La Racionalidad de las Medidas Económicas

Las medidas económicas anunciadas recientemente por los Ministros de Planificación y de Finanzas generaron una decepción generalizada. Los periodistas, que se habían hecho la idea de que tendrían material noticioso con el cual trabajar durante varios días, salieron con la cola entre las piernas. La única noticia fue la ausencia de noticias. Los empresarios, que se habían hecho ilusiones de que algunos elementos de la política económica podían ser modificados, recibieron el claro mensaje de que todo continuaría igual por tiempo indefinido. Las 56 medidas que habían sido insinuadas por el Presidente murieron antes de nacer.

Si la única medida anunciada fue la mantención de las características fundamentales de la política económica actual, y si suponemos que el Gobierno actúa con una cuota alta de racionalidad política y económica, cabe reflexionar sobre el por qué de esta decisión..

Cabe reflexionar, por ejemplo, sobre la conveniencia que tiene para el Gobierno el mantener un tipo de cambio dual, donde impera un dólar permuta y un dólar oficial, el primero con un precio que supera en más de un 150 % al segundo.

Un dólar bajo implica que el gobierno puede realizar masivas importaciones de alimentos sin comprometer una parte importante del presupuesto fiscal. Ganancia neta para el Gobierno, que puede así mantener una extensa red de distribución de alimentos de bajo costo.

El dólar barato implica también que puede ampliar en cualquier momento la cuantía de las importaciones permitidas, realizadas directamente por el propio Gobierno o por sus empresarios cercanos, con lo cual mantiene bajo una amenaza permanente, o conduce directamente a la quiebra, a los empresarios que no son tan cercanos. Ganancia neta también para el gobierno, desde el punto de vista político, aun cuando la producción se reduzca.

Un dólar barato implica que las exportaciones no tradicionales se reducen día a día, con lo cual se amplia el control del Gobierno sobre los pocos dólares que genera el empresariado privado, con lo cual se reduce el poder político y económico de los mismos.

Mantener un mercado dual para el dólar implica mantener la capacidad de discriminar entre empresarios que reciben dólares baratos y los que son condenados a comprar dólares caros, lo cual implica una herramienta poderosa para premiar amigos y castigar enemigos.

Mantener un dólar barato implica asumir que esa medida – y no la racionalización y dosificación del gasto público – es la principal herramienta de control de la inflación. Esa idea que es falsa originalmente, se convierte en verdadera con el correr del tiempo, pues un dólar que se mantiene invariable durante cuatro años – y que no logra detener la inflación, pues el gasto público carece de control – generaría indudablemente un impacto inflacionario grande si se devaluara. Y en época electoral o preelectoral no se puede limitar el gasto público ni se puede permitir que se desboque la inflación. Hay que mantener, por lo tanto, el crecimiento del gasto publico y hay que mantener el único dique existente contra la inflación galopante. Hay que mantener, por lo tanto, la política económica actual sin ninguna modificación sustantiva.

Finalmente, si el dólar se mantiene barato, y su demanda es alta, hay que racionar su oferta a la espera de que el precio del petróleo suba y la abundancia de dólares vuelva a ser la característica de la economía nacional.