La gestión de la calidad y competitividad

La pertenencia al grupo MERCOSUR implica la oportunidad de ganar nuevos mercados y ampliar nuestras exportaciones, incluso las no tradicionales, pero también habrá que enfrentarse a las claras amenazas de competitividad de los productos de los otros países. Por lo que se hace necesario trabajar en conjunto para mejorar la calidad de la gestión y producir con menores precios y por lo tanto mejores condiciones de productividad y competitividad.

Bien lo ha dicho, Pérez Bonetti colaborador de nuestra revista que, Independientemente del camino que tomen las economías regionales en América Latina, los sectores empresariales e institucionales de nuestros países deben adoptar, en el corto plazo, criterios internacionales y normalizados de calidad en su gestión. Ese es sin duda un muy importante primer paso para el desarrollo y aprovechamiento de las ventajas comparativas de cada país en el escenario internacional.

Es cierto, que para que el proceso se afiance y se produzca una modificación profunda en la cultura de las empresas deberán pasar varios años, pero esto no significa que durante todo ese tiempo no se vayan poniendo de manifiesto las ventajas del mismo. Poco después de iniciado el camino de mejora ya deberían observarse los progresos, lo contrario sería un síntoma que la aproximación adoptada no es la más correcta.

Con relación a la Calidad, más allá de la Certificación se observa el extraordinario número de libros, artículos, cursos y noticias que versan sobre este tema. No obstante, pese a tan copiosa información, aun prevalecen ciertas concepciones erróneas y gran confusión sobre el tema. Todavía son muchas las empresas que consideran que se trata de una moda pasajera que no les incumbe, o que buscan únicamente una Certificación de Calidad para lucir en sus catálogos. Otras fracasan al implantar Procesos de Mejora mal enfocados y superficiales, basados en ideas incorrectas, que acaban siendo abandonados con la consiguiente frustración y el convencimiento de que todo el movimiento acerca de la calidad no sirve para nada.

Sin embargo, nadie discute que la mejor forma de operar en una empresa es hacer correctamente, a la primera, y con el menor consumo de recursos, las actividades necesarias para satisfacer cada vez mejor a los clientes, internos y externos. En eso consiste precisamente un proceso de Gestión Integral de la Calidad. Se trata de mejorar continuamente cada una de las tareas que se llevan a cabo en una empresa y, de este modo, lograr que sea cada vez más competitiva.
Por otro lado, no tienen sentido las prisas en la búsqueda de la excelencia ya que se trata de un camino sin fin. Mientras exista la empresa, mientras tenga clientes y proveedores, cree nuevos productos, siempre habrá cosas que mejorar. La gestión total de la calidad exige un compromiso a largo plazo ya que es una manera nueva de hacer las cosas que lleva aparejada la aparición de una cultura corporativa completamente nueva.

Un proceso de mejora de la calidad debe ser emprendido a conciencia, con un planteamiento completo en el que no se quede al margen ningún ámbito de la gestión empresarial, con un conocimiento profundo de los enormes cambios que va a implicar en la actividad de todos y cada uno de los miembros de la organización, con un compromiso firme y a un plazo indefinido para buscar continuamente la mejor forma de desempeñar el trabajo diario, y con la seguridad de que todos los esfuerzos y recursos consumidos se verán sobradamente compensados si el proceso se implanta con seriedad.

Esta claro que, Venezuela en los últimos años, se ha mantenido peligrosamente a la zaga en comparación a otras economías emergentes de la región, en cuanto a la certificación de los sistemas de gestión de la calidad y las prácticas de gestión a todos los niveles; de hecho, es de los pocos países de la región que no cuenta con un premio a la excelencia reconocido, quizás porque no ha sido alentado por el gobierno y el sector industrial empresarial que son los llamados a valorar estas iniciativas de mejora. Esto, sin duda, ha hecho perder importantes oportunidades de modernización de los procesos de gestión pública, ha eliminado oportunidades de promoción de empresas nacionales en el ámbito internacional, y ha disminuido sustancialmente la captación de más y mejores inversiones extranjeras. De manera que, no queda otra que encender las baterías en relación a esta importante temática y organizarnos para sacarle provecho al proceso de integración.