La política es así: la ciudad es el hombre

Es recurrente el contenido de las declaraciones de los distintos candidatos a puestos de elección en las venideras elecciones. Sus ofrecimientos reposan sobre el cuerpo de problemas que aquejan a la colectividad. Todos señalan su intención de atacar dificultades como la seguridad, desempleo, urbanismo, tráfico, inflación, etc. Dan por descontado las ideas que generaron los males que pretende encarar. De hecho, sus ofertas se encuentran cobijadas bajo el manto de estas representaciones. De ahí el contenido retórico y hueco de las consignas que orientan el “mercadeo” de sus propuestas. En otras palabras, carecen de ideas nuevas para gobernar.

Esta tragedia embarga, igualmente, al llamado “socialismo del siglo XXI”. Desabastecimiento, inflación, crecimiento exponencial de las importaciones, corrupción generalizada, aumento del precio de los bienes no transables, estatismo crónico, endeudamiento externo, nacionalismo decimonónico, etc. Todos estos “males” ya han sido experimentados. El virus que los origina se encuentra en el “paquete conceptual” que desde los años treinta ha sustentado las políticas públicas en el país. Esta enfermedad se ha podido prolongar en el tiempo gracia a dos circunstancias, primero, los ingresos petroleros y, segundo, una cultura política refractaria a experimentar con nuevos conceptos. El resultado se encuentra frente a nuestros ojos: los problemas crecen en la misma proporción en que se profundiza la incapacidad para resolverlos.

Las futuras elecciones regionales pudieran constituir un momento propicio para iniciar esta discusión. Se requiere, desde luego, superar esta ideología que hace caso omiso a la dimensión intelectual de la política y pretende sustituirla por el ejercicio de unas capacidades de corte “gerencial”.

Valencia es una ciudad derrotada. El cúmulo de problemas muestra su inviabilidad como metrópoli coherente y propicia para garantizar altos estándares de calidad de vida. Las ideas que sustentaron su crecimiento y desarrollo se encuentran agotadas. Se requiere, entonces, propiciar un debate para transformar en fuerza nuevos conceptos sobre los cuales enunciar una nueva urbanidad.

La ciudad es el hombre. Esta consigna pudiera constituir el punto de partida para la formulación de políticas públicas que modelen una Valencia que haga honor a su historia. Siempre victoriosa.

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