La infidelidad, la pareja, los hijos, el amor y los conflictos

La pareja se forma cuando el TU y el YO se transforma en un NOSOTROS, desde allí la gente se junta para trabajar en equipo, sin embargo, el amor solito no es suficiente para mantener a dos seres unidos, al amor deben sostenerlo varias columnas, como la de la comunicación, el respeto, el afecto, el compartir, la confianza, la fidelidad, tolerancia, comprensión, entre muchas otras. Cuando alguna de estas columnas sufren daños (no es de un día para el otro, se toma tiempo para que se dañen) entonces ese daño impacta al amor y comienza el desgaste. En pareja debemos aprender que la responsabilidad es compartida en 50% y 50%, ¡ni uno más ni uno menos! Repito: ¡Ni 1% más ni 1% menos! 50-50! Incluso en la infidelidad esa regla se cumple: ¿qué buscamos afuera que no tenemos adentro de la relación?

Ambos necesitan hacerse responsables de lo sucedido y dejar de sentirse culpables, cuando la infidelidad sucede. Es diferente asumir responsabilidad que vivir con la culpa. La culpa es el sentimiento más inútil y estéril que existe, sólo sirve para manipular. De hecho, es el mejor invento de los padres y la política para manipular. Cada uno es responsable de lo que ha pasado. Si bien es cierto que la comunicación es lo más importante, ya que antes de ser infiel deberíamos decirlo, también es cierto que no tenemos la suficiente madurez y asertividad para hacerlo. En nuestra cultura, el hombre es más permisible que la mujer para ser infiel; sin embargo, la mujer hoy día está a la par. Ambos tienen la misma potencialidad de ser infieles. El asunto no es preguntarse: ¿por qué pasó? Lo más importante es preguntarse ¿PARA QUÉ PASÓ? Muchas veces las infidelidades destapan una crisis de pareja que tiene muchos años y cuando se descubre se abren las heridas ocultas, se evidencian los problemas de comunicación y en el mejor de los casos, este conflicto conlleva a la toma de decisiones. Podríamos decir que a veces una infidelidad salva una relación de pareja. Esto es muy duro de entender pero así ha sucedido en múltiples oportunidades.

En mi práctica como psicoterapeuta de parejas, he visto que el problema de la infidelidad no es el contacto sexual con un tercero o una tercera. Es la mentira lo que hace estragos en el proceso. La traición que genera el dolor se basa en la negación del hecho, una negación que por lo general es sostenida en el tiempo, haciendo sentir como loco o loca a quien acusa y denuncia el hecho. Allí es donde la confianza se pierde y la relación sufre de una manera importante. Cuando se tienen hijos no podemos hipotecarles los problemas de los adultos. Mucha gente me dice en mi consulta: “por mis hijos, no me separo”, y eso es terrible porque es colocarles un peso encima de sus hombros que no les corresponde. Lo más coherente que se le puede enseñar a un hijo, es que si sus padres se dan cuenta que no se aman o no pueden estar más juntos, lo sano es separarse. Así papá y mamá son y serán mejores personas. Eso es lo correcto que debemos enseñarles a los hijos, porque así cuando crezcan, ellos sabrán terminar una relación que les hace daño y no tendrán que quedarse PEGADOS en un infierno, de un amor patológico que les desgasta la vida, todo porque eso fue lo que vieron y aprendieron en su casa.

A los hijos se les debe dejar fuera de los problemas de los padres. En especial, no usarlos de mensajeros entre un progenitor y el otro, o peor aún, involucrarlos en las aventuras psicopáticas detectivescas de ella, cuando persigue a su marido para descubrirle con las manos en la masa. Todo esto con la hija o el hijo al lado: “para que vea lo perro que es tu padre”. Este es el peor hecho que he escuchado en mi consulta, de muchos otros sórdidos escenarios que he presenciado. Es altamente inadecuado como padres, involucrar a los hijos en las conductas irresponsables y, muchas veces, inmaduras de los progenitores. Estamos claros que los hijos no deben opinar sobre los problemas de los padres, ni nos debe martirizar lo que sientan los hijos, al punto de usarlos como excusa para no tomar decisiones.
Lo que sienten los niños ante una separación de sus padres es dolor, miedo y confusión. Esto sucede, porque muchas veces no hablamos con ellos y creemos que les hará más daño, si les decimos que papá y mamá ya no pueden estar más juntos, que la gente se separa a veces para ser mejores personas; pero hay algo importantísimo que se les debe decir: “que papá y mamá los amarán siempre, que estarán allí para ellos en todo momento y que ellos no tienen NADA que ver con la separación”. Esto les da la seguridad de que tendrán siempre a sus padres, aunque estos se separen. Ningún hijo quiere a sus padres separados; sea la edad que tengan, siempre sufrirán y de ese dolor no los podremos salvar. Pero lo peor sería que, para evitarles el dolor, nos quedemos en una relación que nos haga daño, porque no seremos mejores padres ni mejores personas y con el tiempo el daño será mayor y con los años será irreversible. Cuando el conflicto está presente, es importante que se comuniquen, que se sinceren, sin sacarse los trapitos al sol (o la libreta de los asuntos pendientes por cobrar). Deben aprender a hablarse como adultos y decidir lo que quieren hacer.

