La tributación define a la sociedad

El sistema tributario tiene directa relación con el pacto social, con la distribución de ingresos dentro del país y con la estructura del poder. 

El llamado pacto social es un acuerdo entre los diferentes sectores sociales y económicos que conviven en esa sociedad – logrado por consenso o por imposición de una de las partes – respecto al problema de con cuanto debe contribuir cada uno al sostenimiento del Estado.

Todos están de acuerdo que el tener un Estado que tenga responsabilidades sociales, políticas y económicas exige que todos contribuyan con algo para que ese Estado pueda funcionar, pues el llevar adelante esas responsabilidades demanda fondos y recursos que deben salir de alguna parte. De allí que, desde los albores de la humanidad, el tener un Estado ha ido aparejado con la imposición de tributos. Se suele decir, cuando se analizan estas materias, que solo en la selva no hay tributos. De allí para adelante todas las sociedades conocidas han cobrado tributos a los ciudadanos que están sometidos a la jurisdicción de ese Estado. Esa ha sido – y probablemente seguirá siendo – una constante de la historia.

La gran diferencia entre las distintas sociedades, sin embargo, radica en cuanto tributa – en términos absolutos o relativos – cada uno de los individuos o de los sectores que componen esa sociedad. Obviamente, no es fácil que la sociedad se ponga de acuerdo en cuanto debe aportar cada uno. Esa decisión es fruto de muchas tensiones y confrontaciones. Pero por el método que sea, hay que llegar a un acuerdo para que la sociedad funcione. Esa forma de distribuir la carga es lo que se suele identificar como el “pacto social” que preside esa sociedad.

Si abandonamos la idea de que haya un sistema tributario que sea perfecto, y nos limitamos, con más humildad, a buscar meramente sistemas tributarios que sean mejores que otros, el criterio de calificación más universalmente aceptado – por lo menos en los tiempos modernos – es que quienes tienen más dinero, ingreso y riqueza deberían aportar más al sostenimiento de ese Estado, es decir, deberían tributar más.

Pero el problema no termina allí. El tributar más, o el tributar menos, contribuye en alta medida a determinar la distribución del ingreso que impera en esa sociedad. Si los muy ricos contribuyen con el 10 % de su ingreso al sostenimiento del Estado, y los más pobres contribuyen con el 20 % de su ingreso, se puede decir que se está consolidando una mala distribución del ingreso, aun cuando el monto de los tributos de los más ricos termine siendo mayor que el monto de los tributos aportados por los más pobres. Pero el porcentaje que aporta cada uno es distinto, y lo que le queda a cada uno después de haber tributado también es distinto. Resulta, entonces, que no es la distribución del ingreso la que define el aporte tributario de cada uno, sino que también es el sistema tributario el que define, condiciona o determina una específica distribución del ingreso.

Y el tener mucho ingreso y tributar poco, es tener poder.  Poder que se expresa no solo en qué personas  están en el gobierno o en el parlamento, sino también en la capacidad de incidir en forma sustantiva en el decurso de la economía y de las finanzas del país: en que se invierte, cuanto se paga en salarios,  como se reparte el ingreso, cuanto se destina a gasto social, que se consume, que se ve en la televisión o en los medios de comunicación de masas, o que tipo de educación debe recibir cada miembro de la sociedad. El poder subterráneo de los poderes facticos, basado en una mala distribución del ingreso, contribuye, en forma relevante, entre otras cosas, a sostener el sistema tributario y a profundizar esa mala distribución del ingreso imperante en el país.

De todo lo anterior se desprende que modificar el sistema tributario, tratando de acercarse al simple y profundo postulado de que los que tienen más deben pagar más, es un problema político de alta relevancia, pues lo que está en juego, en última instancia, es la forma en que se reparte y se usa el poder, que es la quintaesencia de toda la política.