La política es así: Indignación ciudadana y arrechera popular

Sutil y sustantiva. Me refiero a la diferencia existente entre la política y lo político. Por el primer concepto se puede entender el sistema institucional dedicado a la regulación del conflicto y a la producción de orden. Es en este ámbito donde coexisten oposición y gobierno. Lo político, por el contrario, apunta hacia otra dirección. Su trayectoria es de corte subversivo y, en consecuencia, tiende a mostrar la contingencia y la naturaleza no esencial del orden establecido. Ambas dimensiones se avienen y conviven en el marco de un equilibrio inestable. Sin embargo, existen circunstancias históricas que catapultan la emergencia de la dimensión de lo político. Por ejemplo, el movimiento de los “indignados”; grupo de jóvenes desocupados que tomaron algunas de las plazas emblemáticas de España, constituye un gesto político; su intención ha sido cuestionar la práctica política que prevalece en ese país: aprisionada por la urgencia electoral e incapaz, hasta ahora, de brindar repuesta a la crisis sistémica que atraviesa a la sociedad española. Pareciera que en España la política se encuentra en trances de no poder imponer orden o contrapeso a la irrupción de lo político.

Los “indignados” se definen como «un grupo de ciudadanos de diferentes edades y extractos sociales» afirman sentirse «cabreados» ante su falta de representación y «las traiciones que se llevan a cabo con el nombre de la democracia». Abogan por una reforma de la Ley electoral «que devuelva a la Democracia su verdadero sentido: un gobierno de los ciudadanos. Una democracia participativa». Este movimiento nace «de la rabia», sentimiento que genera «imaginación, fuerza y poder ciudadano». «Es preciso, señalan estos jóvenes, construir un discurso político capaz de reconstruir el tejido social, sistemáticamente vulnerado por años de mentiras y corrupción”.

En nuestras circunstancias actuales indignación pudiera combinarse con “arrechera”; sinónimo, en nuestro país, de bravura, rabia e irritación y que bien pudiera expresar «imaginación, fuerza y poder ciudadano». No tengo la menor duda. Existen suficientes razones para estar arrecho e indignado con las circunstancias políticas que prevalecen en el país. Este malestar e “indignación” se encuentra dirigido contra la política y expresa una pulsión, un síntoma que anuncia la probable emergencia de lo político; vale decir, un tsunami social que pudiera traspasar lo meramente reivindicativo-electoral y desbordar las formas tradicionales de ejercer la política.

Las fuerzas democráticas deben estar alertas. Escuchar el ruido ciudadano. Interpretarlo en forma apropiada para poder canalizar esta energía social en forma constructiva. No se trata únicamente de usar técnicas de mercadeo político. Es indispensable comprender y sentir que lo que se encuentra en agenda es la transformación de este socialismo autoritario y la construcción de una democracia plena, autonómica y de ciudadanos. En fin, para tener éxito político se hace necesario poder combinar armoniosamente indignación ciudadana y arrechera popular.

Cuando el río suena piedras trae.

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