La Política es así: “el color del gato sí importa”

“No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”. Esta frase del comunista reformista Deng Xiaoping dio inicio a la transformación del régimen hacia una suerte de “capitalismo salvaje”.

Este proverbio expresa, igualmente, en forma descarnada una forma de actuar que ha predominado en el país a lo largo de las últimas décadas. Despojado de criterios éticos y filosóficos, este culto al utilitarismo predica sobre las bondades de la inmediatez y la rentabilidad de lo tangible. Se apuesta por la “capacidad” personal, no por la ideas que se supone deben acompañar toda gestión pública.
El “color del gato”, vale decir la visión de futuro, componente estratégico ineludible, no cuenta a la hora de intentar cosechar triunfos electorales y financieros.

La actual crisis bancaria demuestra contundentemente el lado oscuro de este precepto. En un plano más íntimo y, por esta circunstancia, más trágico, el juicio que afrontan unos jóvenes venezolanos ante la corte del Estado de Florida, demuestra que a la hora de la verdad si cuenta “el color del gato”. En otras palabras, sobre estos ciudadanos pesan las consecuencias que se derivan de la seducción y corruptela de un poder desprovisto de toda dimensión ética.

Treinta días nos separan de las elecciones regionales. En esta ocasión elegiremos alcaldes y gobernadores. Los temas de campaña han sido insustanciales y repetitivos. Al igual que un concurso de belleza, los candidatos prometen resolver los problemas de la ciudad y sus habitantes. Sin excepción, comulgan con esta doctrina que predica sobre la prescindibilidad de las ideas. Lo fundamental, es ofertar respuestas retóricas a los recurrentes problemas que por años han martirizado a la población: inseguridad, desempleo, tráfico, etc. Como lo señalamos, obvian estos postulantes lo básico: el “color del gato”. En otras palabras, omiten el núcleo de ideas sobre el cual se ha erigido este monumental caos que envuelve y tortura a la población de Valencia. Sin cuestionar este núcleo, llueven sobre mojado las ofertas de estos militantes del utilitarismo político. Podrán “cazar ratones”, pero sin cuestionar “el color del gato” no estarán en capacidad de generar las nuevas soluciones que demandan estos viejos problemas que acogotan a la ciudadanía.

Un problema adicional enfrentarán estos “cazadores de ratones”: nuevas autoridades escogidas desde la ciudad de Caracas. Su misión, proporcionar piso jurídico a la recentralización del poder estadal y empequeñecer el municipal. Con esta nueva Ley de Ordenación Territorial se pretende someter a gobernadores y alcaldes a un funcionario designado desde el Ejecutivo. En estas circunstancias, no cabe la menor duda, el pragmatismo constituye un aliado que hace juego con este autoritarismo político.

“El color del gato sí importa”. Elevar los niveles de formación política es una tarea ineludible para poder enfrentar esta deriva que amenaza con engullir a nuestra cultura democrática.

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