La política es así: MARIO VARGAS LLOSA

El punto ha sido señalado recientemente en su columna del diario El Nacional por Francisco Javier Pérez. Balzac, Víctor Hugo y, desde luego Flaubert, han constituido las vertientes literarias sobre las cuales ha descansado su literatura; “siempre una denuncia de vida ganada por la satisfacción imaginaria, la promesa de un mundo mejor que irremisiblemente debe llegar”. En otro plano, el del ensayo, este papel fundante lo ha ejercido, entre otros, autores como Karl Popper. De este filósofo austriaco, ha tomado la sugerente idea que la verdad no existe. En el sentido que su objetividad es precaria y provisional.

Condición esta que no implica, desde luego, que la verdad sea relativa. Mientras dura, mientras otro no la “falsea”, reina, todopoderosa. “La verdad es precaria, apunta Vargas Llosa, porque la ciencia es falible, ya que los humanos lo somos. La posibilidad de error está siempre allí, aun detrás de los conocimientos que nos parecen más sólidos”.

Este principio proporciona cimientos a la cultura democrática. No existen verdades políticas eternas. No es posible, a partir de una “razón” construir sociedades justas o equitativas. Cuando se ha intentado, este camino ha conducido hacia la servidumbre. Pasaje ilustrado dolorosamente por experiencias como la del fascismo y el estalinismo; Corea del Norte y la isla de Cuba. Vargas Llosa es un pensador liberal. Un intelectual que apuesta a la idea del individuo y el ciudadano en libertad. Condición indispensable para garantizar formas democráticas de existencia.

Este premio Nobel, desde luego, es un reconocimiento a sus méritos literarios. Sin embargo, la ocasión es propicia para evidenciar los peligros que comporta el pensamiento único, el historicismo y de todo tipo de “constructivismo”. Vargas Llosa ha alertado en su obra literaria y ensayística sobre estos riesgos: reemplazar la libertad por sociedades cerradas donde impere la voluntad omnipresente del líder de turno.

Es ocasión para dar la batalla de las ideas. Este gobierno del “socialismo del siglo XXI” se inclina a transitar un camino que tiende a conducirnos hacia la servidumbre. Paulatinamente se encogen los espacios para el ejercicio de la libertad. Por esta razón, se requiere hoy en día el ejercicio de una férrea voluntad individual y colectiva que apueste por la autonomía personal.

En su inicio, el protagonista de la novela “Conversaciones en la Catedral”, Santiago Zavala, se pregunta ¿en qué momento se jodió el Perú? Interrogante agónica que expresa el malestar que siente el protagonista y el narrador en relación a su país. Desde luego, este sentimiento no es trasladable a nuestra experiencia histórica. La sociedad venezolana es depositaria de una robusta cultura democrática a prueba de todo tipo de “jodiendas”. Son escasos los “Santiagos Zavalas” en nuestra contemporaneidad democrática. Por el contrario, al pesimismo de esa razón revolucionaria, siempre hemos opuesto el optimismo de nuestra voluntad republicana.

Este Nobel premia al escritor, sus ideas y al español como lengua.

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