La Felicidad (I)

“Si te quedara una hora de vida y
sólo pudieras hacer una llamada
¿A quien llamarías, qué le dirías, ..
.y qué estás esperando?
S. LEVINE

Cuando leí esta cita un poco antes de la Navidad de 2002 asaltaron mi mente muchas inquietudes producto de mi mente racional: ¿a quién llamar? ¿cómo definir mis prioridades? ¿dar rienda suelta a mi corazón? ¿y qué pasa con los que dejo fuera? ¿soy justo? Pero en mi ambivalencia lo que realmente estaba haciendo era evaluar mis opciones dentro de mis propios paradigmas, de distribuir una torta de tamaño finito que tenía que repartir y no sabía cómo; estaba “pensando dentro del marco”, yo mismo me había puesto mis propias limitaciones.

Entonces recordé la anécdota de Picasso. Picasso colgaba torcidos todos los cuadros en su casa. Cuando le preguntaron por qué, contestó: “Si los cuelgo derechos la gente no se fija mucho en ellos, o si se fija es en el cuadro, no en la pintura, se mete dentro del marco. Si los cuelgo torcidos la gente deja de ver el cuadro y se concentra en su relación con el entorno y en su contenido, en lo que yo quiero transmitir”.

Entonces le hice la pregunta a mi nietecito Pedro Luis que entonces tenía 5 años y había llegado a pasar las navidades con nosotros. Sin pensarlo mucho él me contestó: “Yo llamaría a Dios, Abuelo TA” ¿porqué? le pregunté, y él me contestó haciendo esos gestos tan característicos con sus manos: “¡Porque una hora es muy poquito, Abuelo TA, tengo que llamar a mucha gente!” Que cosas tan profundas enseña la inocencia y la ausencia de limitaciones que nos imponemos o nos son impuestas durante la vida.

Que bonito es tener que llamar a mucha gente para acordarse de ellos y decirles te quiero; para fortalecer nuestras relaciones, para disfrutar en familia, para ayudar a quien necesita de nosotros. Ese año perdí a un querido amigo, pero hoy siento que no lo perdí, sencillamente se nos adelantó un poco; compartimos muchos momentos de felicidad, disfrutamos juntos desde nuestra niñez. Ese año recuperé a un hermano que casi tenía olvidado, ese año tuve la dicha de compartir mucho con mi nietecito Andy y descubrir su belleza interior, que debido a la enfermedad de mi esposa Esther no había podido hacer en años anteriores y ese año nació Isabel Elena, mi preciosa y reilona nietecita. ¡Que año tan feliz!

Una de las citas más profundas acerca de este tema viene de Alfred D’Sousa, quien dijo: “Durante mucho tiempo me pareció que la vida estaba por comenzar la verdadera vida pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que hacer primero, algún asunto que se nos quedó, rebajar unos kilos, una visita que hacer, …entonces comenzaría la verdadera vida. Hasta que me di cuenta que esos obstáculos eran mi vida” No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.

¿CUÁNDO SER FELICES?

“Cuando descubra un hombre verdaderamente feliz, lo encontrará construyendo un bote, escribiendo una sinfonía,educando a un hijo, cultivando flores raras, o buscando huevos de dinosaurio en el desierto.

No lo verá buscando la felicidad desesperadamente, como a un botón que se ha caído bajo la mesa,
o luchando a brazo partido como si esa fuera a única meta.

Esa persona se dará cuenta que es feliz mientras vive intensamente las 24 horas de cada día”.

W. BERAN WOLFE.

El dinero ayuda a la felicidad pero no la compra. La felicidad viene de la íntima satisfacción de sentir que estas haciendo lo que debes hacer y disfrutando de hacerlo. Una de esas personas que vivió este drama fue Wally Amos cuando en la cima de su éxito al frente de su empresa FAMOUS AMOS COOKIES pensó que la felicidad era tener muchísimo dinero, y vendió su empresa por una cifra astronómica, sólo para aprender después que no era el dinero lo que lo hacía feliz, sino su propia identidad y el placer de llevar sus galletas a la gente y sentir que estaba haciendo algo importante; nos comenta Amos: Sin duda, muchos de nosotros hemos aprendido el neurótico arte de pasar nuestra vida preocupándonos de una variedad de cosas, todas al mismo tiempo. Permitimos que nuestros problemas pasados y preocupaciones futuras dominen nuestro presente, volviéndonos ansiosos, frustrados, depresivos y carentes de esperanza. Posponemos nuestros momentos de alegría, nuestras prioridades y nuestra felicidad, convenciéndonos que «algún día» será mejor, pero la misma dinámica mental que nos dice que miremos al futuro hace que «algún día» nunca llegue.

El Dr. Richard Carlson, en su libro DON’T SWEAT THE SMALL STUFF nos pregunta: ¿Porqué posponemos tanto la felicidad? Es triste que muchos de nosotros con frecuencia posponemos nuestra felicidad en forma indefinida. No es que lo hagamos conscientemente, pero constantemente nos auto convencemos que “algún día seremos felices.” Lo que en realidad estamos haciendo es construir barreras a nuestro alrededor, encerrarnos en una torre de marfil en lo más alto del edificio y guardar la llave del ascensor.

Nos decimos a nosotros mismos que seremos felices cuando terminemos de pagar todas nuestras deudas, cuando terminemos el colegio o la universidad, cuando mi papá me entienda, cuando nos graduemos, o consigamos nuestro primer trabajo, o logremos el primer ascenso. Nos convencemos que la vida será mejor cuando nos casemos, cuando tengamos nuestro primer hijo, y luego el próximo, cuando seamos abuelos. Entonces nos frustramos porque nuestros hijos no son lo suficientemente maduros y que seremos más felices cuando alcancen esa madurez. Luego nos frustramos porque los muchachos llegan a la adolescencia y tenemos que batallar con ellos. ¡Seguro que seremos felices cuando la adolescencia quede atrás! Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando nuestra esposa al fin deje de quejarse y organice su vida, cuando compremos un carro nuevo, o hagamos ese viaje tan esperado, o nos jubilemos y tengamos “todo el tiempo para nosotros.” La realidad es que no hay mejor momento para ser felices que hoy.

Si no es hoy ¿Cuándo? Hace poco en una fiesta en su colegio, le dijeron a mi nieto Andy que podría pedir un deseo y se le concedería. Ni corto ni perezoso, Andy dijo que su único deseo era que le dieran 10 deseos más porque un sólo deseo no le iba a alcanzar. Entre los 10 que pidió, uno era que su Abuelo TA viviera con él en Boca Ratón, y otro tener mucho dinero para dárselo a su papá para que no tuviera que trabajar y pudiera ser un “Home Dad” (uno de esos papás en las familias donde la madre trabaja y el padre se ocupa de la casa). Esas eran las cosas que él sintió en ese momento que lo harían feliz. Cuando yo tenía 4 años, recuerdo que yo asociaba la felicidad con tener muchísimo dinero para comprar todas las revistas de comiquitas que quisiera.

Nuestra evolución, aprendizaje y vivencias, y la forma como ellas modelan nuestras percepciones hacen que la felicidad a los 5 años no sea la misma a la que aspiramos a los 40 o a los 60; pero una cosa es cierta, en todas las etapas, solo alcanzamos la felicidad cuando aprovechamos las oportunidades para ser felices.

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