Las Cadenas de Valor Internacional

A nivel internacional viene manifestándose con mucha fuerza la tendencia a producir bienes –y en alguna medida también servicios- por la vía de integrar la producción que se realiza en diferentes partes del mundo. Si es posible que la  producción de un bien se pueda  descomponer  en muchos procesos, partes y piezas independientes, es posible también que cada una de esas piezas o bienes intermedios se produzca en un lugar del mundo diferente, de modo de aprovechar las ventajas que cada país tenga en ciertas actividades productivas. Esa fragmentación de los procesos productivos tiene que ir acompañada, en un fase determinada, por la integración de los productos correspondientes, de modo de dar origen al bien final que se lanzará al mercado. Se constituyen así lo que se ha pasado a denominar cadenas de valor internacionales. 

La macro empresa altamente integrada, que producía en su propio seno todos los insumos y bienes intermedios que necesitaba para finalmente lanzar al mercado un determinado bien de cierta complejidad tecnológica, es un prototipo empresarial cada vez menos presente, tanto en la geografía económica de los países desarrollados como subdesarrollados. La tendencia es hacia la producción deslocalizada, que aproveche más intensamente las ventajas competitivas que pueden estar presentes en una determinada región o país, y que rescate el viejo principio de las ventajas de la especialización y de la producción a gran escala.  

Lo que le concede ventaja a un determinado país -en relación a la producción de un determinado bien intermedio- puede ser su carácter de productor de las materias primas necesarias para su producción, la presencia de mano de obra barata, la cercanía con respecto a los mercados de destino, el aprovechamiento de capacidades técnicas específicas, las concesiones en materia de política tributaria -o de política económica en general- llevadas adelante por los gobiernos respectivos, los acuerdos de liberación comercial, la existencia de infraestructura portuaria, su estabilidad política, etc. 

Según un reciente estudio realizado por la Comisión de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, UNCTAD, el 60% del comercio mundial está constituido hoy en día   por bienes y servicios intermedios; es decir, que se producen en un país para efectos de integrarse a procesos productivos que tendrán lugar en otro. Eso da una idea del peso y la importancia que tiene este tipo de comercio.

Es muy difícil, y cada vez menos frecuente, que estos procesos de fragmentación; primero, y de integración, después, se  produzcan por obra y gracia de la magia o la mera coordinación impersonal del mercado. Si estos procesos pueden tener lugar con eficiencia y rentabilidad -y han llegado a dominar gruesa parte del comercio mundial- se debe en alta medida a que se han generado niveles de coordinación o de administración de estas cadenas internacionales de valor, que constituyen la vanguardia de los procesos administrativos o gerenciales a nivel mundial. Las partes constitutivas de estas cadenas internacionales de valor pueden ser filiales de la casa matriz –que coordina el funcionamiento global de la cadena– o pueden ser empresas independientes que están asociadas con la casa matriz por la vía de contratos específicos de mediano o de largo plazo. Desde un punto de vista ingenieril, las partes componentes de la cadena tienen que someterse a rigurosas norma técnicas, de modo de asegurar la compatibilidad con el resto de las partes y piezas y asegurar la calidad del producto final.  Pero desde un punto de vista económico, la rentabilidad del negocio global y la repartición de las ganancias entre las partes componentes, dependerá de la capacidad negociadora de cada una de estas últimas, del apoyo de su gobierno, del grado de competencia que exista a nivel mundial en esa actividad, del dominio tecnológico que la empresa tenga con relación a su producto, de la existencia de patentes que otorguen propiedad intelectual con respecto a determinados procesos, etc.  El éxito en ese tipo de negociación o de puja no está asegurado, desde luego, para nadie -entre otras cosas-, porque depende de situaciones cambiantes de la economía mundial que no están definidas de una vez y para siempre. Pero lo que sí es indudable, es que mantenerse al margen de la economía mundial y de sus tendencias económicas y tecnológicas -y refugiarse en una honrosa independencia- es una forma segura de caminar hacia el aislamiento y el fracaso.

Blog: sergio-arancibia.blogspot.com