Las glorias y pesares del MERCOSUR

Los problemas en el seno del organismo son los derivados del comercio entre Argentina y Brasil.

Los procesos de integración económica no son cosa fácil. Más allá de los frecuentes discursos, llenos de la mejores intenciones, la realidad de las cosas es que -para bien o para mal- los intereses propiamente nacionales siguen teniendo un peso extraordinariamente grande en la cabeza de los gobernantes, a la hora de tomar decisiones. Eso se pone de manifiesto en el momento difícil por el que atraviesa actualmente la Unión Europea –el más grande proyecto de esa naturaleza que se haya conocido en la historia de la humanidad- y también -salvadas las distancias y las diferencias- en las tenciones y problemas que se presentan en el seno del MERCOSUR.

Hablar de problemas en el seno del MERCOSUR, es fundamentalmente hablar de problemas en el comercio entre Argentina y Brasil. Según las cifras disponibles, el comercio entre esos dos países ha aumentado en forma sostenida en los últimos años. Durante los cuatro años que van desde 2007 a 2010 -ambas fechas inclusive-, Argentina ha exportado hacia Brasil mercancías por una suma cercana a los 49,5 mil millones de dólares, mientras que en sentido inverso, han fluido mercancías por un monto aproximado a los 61,6 mil millones de dólares. Se trata, sin lugar a dudas, de cifras de gran magnitud, que convierten a la frontera argentino-brasileña en la comercialmente más dinámica de la América del Sur. Pero se trata de un comercio sistemáticamente deficitario para Argentina. En los cuatro años mencionados, el déficit comercial acumulado -en contra de Argentina-, asciende a los 12 mil millones de dólares. En lo que va corrido del presente año, esa tendencia se ha mantenido y se ha incrementado.

El crecimiento económico que ha presentado Argentina, la lleva indudablemente a aumentar sus importaciones. Un ángel bajado del cielo podría argumentar, que si Argentina tiene que realizar elevados montos de importaciones, es bueno que las realice desde Brasil. Es bueno, desde luego, para Brasil, pero también para los consumidores argentinos, pues se trata de mercancías que no pagan arancel y que llegan, por lo tanto, a precios más baratos al mercado argentino.

Daño Competitivo

Sin embargo, un observador más terrenal visualizaría, que esa misma situación causa daños a la industria argentina, que tiene que enfrentar una fuerte competencia por parte de las mercancías provenientes de Brasil. Ese eventual “daño competitivo”, es la esencia misma de los tratados de libre comercio, como el que impera entre Brasil y Argentina. Ese daño competitivo que sufren algunas empresas o industrias, se puede soportar más fácilmente si es compensado con las ganancias que obtienen las empresas e industrias exportadoras, que venden cantidades sustantivas en el otro mercado. Pero si esto último se da en montos muy reducidos, o si las exportaciones no aumentan en la misma cuantía que aumentan las importaciones, se levantarán inevitablemente voces que argumentarán, que los beneficios de la integración son menores que los daños. Las más extremistas entre esas voces, postularán que es mejor una situación sin MERCOSUR, pues así comprarían en cualquier otro país, a precios más elevados, con más protección para la industria nacional y con ingresos arancelarios o aduaneros para el Gobierno nacional. Es probable que frente a esa argumentación -sobre todo en época electoral-, los gobiernos respondan con medidas cambiarias o arancelarias o con medidas simplemente administrativas, que reviertan o dificulten el flujo normal de los intercambios comerciales.

Soluciones

Esa situación tiene dos soluciones: una de mercado y otra política. La solución de mercado, es esperar que la parte deficitaria aumente su productividad y su competitividad, para lograr un crecimiento más sostenido, tanto de sus exportaciones como de sus importaciones. Se trata indudablemente, de una solución de mediano o de largo plazo. La solución política, consiste en poner en vigencia algún mecanismo de compensación económica -como existe parcialmente, al menos, en Europa- para acallar a los más afectados y para ayudarlos en su viraje hacia actividades productivas de mayor competitividad.

Este mecanismo, si bien puede tener plazos más cortos de puesta en escena, es de más difícil implementación política. Mientras dure la toma de decisiones sólo cabe esperar, como sucede en los matrimonios, que las tensiones, aun cuando no desaparezcan, no generen un divorcio definitivo.

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