La Política es así: “la Pandilla Salvaje”

Diez años cumple el denominado proceso revolucionario. A la zaga permanecen suspendidas las estelas provocadas por las constantes turbulencias políticas; gotas de agua y humo que tiende a evaporarse con el correr del tiempo.

Las comparaciones, generalmente, son un tanto injustas; pero en esta ocasión, este ejercicio posee un alto contenido pedagógico. Podría ayudar, por ejemplo, a la comprensión de las razones que subsisten, detrás de este inmenso fracaso histórico y la ambición desmesurada de poder que exhibe el líder máximo del proceso.

Dos cerraduras limitan el estrecho ámbito, dentro del cual se ha desplazado la oferta política del presidente Hugo Chávez Frías. La primera, la Revolución Cubana. Épica histórica consumada, agotada y en tránsito hacia otros destinos y horizontes. La segunda aldabilla, la constituye el proceso democrático venezolano que, en cuarenta años, consolidó un ejercicio político denso y digno; admirado en toda América Latina. Estas experiencias ya realizadas, intentaron construir nuevos itinerarios y formas políticas de vida. En este sentido, puede conceptualizarse como trágica, la situación que experimenta la “revolución”: no ha podido superar la experiencia histórica socialista y carece de las pulsiones necesarias para ensayar la construcción de un nuevo proyecto democrático. La bolivariana, en clave postmoderna, tendría el mérito de constituir un “no lugar” político, un espacio discursivo carente de identidad e inviable históricamente. Imagen cosmética de una revolución que no ha podido ser.

De allí, su fugacidad petrolera: gallineros verticales, comunas, cooperativas, universidades que no lo son y soberanías alimentarías, que dependen de importaciones cada vez más escasas. Contrasentidos elevados a la condición de política pública. En fin, sobre unos colosales ingresos petroleros se ha edificado esta experiencia sin rostro definido. Esta recia ausencia de identidad ayuda a explicar la voluntad de permanecer en el poder que intenta imponernos el líder máximo del proceso.

Se avecinan tiempos difíciles. En la película “La Pandilla Salvaje”, (Sam Peckinpah, 1969), en su inicios nos muestra una alegoría sobre la naturaleza humana, vista desde un escorpión y unas hormigas. Las hormigas devoran al peligroso escorpión, pero son unos niños quienes avivan el “espectáculo”, para luego quemarlos con una fascinación cómplice y extraña.

Un fuerte activismo ciudadano podría evitar el ejercicio desmedido del poder por la fuerza. Para ello se hace, indispensable sortear fascinaciones “cómplices y extrañas”

La política es así.

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