La globalización constituye una malla multidimensional e intangible que exige un serio replanteo de las formas de concebir la acción del Estado y el rol que debe asumir, en concertación con el sector privado y la sociedad civil organizada, a favor del desarrollo del país.
Tras varias décadas en que las economías han gozado de tasas relativamente altas de expansión de sus economías, lo que se observa es que la pobreza y la vulnerabilidad social no han disminuido en la misma proporción, especialmente en los territorios rurales. Por el contrario, son notorios los procesos de concentración de la riqueza y los aumentos de las desigualdades en los niveles de vida.
Si bien es cierto que el desarrollo endógeno tiene lugar en un espacio local, en el que diversos actores conjugan esfuerzos y aspiraciones, buscando el fortalecimiento del territorio. También lo es que cada experiencia de desarrollo local supone trayectorias específicas, que se configuran en elementos históricos, geográficos y en mentalidades, pero que no están totalmente predeterminadas, sino que se transforman y evolucionan a partir de la prácticas de los propios actores, combinadas con circunstancias y coyunturas que lo favorecen (Barreiro Cavestany, 2001).
Así pues, de acuerdo con Llona (2001), la gestión participativa para el desarrollo local es entendida, como el saber hacer de las municipalidades y las organizaciones locales. Es un proceso dinámico, donde los diferentes actores locales, públicos y privados articulan sus intereses alrededor de un objetivo común.
Mientras que para la Agencia Española de Cooperación (2000), la gerencia del desarrollo local, se trata de organismos que cumplen una función de intermediación para promover el desarrollo local. Esta intermediación puede referirse a diferentes facetas del desarrollo, reunidas en un mismo organismo o a un aspecto parcial o sectorial del desarrollo local. En otras palabras, son una expresión de la voluntad de los actores, cumplen un papel de dinamización y mediación y, finalmente, disponen de la capacidad técnica y operativa para ejecutar los programas y medidas en favor del desarrollo.
La gestión del desarrollo local, según la Escuela Mayor de Gestión Municipal (2007), es un proceso circular y en espiral, que se inicia comúnmente con el planeamiento, la ejecución y seguimiento; la evaluación y el aprendizaje.
Para este proceso, podemos seguir el siguiente enfoque de gestión:
Centrado en las personas, porque son en esencia las personas las que hacen gestión y su concurso es imprescindible para cualquier proyecto de desarrollo.
Centrado en la visión, en tanto imagen objetivo al cual concurren las acciones, los recursos y energías locales.
Centrado en el impacto de las acciones, en los cambios que se producen en la realidad y los beneficios específicos.
Desde el punto de vista de Madoery y Vázquez Barquero (2001), el desarrollo endógeno es una interpretación para la acción, cuando la sociedad civil es capaz de dar una respuesta a los retos que produce el aumento de la competencia en los mercados, mediante la política de desarrollo local. El desarrollo de formas alternativas de gobernación económica, a través de las organizaciones intermediarias y de la creación de las asociaciones y redes públicas y privadas, permite a las ciudades y regiones incidir sobre los procesos que determinan la acumulación de capital y, de esta forma, optimizar sus ventajas competitivas y favorecer el desarrollo económico.
La gestión adecuada del desarrollo local requiere de respuestas originales y arriesgadas. Es un esfuerzo político envolvente: el asociacionismo y la colaboración para el desarrollo debe impregnar aquellas acciones orientadas a aumentar el atractivo local para movilizar recursos exógenos y endógenos hacia la generación de riqueza y empleo y aquellas acciones vinculadas al aumento de la capacidad emprendedora, desde una perspectiva social y no individualista, que expresen una vocación de construcción política colectiva. (Madoery, 2001)
A grosso modo podemos decir, que la Gestión del Desarrollo Económico Local (DEL) podrá alcanzar sus objetivos al considerar los siguientes tres ingredientes:
Promover la instauración de acciones de desarrollo económico local como una estrategia coherente para reducir la exclusión social y la pobreza, en la cual el gobierno local tenga un papel de liderazgo (convocador, organizador y promotor).
Crear las condiciones para atacar las causas de la pobreza, la desigualdad y la exclusión, a través de una base local que considere al desarrollo endógeno.
Buscar que las propuestas de estrategias de DEL incorporen medidas concretas de negociación para aumentar la inversión social e incorporen a sectores que hoy están fuera de la cobertura de los servicios sociales básicos.
Finalmente, el desarrollo económico, como estrategia alternativa de lucha contra la pobreza, es uno de los componentes fundamentales del desarrollo local. Busca la promoción y gestión del desarrollo económico local como responsabilidad del Estado, que va desde el nivel central hasta el municipal, tarea que tiene que ser desarrollada de forma concertada con los actores económicos privados.
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Referencias
Agencia Española de Cooperación (2000). El desarrollo local en acción: Guía práctica para la promoción de las iniciativas locales de desarrollo. Universidad Católica de Uruguay – Proyecto Local.
Barreiro Cavestany F. (2001). Desarrollo desde el territorio: A propósito del desarrollo local. Cataluña: Instituto Internacional de Gobernabilidad.
Lona M. (2001). Gestión local participativa: del barrio a la ciudad. Perú: DESCO.
Escuela Mayor de Gestión Municipal (2007). Módulo 4: Gestión del Desarrollo Local. Perú: Agencia Española de Cooperación Internacional – Proyecto promoción y capacitación de agentes culturales en red.
Madoery O. y Vázquez Barquero A. (2001). Transformaciones globales, Instituciones y Políticas de desarrollo local. Argentina: Editorial Homo Sapiens.
Madoery O. (2001). El valor de la Política de Desarrollo Local. Argentina: CEDET.
