La Progresividad Arancelaria y los Acuerdos de Libre Comercio.

En el comercio exterior de muchos países existe la práctica ya bastante consolidada, -pero no por ello menos maligna y peligrosa- de cobrar aranceles relativamente bajos a los productos primarios no elaborados – ya sea de origen animal, vegetal o mineral – y, al mismo tiempo, pechar con aranceles bastante mas elevados a los productos elaborados que se pueden fabricar a partir de los primeros. Así, por ejemplo, el cobre paga aranceles bajos cuando entra a Europa o a Estados Unidos, pero las cañerías o los cables de cobre, elaborados con ese mismo material, pagan aranceles mucho mas elevados. Eso significa que esos países dejan entrar con facilidad el cobre proveniente de cualquier parte del mundo, sin intentar proteger su minería cuprífera interna- entre otras razones por que no la tienen ni pueden llegar a tenerla- pero protegen sus industrias procesadoras o elaboradoras de manufacturas a partir de cobre- que si las tienen o las pueden llegar a tener- y que se abastecen del cobre importado de los países en vías de desarrollo. Mediante este sistema los países productores de materias primas tienen grandes dificultades para convertirse en procesadores o manufacturadores de las mismas. Si exportan materias primas tienen las puertas abiertas en los países desarrollados. Si pretenden exportar bienes manufacturados a partir de dichas materias primas, encontrarán los mercados de los países desarrollados protegidos y cerrados para ese tipo de productos. Los casos más patéticos vendrían dados por las situaciones en las cuales los países en desarrollo se ven obligados a adquirir en los países desarrollados los bienes manufacturados a partir de las materias primas que ellos mismas han exportado.

Todo este mecanismo no requiere de cuotas, restricciones, prohibiciones, ni ninguna medida aparentemente discriminatoria contra nadie. Todo descansa en la estructura arancelaria. Además, no se viola con esto ni una sola coma de los acuerdos contraídos en el seno de la Organización Mundial de Comercio, mediante los cuales los aranceles han sufrido, en promedio, rebajas sustantivas, pero conservando también un sustantivo diferencial entre el arancel que pagan los bienes primarios y el que pagan los bienes manufacturados.

Esta situación, para bien o para mal, no sólo se presenta en la estructura arancelaria de los países desarrollados. La mayoría de los países en desarrollo han adoptado el mismo criterio en sus respectivas legislaciones o disposiciones arancelarias: aranceles bajos para los bienes primarios y aranceles crecientemente altos para los bienes con grados crecientes de manufacturación. Con ello, los países en desarrollo repiten, copian e incluso amplifican las restricciones comerciales antiindustrialistas que ya anteriormente les han puesto los países desarrollados. En otras palabras: los países en desarrollo se colocan entre si las mismas trabas para el desarrollo y exportación de manufacturas que los países desarrollados les han colocado desde tiempos remotos.

¿Cómo solucionar esta situación? Hasta ahora, el mecanismo más práctico y eficiente para solucionar la situación anteriormente descrita la constituyen los acuerdos comerciales que crean áreas de libre comercio entre dos o más países. Mediante esos acuerdos los aranceles tanto de los bienes primarios como de los bienes manufacturados se reducen a cero, al cabo de un tiempo determinado, entre todos los países socios. Con ello, desaparece la carga arancelaria diferente que pecha a los bienes manufacturados. Los países en desarrollo pueden manufacturar directamente sus materias primas y exportar posteriormente, con toda libertad, los bienes manufacturados a los mercados de los países con los cuales se ha establecido el acuerdo correspondiente de libre comercio. El país socio también puede, desde luego, importar la materia prima y elaborarla en su propio territorio, pero ese producto así generado tendría que competir en igualdad de condiciones con el producto similar elaborado por el país de donde es originaria la materia prima. Se sustituiría así una estructura arancelaria discriminatoria y proteccionista, por una estructura arancelaria que promueve la competencia, basada en costos, en eficiencia y en desarrollo tecnológico.