La reivindación de CAP y candidatos 2012

Agustín Blanco Muñoz. Nuestra politiquería no tiene límites. En este momento y en medio de la tragedia que padecemos se ha puesto a andar la especie de la reivindicación de CAP, supuestamente promovida por nuestro más reciente libro: Yo Sigo Acusando. Habla Carlos Andrés Pérez.

Estos politiqueros quieren sacarle el mayor provecho al cuadro trágico planteado y no pueden permitir que la propia figura que ellos defenestraron ahora los acuse de tener como obra suprema el hundimiento y destrucción de esta ex república.

Y menos en un momento en el que todo gira alrededor del cuadro electoral 2012. Lo importante en cada caso es aplicar un modelo administrativo productivo que dé una plusvalía inmediata: votos a montones.

Por ello todos los marchantes del voto han levantado su Carpa del Dolor. Y ahí se puede leer: Centro de Acopio para los Damnificados.

Se piensa seguramente que así se contribuye a la sobre-vivencia de las víctimas de la vulnerabilidad social, producto de una estructura conformada para servir a los designios de la muerte, que no al mejor vivir.

Por ello, cuando nuestros políticos se ocupan del binomio acopio/refugios asumen la vieja posición del reformismo: juntar lo indispensable para garantizar, a través de la dádiva, la subsistencia y extensión de la pobreza, sobre la que se mantiene el dominio que permite considerarla como simple ficha electoral.

Así vemos como la casi totalidad de los dirigentes de la politiquería, encabezados por el golpista-presidente (GP), andan en plan de administradores de la miseria, adelantando una campaña capta-votos, para ampliar el radio de acción de los precandidatos. En este programa andan también, entre otros, Capriles Radonski, Leopoldo López y Pablo Pérez.

Hay precandidatos que aún no han tenido oportunidad de meterse en las inundaciones para dejar el registro televisivo en los respectivos medios de la polarización, y obtener los beneficios electorales respectivos. Es el mismo uso de la miseria que define y determina el populismo.

Una política que ya asoma sus alas en la propia independencia, cuando los jefes de los bandos ofrecían tierras, refugios y acopios de alimentos para quienes se afiliaran a su bando.

Hoy estamos ante el mismo deprimente juego a la falacia y la manipulación. No es verdad que haya algún empeño para imponer la justicia y la igualdad de oportunidades sino manipular con el hambre y falta de techo del colectivo para mantenerlo como militante de la política de la limosna.

En 1958, al inicio del llamado período democrático, se crea el Plan de Emergencia que se propuso tranquilizar las mayorías y ponerlas al servicio del naciente régimen.

Un modelo que se volverá planes extraordinarios o cruzadas contra la pobreza, para llegar en esta ‘era revolucionaria’, a los niveles de las misiones del populismo traficante y compra-votos.

Indispensable dejar registro además de que buena parte de las oposiciones aplican los mismos métodos para obtener los mismos fines: aprovechar el colectivo sin romper con la política que impulsa la polarización-confrontación.

Estos son los mismos destructores que hoy levantan la voz para tratar de defenderse de un señalamiento que les hace quien fuera defenestrado del mando-poder por la conspiración cívico-legal-militar, luego del fracaso de los intentos de golpe de febrero y noviembre de 1992.

En Yo Sigo Acusando está el expediente a quienes lograron sacar a CAP de la presidencia para implantar ahora el llamado socialismo del siglo XXI.

Quienes se presentaron ayer como acusadores y dueños de todas las circunstancias, son hoy los acusados y fracasados de una política que tiene como mérito principal la destrucción de Venezuela.
Y frente a esta situación el oficialismo busca ahora a los responsables de poner a CAP en plan de contrario dialéctico de este régimen. Y se nos acusa, en consecuencia, de lo que llaman ‘la reivindicación de un ex presidente corrupto’.

Al parecer no advierten que no es un libro sino la propia corrupción, ineptitud, desidia y fracaso en general de esta “revolución” lo que lleva a hacer comparaciones y a la propia ‘reivindicación’ de CAP.

Es lo mismo que hizo la democracia puntofijista con Marcos Pérez Jiménez. Lo reivindicó al punto de que a una década de su derrocamiento se convierte en senador por voluntad popular y ante la amenaza de que volviera a ser presidente, ahora por la vía electoral, se procedió a introducir una enmienda constitucional para impedirlo.

¿Y cómo negar que la dictadura o las llamadas democracia y revolución a lo largo del período juegan a las políticas de los refugios del populismo y la manipulación?

Hoy está claro que la “revolución” domina la escena política por la falta de opositores válidos. Sin embargo, el tortuoso correr de los próximos dos años puede significar el inicio del quiebre de este tiempo de infamia y perversión. [email protected]

Fuente: El Universal, 10 de diciembre del 2010.