La Política es así: La gente está arrecha

Resulta paradójica la forma cómo se ha construido recientemente la idea del cambio político en el país. Por ejemplo, para los partidarios del Gobierno, esta dimensión sólo la garantiza la permanencia del Presidente en el poder. En otras palabras, la continuidad de la “revolución”. Para sus adversarios, por el contrario, éste sólo es posible, si Chávez abandona el cargo. Estas extravagancias perceptivas, expresan el agudo proceso de conflictividad que ha vivido el país a lo largo de esta última década.

No hay duda que esta polarización ha caracterizado nuestra vida política. Es practicada por el líder de la revolución, la élite
que lo acompaña y sectores radicalizados de la oposición. Sin embargo, no es extensible a toda la población; tampoco expresa una mayor coherencia en las convicciones políticas del ciudadano común. Por el contrario, tal como las encuestas revelan, existe una mayoría de electores que no termina de ser seducidos por ninguno de estos extremos radicales presente en nuestra vida política.

Es por esta razón, es fácil identificar la tarea política inmediata: transformar a estos potenciales destinatarios en interlocutores de un nuevo diálogo político. Lo espinoso y complicado consistiría en descubrir las claves discursivas que faciliten alcanzar este objetivo. En otras palabras, sustituir el viejo discurso por uno nuevo que tenga “pegada” en el medio de estas opciones polares.

Dilucidar este dilema no es tarea fácil. Se requiere de una gran agudeza y comprensión de las lógicas sobre las cuales se construyen los universos perceptivos de la población. Un punto de partida puede ser, prestar atención a las emociones y los imaginarios sociales. Sobre el primer aspecto es bueno destacar que estas sensaciones conforman la vida social e, igualmente, proporcionan los parámetros que facilitan la evaluación del mundo que nos rodea. Los imaginarios sociales, por su parte, estructuran la memoria histórica, la experiencia social y construyen la realidad.

La próxima campaña electoral se desenvolverá en un ambiente de crispación emocional. La gente está arrecha. Es sobre este fondo emocional que se asienta el centro político. Este contexto emotivo proporciona a estos sectores, los parámetros para evaluar sus circunstancias vivenciales (carencia de electricidad y agua; inflación, inseguridad, desabastecimiento, devaluación, etc.). Los ciudadanos, sin duda, están molestos. Esta subjetividad puede ser canalizada políticamente. Se trataría de articular esas emociones y “organizarlas”, en el sentido que connote rechazo a un enemigo común que amenaza la existencia de este sector de la población. Simplificación que permitiría crear un mundo discursivo, con capacidad de poner orden en ese caos y suministrar contenidos concretos a los discursos universalistas de democracia, igualdad y justicia.

Recordemos la máxima: “no es lo que tu dices, es lo que la gente escucha”

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