La Inversión Extranjera Directa

La Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, UNCTAD, ha publicado recientemente los datos provisorios sobre el nivel alcanzado por la inversión extranjera directa, IED,  durante el año 2013, a nivel global, informe del cual se desprenden algunas cuestiones de interés.

En primer lugar, se pone de relieve que los flujos de inversión extranjera directa crecieron a nivel mundial, desde un nivel de 1.317 billones de dólares en 2012, a 1.461 billones de dólares en el 2013. Es un cambio pequeño, aun cuando de carácter positivo, pero que no permite todavía alcanzar los niveles que esa variable alcanzó en los años 2007 y 2008, previos  a la crisis, ni tampoco el nivel del 2011, en años todavía de crisis. En todo caso, se pone de manifiesto que el capital productivo –no se toman en cuenta los flujos de capital meramente financiero– sigue siendo un factor que se mueve incesantemente a lo largo y ancho del planeta, causando efectos, tanto positivos como negativos,  en las economías de origen y en las economías de destino.

En segundo lugar, es importante destacar que el primer receptor de IED a nivel mundial es Estados Unidos, lo cual pareciera indicar que dicho país sigue aspirando fondos productivos tanto de Europa como de Asia. Indica también que esos fondos no siempre, se mueven desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo –como tiende a suponer el sentido común- sino que hay también un intenso flujo entre los propios países desarrollados.  El segundo país receptor a nivel mundial es China, con un  monto de 127 mil millones de dólares, seguido de Rusia, con 94 mil millones de dólares. En cuarto lugar se ubican las Islas Vírgenes Británicas, pequeña isla de no más de 25 mil habitantes, que por su situación de paraíso fiscal, es utilizado como plataforma de operaciones por una cantidad importante de los capitales que circulan por el mundo. En quinto lugar se ubica Hong Kong, con 72 mil millones de dólares, que si se sumaran China, mostrarían a ese binomio como el primer receptor mundial de IED a nivel mundial, por sobre los Estados Unidos.

En tercer lugar, se destaca que América Latina y el Caribe recibieron, por concepto de IED,  en el año 2013 un  monto cercano a los 294 billones de dólares, lo cual es un nivel igual al monto que recibió Europa en el mismo año, y superior al que recibió el conjunto de Norteamérica –que es un concepto geográfico y económico diferente a Estados Unidos-. Sólo Asia supera ampliamente a América Latina como receptor de IED.

En cuarto lugar, entre los países latinoamericanos receptores  de IED destacan México, Brasil y Chile, que se ubican entre los primeros 20 países receptores de IED a nivel mundial. Brasil recibió un monto cercano a los 63.000 millones de dólares, lo cual es el 47% de todo lo recibido por la América del Sur y el Caribe. Brasil, por su dimensión económica, geográfica, política y demográfica, sigue siendo un punto de atracción para este tipo de fondos internacionales. Lo recibido por México alcanzo a los  35 mil millones de dólares, siendo, en porcentaje, el país que experimentó el mayor crecimiento en lo que respecta  a este indicador, entre los años 20012 y 2013.  Chile recibió un monto de 20 mil millones de dólares, lo cual implica un descenso con respecto al año anterior, aun cuando sigue en un lugar destacado en América Latina, en cuanto a recepción de IED, pues supera a países como Perú, Colombia Venezuela o Argentina. Cabe destacar también que tanto Centroamérica como el Caribe aumentaron en porcentajes importantes -92% y 37%, respectivamente- el monto de IED recibido.

El capital hace muchos siglos que se mueve por el mundo, y no siempre ha dejado huellas positivas en los pases donde se  ha radicado. Que sus efectos sean positivos o negativos depende, en alta medida, de la capacidad de negociación de los países receptores, lo cual se manifiesta en cuestiones tajes como el respeto por parte del capital extranjero a  las normas  tributarias, ecológicas, laborales, sanitarias y tecnológicas, entre otras, de los países receptores. Todo parece indicar, en todo caso, que esa capacidad negociadora por parte de los países en desarrollo ha aumentado en forma significativa a lo largo de los últimos 50 años.  

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