La seguridad en Venezuela es el reto del siglo XXI

Mientras que los países del llamado primer mundo planifican su urbanismo al ritmo que crece la población y se desarrollan como nación, nosotros –al igual que quienes habitan en los países donde se piensa competir con los llamados “imperios”- crecemos sin proyectar, sin aplicar controles de natalidad, carentes de orientación familiar.

Es por eso que mientras los países “desarrollados” duplican su población cada 120 años, nosotros lo hacemos cada cuatro décadas aproximadamente.

Venezuela no puede seguir subvencionando la marginación, la mediocridad, la vagancia y la indigencia. Hoy, cuando los servicios básicos -tales como; salud, educación, vivienda y seguridad- están colapsados, cabe interrogarnos ¿cómo enfrentaremos la próxima década? ¿estamos listos para el crecimiento sin desarrollo que estamos afrontando? ¿cómo afectará este fenómeno demográfico la seguridad de los venezolanos?

Males sociales como niños de la calle, indigencia, delincuencia juvenil, desempleo, analfabetismo, etc., son “hijos inmediatos” de la falta de planificación e inciden directamente en la conducta de un pueblo; un experimentado criminalista aseveraba que: “No todo niño maltratado llega a ser un delincuente, pero sin duda, todo delincuente fue un niño maltratado”, nosotros nos hacemos eco de ese pensamiento que -además- fortalece la tesis de que la seguridad no se decreta; el hecho que un gobernante declare la guerra a la delincuencia no hará de su región un lugar más seguro, no existe poder alguno que convierta un lugar con altos índices de delitos en un lugar seguro; simplemente, no es cuestión de magia.

Sin duda que un problema tan complejo requiere de décadas de trabajo y quizás tengan que pasar generaciones para ver los resultados óptimos esperados; sin embargo, preguntamos ¿veremos nosotros una Venezuela más segura o no? ¿es tan desalentador el futuro? Cuando un país como Venezuela registra más de 12.000 homicidios en un año y en menos de una década aloja nuevos delitos contra las personas y la propiedad, (como lo son los secuestros express y el sicariato), ha llegado el momento de adoptar medidas drásticas, la mayoría de ellas… represivas, las cuales -en un inicio- son percibidas como antipáticas por la población.

Los grandes planes de formación y educación a largo plazo deben ir acompañados de políticas profilácticas efectivas, donde los cuerpos de seguridad estén bien dotados y entrenados para enfrentar una delincuencia violenta y armada, debe existir un sistema judicial blindado ante las ofertas económicas tentadoras de quienes infringen la ley y un sistema penitenciario adecuado al trabajo que toca realizar, un sistema que reeduque al reo, que lo conduzca lejos de lo lesivo y le haga una nueva oferta de vida y no le otorgue más razones y herramientas para delinquir.

Un gobierno que quiera corregir un mal tan enquistado como éste en nuestra querida Venezuela, debe estar dispuesto a sacrificar la simpatía politiquera y saber que le toca esperar para mantener o elevar su Status quo, aguardando para cosechar resultados positivos ante un flagelo detestable del que cada venezolano, sin distingo religioso, cultural o político, ha sido víctima directa o indirectamente: quien ha perdido un familiar en manos de delincuentes, no le importa quién aporta la solución; quien pierde la vida, ya no tiene color por quién votar; a aquél que le arrancaron un hijo le deja de doler la patria, pues para sentir dolor hay que tener alma; quien ha perdido su libertad para poder seguir vivo y ahora vive encerrado y escondido, sólo reclama de quienes le gobierna eficacia en las políticas de seguridad que le devuelvan al país los colores de paz que refrescaban la Venezuela de mediados del siglo XX.

Es hora pues de detener el proselitismo y gobernar desde los diferentes curules del poder público por una paz y seguridad que anhelamos propios e invitados.

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(*) Director Ejecutivo de HSS de Venezuela, C.A.
Presidente del Grupo H3.