Es natural que la pareja, a la que se le fue infiel, esté dolida por lo que pasó y para él o ella va a ser muy difícil, asumir su cuota de responsabilidad; es mucho más doloroso, en especial para el hombre, asumirse responsable por la infidelidad de su pareja, porque tendría que asumir que la abandonó, la maltrató, la mal usó o la descuidó, descuidando la relación y la expresión del afecto. Debemos dejar que la pareja procese su dolor, que haga todas las preguntas que quiera y responderle con la mayor honestidad posible. Imagínate que él o ella estén quemados en toda su piel, que tiene las burbujas de las quemadas de segundo grado por todo el cuerpo. Pues así es el dolor, no le puedes ni abrazar. Igual está la otra persona, la persona que fue infiel, y por lo general su dolor es más antiguo, porque desde hace mucho tiempo se ha estado desgastando su amor y no se ha atrevido a decir nada. Por esto ambos necesitan sanar primero para poder entender lo sucedido.

La pareja es como una empresa. El amor es la moneda y cada uno tiene una cuenta emocional que debe ser llenada. Si tú le llenas su cuenta emocional, entonces cuando le pidas retirar de la cuenta (un masaje, una cena, salir y compartir, un beso….), no habrá problemas…. Pero si él o ella no deposita en tu cuenta emocional, comenzará a estar sobregirado y llegará un momento en el que te canses de rechazar sus peticiones y la frustración aparecerá como la norma. (Es como intentar sacar dinero del cajero, cuando no se tiene real). No puedes retirar de una cuenta dinero que no tienes ahorrado. Así es el amor.

Pero lo más importante a entender es que el amor es una decisión. Es la decisión de mantenerme haciendo cosas para que mi pareja siga enamorada de mí. Y viceversa. Por mucho que ame a mi pareja, si ella deja de tener detalles conmigo, de compartir a solas conmigo, deja de comunicarse conmigo, me critica, persigue o grita todo el tiempo, mi amor comenzará a desgastarse y entonces, si no hacemos algo al respecto, terminaré por dejarle de amar…..Lo más terrible es que muchas veces la persona agresora no está consciente de que es parte del problema. La razón por la que dos personas no deben estar juntos es una sola: que el amor se muera. Una frase que nunca deberían olvidar los cónyuges es que el matrimonio es: “hasta que la muerte los separe” y no “hasta que la muerte DEL AMOR los separe”. Cuando el amor se muere, la separación es una decisión de UNO, no de dos. Ese viejo decir que expresa que “donde hubo fuego, cenizas quedan”, no es del todo cierto. De hecho, puedes probarlo. Coloca cenizas en un plato y enciende un soplete. El plato quedará calcinado y las cenizas saldrán volando. Quien no ama debe decidir adultamente, terminar la relación.

Amar no es costumbre ni hábito, ni nada de eso. Amar tampoco es una pasión desbordada que desespera si no se siente la piel del otro. Amar es la necesidad de estar refugiado en los brazos del otro, cuando la vida se pone difícil y sentir que no existe otro lugar ni otra persona con la que se quisiera estar. Amar es sentirse seguro en un abrazo, es sentirse identificado en un beso. Amar es la calma que queda después del encuentro íntimo y es no quererse mover de su lado, sino querer dormir para luego abrir los ojos y sonreír porque él o ella aún están allí. Amar es hablar con la verdad aunque duela y es trascender a los problemas para hacer ganar al amor. Cuando nos imaginamos el futuro y pensamos que es posible vernos con otra persona que no es mi pareja actual, entonces hay que revisar la relación, porque algo no funciona bien. Lamentablemente las parejas actualmente se divorcian por las razones equivocadas: porque ya no te aguanto, porque estoy molesto o molesta, porque me tienes cansado u obstinada, estoy hastiado, sola, frustrado, dolida, etc… Pero ninguna de esas son razones para divorciarse. Que el amor no exista en uno o los dos, es la razón correcta. Cuando uno decide divorciarse debe hacerlo en un estado de PAZ, donde ya no haya nada que reclamar, ningún asunto pendiente a resolver y el ciclo esté cerrado.

Cuando uno de los dos decide salir por la puerta para no volver jamás, debe hacerlo tranquilo, con paz, sin nada que reclamar. Es ahí cuando la gente puede divorciarse. No antes, no en pleno conflicto, no con dolor o por rabia. Porque cuando todo eso pase, es muy triste descubrir que aun se aman, una vez que todo ha terminado y el orgullo no les permita volver atrás y comenzar de nuevo.

Ahora bien, existe algo que yo llamo la separación terapéutica. Es una separación acordada por ambos y mediada por un psicoterapeuta, donde uno de los dos sale de casa por 3 meses. Durante ese tiempo se someten a psicoterapia y paradójicamente, en crisis, a veces hace falta estar solos, pensar en frío, descubrir si aún extraño a mi pareja o me extrañan, descubrir si aún existe amor. Si hay amor, se hace una reingeniería de pareja para que aprendan a ser felices y disfrutarse mutuamente. Si uno o ambos descubren que no hay amor, entonces de la separación pasan al divorcio; pero sin conflicto, sin traumas, en especial si hay hijos de por medio. Más aún, debe actuarse con madurez y mucha responsabilidad.

Lo primero es asumir la responsabilidad de nuestras vidas, asumir que la vida que tenemos actualmente la hemos construido nosotros y, nosotros y nadie más, ha permitido lo que nos ha sucedido. Cuando asumimos responsabilidad, entonces empezamos a ver la vida diferente y a sentirnos diferentes, porque aquel que vive siendo 100% responsable de su vida ¡ya no culpa a nadie, ya no se queja de nada!

Fuente: http://www.crisisonline.blogspot.com/