La inflación promedio en los países de la Unión Europea alcanzó un nivel de 6.2 % en febrero del 2022, en comparación con la situación imperante en el mismo mes del año anterior. Entre los mismos meses, el incremento de precios de la energía ha sido de 32 %. En los Estados Unidos la inflación en el mes de febrero fue de 7.9 %, en comparación con febrero del año 2021. Naciones Unidas, a través de la FAO, cuantifica en 24.1 % el incremento en los precios de los alimentos, entre febrero del 2022 y febrero del 2021.
Estos datos, y muchos otros que se podrían agregar de la misma naturaleza, muestran que la inflación está presente en muchos de los núcleos más importantes de la economía contemporánea. Ello implica que no solo los alimentos y el petróleo, sino que el promedio de todas las importaciones que Chile debe realizar durante el presente año presentarán un precio aproximadamente un 7 % más alto que lo que se pagó por esos mismos bienes en el año anterior.
Es muy difícil que ese incremento de la inflación externa no se traduzca en un incremento de la inflación interna. Si eso sucediera sería realmente algo así como un milagro económico. Algunos bienes subirán de precio por que son bienes directamente importados; otros bienes subirán de precio por que se producen utilizando bienes importados como insumos o como bienes intermedios; otros bienes aumentarán de precio, aun cuando sean producidos íntegramente en Chile, con insumos chilenos, porque tomarán como precio de referencia el precio de los bienes de la misma naturaleza de origen importado.
Por ello, no es de extrañar que el Banco Central de Chile postule que hasta febrero de 2022 la inflación anualizada ha alcanzado en nuestro país un nivel de 7.8 % y que las perspectivas para el resto del año es que llegue a 10% anual.
Esto no sucede así en todos los países. A Chile esta situación lo golpea mucho más fuerte que a otros, pues tenemos una economía extraordinariamente abierta al comercio internacional. Importamos de todo, necesitamos de las importaciones para mantener en funcionamiento el aparato productivo del país y tenemos tratados firmados con más de media humanidad para que esas importaciones entren al país sin trabas ni pago de aranceles.
En épocas anteriores de la historia económica del país las importaciones constituían un freno a la inflación interna, en la medida que los precios internos tenían como techo el precio del producto importado. Si alguien intentaba subir los precios más allá de ese nivel máximo, quedaba rápidamente fuera del mercado, pues perdía competitividad frente al producto importado. Ahora está sucediendo todo lo contrario. El precio de los productos importados señala la senda ascendente que deben seguir los precios internos.
¿Qué se puede hacer frente a esta fuerte presencia de la inflación importada? En teoría, mantener artificialmente bajo el precio del dólar, expresado en moneda nacional, podría ser una solución, pero la consecuencia práctica de esto sería que el país reduciría rápidamente sus reservas internacionales, y muchos agentes económicos y sociales aprovecharían para comprar dólares baratos, ya sea para sacarlos del país o para ahorrar para los momentos inevitables en que se incremente el precio de la divisa extranjera.
Hay quienes proponen que al menos los precios de los alimentos deberían ser congelados, de modo de evitar el impacto de la inflación sobre los sectores de más bajos ingresos. Pero el precio de los bienes importados y de los que se producen con bienes importados, no se pueden congelar. Quizás se podrían subsidiar, para que se mantuvieran baratos, pero eso implicaría un costo de alta magnitud para las arcas fiscales y el eventual subsidio beneficiaría a todas las clases sociales, lo cual no parece de ninguna manera justo.
Desde nuestro punto de vista, la medida más justa y viable es buscar mecanismos de apoyo a los sectores de más bajos ingresos. El país ha acumulado experiencia – siempre perfectible – en esta materia en los últimos años. Lo prudente es hacer caja fiscal para efectos de financiar esta política, a lo largo del año, y no seguir soñando con que la inflación convergerá a una tasa de 3.0 % para fines de año, como ha postulado recientemente el Banco Central.
La inflación mundial no parece ser un fenómeno coyuntural o de corto plazo. Este fenómeno ya venía arrastrándose a lo largo del año 2021, y la guerra entre Rusia y Ucrania no ha hecho más que aumentar lo que ya estaba en marcha. Es difícil que eso se revierta en los próximos meses. Lo prudente, por lo tanto, para el país, es suponer que la situación se mantendrá por un período largo y tomar las medidas que correspondan con esa óptica.
Además, y tan importante como lo anterior, es aprovechar esta situación internacional para retomar y potenciar la producción interna de ciertos bienes, sobre todo alimenticios, para incrementar la seguridad alimentaria, producir internamente más trigo y leguminosas y ahorrar los dólares que harta falta nos hacen.
La inflación mundial no parece ser un fenómeno coyuntural o de corto plazo. Este fenómeno ya venía arrastrándose a lo largo del año 2021, y la guerra entre Rusia y Ucrania no ha hecho más que aumentar lo que ya estaba en marcha. Es difícil que eso se revierta en los próximos meses. Lo prudente, por lo tanto, para el país, es suponer que la situación se mantendrá por un período largo y tomar las medidas que correspondan con esa óptica.
Además, y tan importante como lo anterior, es aprovechar esta situación internacional para retomar y potenciar la producción interna de ciertos bienes, sobre todo alimenticios, para incrementar la seguridad alimentaria, producir internamente más trigo y leguminosas y ahorrar los dólares que harta falta nos hacen.