebelión y el protagonista natural de los sucesos del 4-F al haber logrado sus objetivos. En el juramento en el Samán de Güere las principales figuras habían acordado compartir el liderazgo y el poder. El carisma y la forma como asume ese poder el propio Chávez no dejó paso a ninguna otra figura del status quo revolucionario.

Apenas sale en libertad, Arias muestra una predilección inmediata por los cargos públicos y hace gestión junto a Acosta Chirinos y Diosdado Cabello en el Programa de Alimentación Materno Infantil del gobierno de Rafael Caldera. De allí irrumpe contra el liderazgo de la criminóloga Lolita Aniyar de Castro y recluta a sus propios adeptos para su causa entre gallos y medianoche.

Arias nunca mostró predilección alguna por el socialismo desde que en 1996 asumiera la magistratura regional, cobrando por adelantado su fama como figura de la asonada del 4-F. Por el contrario hizo gobierno primero que Chávez de la mano de figuras de la cuarta república y de partidos dispares como Copei y La Causa R, así como otros partidos regionales que marcaron diferencias y se distanciaron del chavismo desde el propio inicio de este proyecto revolucionario en 1998.

Apoyó al mismo tiempo a Irene Sáez y a Chávez sin ningún rubor y sin tomar verdaderamente en cuenta a su compañero de asonada, hasta que comienza a liderar las encuestas 2 meses antes del 6-D de ese año.

Ya lo predijo en su momento de forma fatídica y sin perderle pisada, el actual vicepresidente Nicolás Maduro, cuando fungía como director del Comando Táctico Nacional del MVR: «Arias Cárdenas tiene un antichavismo disfrazado. Su dispersión y falta de proyecto de país no dice nada. Sucede que Arias Cárdenas recogió un conjunto de sectores que de manera oportunista trataron de anotarse en una opción para sus intereses particulares. Arias no tiene un proyecto, tiene una ambición de poder enfermiza que lo ha llevado a envidiar la actuación pública de Hugo Chávez». (Panorama 17 de junio de 2000).

«No hay que fiarse de quien ha violado una vez su palabra», decía Shakespeare para alertar a aquellos que no escarmientan de sucesos pasados y sucumben una y otra vez a los engaños de quienes tienen siempre esa idea fija rondando en su cabeza y gustan de estar cerquitica del poder, no precisamente para entregar viviendas y ayudar a los más necesitados en nombre de un socialismo que les luce falso, sino para esperar una mejor oportunidad.

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