Las mentiras del Líder

Una mentira (embuste o falacia) es una declaración falsa -que oculta la realidad de manera parcial o total- emitida por alguien quien supone que los oyentes admitirán como una verdad y cuyo cometido es engañar -consciente e intencionadamente- a éstos y cuya finalidad puede tener causas muy diversas (injustificadas o justificadas).

Desde hace cierto tiempo hasta la fecha, uno de los pensamientos que se ha estado elucubrando es una definición o análisis del concepto de mentira que se tiene y su importancia como concepto o hecho dentro de lo que es la dinámica de un equipo humano cualquiera y la función de liderazgo.
Un líder, administrador o coordinador de conjuntos humanos, debe pensar -de vez en cuando- en los diversos conceptos que administra a diario, para que su gestión no se convierta en una actividad rutinaria o de burocracia social.

Generalmente, la palabra mentira tiene de por sí una connotación negativa, pues mentir no es una actitud o acción digna de elogio en prácticamente ningún tipo de actividad social, aunque -desde luego- hay matices y en algunos casos las mentiras son consideradas como más triviales que en otros
Sin importar lo que se pueda pensar, las mentiras existieron y existirán siempre, y serán enfrentadas por subordinados, socios o jefes. La gente está en capacidad de desarrollar todo tipo de medidas para contrarrestarlas (hay quienes a estas las denominan “contra-medidas”), pueden ser sancionadas, pero nunca podrán ser erradicadas totalmente. En consecuencia, su existencia no debe sorprender, ni debe alarmar de por sí, por más que considere al hecho de mentir como algo deplorable.

Lo que importa, sin embargo, es lo que sucede después de que se ha dicho una mentira, pues tendrá consecuencias; éstas serán las connotaciones que su existencia le traerán o aportarán a quien la dice, a los seguidores que pretende coordinar o dirigir, a la organización y a su contexto. Las mentiras son funestas tanto por su reprobabilidad moral y ética, como así también por las consecuencias inmediatas y espirituales que producen: ésas son las connotaciones a las que se pretende referir en este espacio.

Por esto uno puede ponerse a pensar por qué a muchos de los llamados “líderes políticos” les cuadra mentir (falseando o manipulando la realidad) y la verdad es que -por lo general, en correspondencia con lo que se ve- al pseudo-político lo que menos le ajusta es la verdad, porque mantener ésta es mucho más difícil que vivir de la mentira, pero la mentira es más dulce y sencilla de administrar para el cobarde, el inútil y el mediocre.

De acuerdo con P. Edronkin: «Es inevitable que cuando alguien miente ocurra una de estos cuatro efectos: 1) El mentiroso sale victorioso y no es sancionado; 2) El mentiroso sale victorioso y es sancionado; 3) El mentiroso no sale victorioso, pero no es sancionado; y 4) El mentiroso no sale victorioso y es sancionado”.

Si el mentiroso se lleva las de ganar, ya sea porque es descubierto y no es sancionado, o bien porque sale victorioso de su mentira, la gente quedará con varias sensaciones en su mente: 1) Desazón ante una justicia; 2) Probablemente, un cierto grado de vendetismo o deseo de vengarse; y 3) La sensación, sutil y no siempre reconocida, de que violar las normas trae beneficios.

En cambio, si el mentiroso sale victorioso, pero luego recibe alguna forma de sanción, como ocurre con las personas que formalmente son declaradas inocentes en, digamos, un juicio, pero que todo el mundo considera culpables (Al Capone, para citar un ejemplo), la sanción se construye a través de mecanismos de reprobación social, bastante válidos, por más que no exista una sanción o castigo formales.

Si el mentiroso no sale victorioso de su mentira y es sancionado, entonces todos los testigos se quedarán con la idea de que el bien habrá triunfado y se habrá hecho justicia.

Claramente, se puede apreciar que el resultado global de tales hechos no es aconsejable si se desea mantener un cierto grado de credibilidad y de convivencia dentro del conjunto de seguidores.

Es inevitable, por supuesto, que algunos mentirosos se salgan con la suya de vez en cuando. Erradicar las mentiras por completo implicaría desarrollar un mecanismo de control perfecto, algo así como un móvil perpetuo, lo cual es una utopía.

Una mentira, grande o pequeña, produce dos efectos: 1) Causa un perjuicio relacionado directamente con el significado de la mentira; y 2) Destruye la convivencia. En el caso del primer efecto, importa que la mentira sea grande o pequeña, pues el grado de perjuicio para los damnificados estará directamente relacionado con su cualidad de tamaño, envergadura o importancia.

Un líder que se aprecie de serlo debe saber cómo gestionar y cuál es la verdadera importancia de defectos como éste que a otros pueden parecer pequeños.

Dirección-E: chichipaez@entorno-empresarial.com