Liderando en la revolución

Este escrito ha de ser leído pragmáticamente y como los rumiantes: con 4 estómagos (para poder digerir bien lo expuesto acá), y con una disposición universitaria (que da cabida a todas las ideas, pues en el universo caben todas: las propias y las ajenas), siendo conveniente no erigir -durante su lectura- una gran muralla china que impida al lector llegar al final en pro de que luego pueda cumplir con la parte que le toca.

Lo ocurrido recientemente ha ratificado las condiciones que la mayoría de la nación quiere que imperen y a todos nos toca bailar al compás de la música que está sonando. ¿Cómo bailar gaita si suena joropo? Ésta es la realidad: es el statu quo vigente.

Charles Darwin enunció los postulados de la “Teoría de la evolución natural de las especies”, proclamando que “sólo los mejor adaptados sobrevivirán”. Admitiendo lo precedente, el ser humano inteligente no puede darse el lujo de terminar siendo víctima de la evolución; es decir: de lo que -por destino- le toca vivir.

Entonces, preguntémonos: ¿estamos preparados para la revolución? Muchos son los sinónimos de esta última voz; entre ellos: movimiento, perturbación, sacudida, revoloteo, giro, alteración, transformación, innovación, etc; a su vez, todos son análogos de “cambio” y antónimos de inmovilidad y conservacionismo, siendo muy oportuno y bueno recordar lo ocurrido a los ratones de la fábula “Quién se llevó mi queso” -de Spencer Johnson- como resultado de su comodidad y de su obstinado conservadurismo ideológico; entendámoslo: no estaban preparados para sobrevivir en la revolución. Ante estas realidades, como conductores, ¿estamos “pre-parados” para liderar en la revolución?, ¿estamos dispuestos adecuadamente?, ¿tenemos las herramientas debidas?

En toda revolución nada es constante, las oportunidades vienen y se van a una velocidad altísima, acompañadas de ofertas y peligros en abundancia: en un abrir y cerrar los ojos puede perderse la bonanza o se puede tener una ganancia total: todo depende de la actitud y de la aptitud para mantenerse en la cresta de la ola y liderar hacia donde hemos de ir con nuestros seguidores, ascendiendo -sin importar lo escarpado de la cuesta- liberándonos de las barreras (miedos, prejuicios, suposiciones, etc.) que impiden el logro del objetivo -como debió hacerlo “El caballero de la armadura oxidada”, personaje de la obra maestra de Robert Fisher- mediante el cumplimiento de la misión escogida, librándonos de las máscaras que imposibilitan que la luz nos ilumine (como le sucedió a “El Loco” de K. Gibran Khalil).

Entonces, nunca hubo un momento más adecuado para mostrar la disposición y las herramientas (el conocimiento, las habilidades y las destrezas) que se tienen para aprovechar las oportunidades que ofrece la realidad de estar sólo limitados por la imaginación creativa: el utensilio a desarrollar primordialmente.

Para dirigirse hacia donde se debe ir, se debe tener un objetivo específico y común para los de la organización; pero eso no es suficiente (lo acabamos de ver como testigos de excepción), pues es imprescindible tener principios y valores comunes, idénticos, que rijan las decisiones que han de concebirse y adoptarse para implementar el accionar y llevar -¡cibernéticamente!- la nave al destino debido, a puerto seguro. Analicemos este párrafo para comprender lo que se busca compartir acá.

¿Qué vimos como espectadores de primera fila? Que un conjunto heterogéneo de personas con principios y valores muy distintos -de izquierda, de derecha, y “medianeros” (quienes no son una cosa ni la otra, pues no son de izquierda ni de derecha)- se agruparon con un fin común y no lograron lo buscado, pues el que pretendían desplazar es quien terminó victorioso. ¿Porqué no lograron su objetivo?, porque los principios y valores que regían sus accionares son diferentes, no estaban alineados y -por ende- sus fuerzas eran vectores con puntos de apoyo muy disímiles que no ejercían efectos sinérgicos. ¿El resultado?: la debacle (lo de esperar), algo que debe ser motivo de aprendizaje para todo y todos, pues los seguidores potenciales se dan cuenta de todo y deciden respaldarnos -o no- en el logro del objetivo.

Ante ello, ¿qué hacer para prosperar en la revolución? Aprender de esos errores para no repetirlos y así no caer en equivocaciones fatales. Para empezar, se debe partir por adaptarse a la realidad: las abstracciones que determinan las características del escenario de actuación están descritas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en el marco legal, reglamentario y normativo que se desprende de esa carta magna, pues pretender algo diferente es ubicarse en lo inconstitucional e ilícito, lo cual significa riesgo máximo. Por ejemplo: ¿cómo negar la LOPCYMAT y el poder de INPSASEL? Entonces, ¡a adaptarse!

Lo segundo, aclarar cuál es el objetivo propio: ¿político, financiero, etc? Si nuestra organización tiene un objetivo político, han de buscarse votos, pero si es financiero, habrá que buscar la riqueza del dinero. Es decir, centrarse en el objetivo y no distraerse de él. Otra adaptación más.

Tercero, saber que el objetivo sólo se logra cumpliendo la misión escogida; por ej.: si el objetivo es político y la misión es proveer servicios de salud (como es el caso de los entes gubernamentales de salud), habrá que saber que los votos solamente se lograrán si se dispensa un servicio de calidad total; si el objetivo es financiero y la misión también es proveer servicios de salud (como las clínicas privadas), la riqueza sólo se logrará dispensando un servicio de calidad total; si el objetivo es filantrópico, el reconocimiento se hallará únicamente cumpliendo la misión dada, pero eso sí -independientemente del objetivo particular- ésta habrá que cumplirla ceñidamente a los principios y valores que rijan la organización. Caso contrario: el fracaso, pues tales abstracciones (principios y valores) son el punto cardinal “orientador” que determina lo que se debe y lo que no se debe hacer, el cómo hacerlo y cómo no, el cuándo hacerlo y cuándo no, el dónde hacerlo y dónde no, el quién ha de hacerlo y quién no, etc. Otra adaptación adicional.

Cuarto, para saber si la misión se está cumpliendo, habrá que formular metas a corto, a mediano, y a largo plazo, proclamando la visión, y definiendo cuál será el control “cibernético” a hacer y cómo será ejecutado estratégicamente. Cibernética es una voz compuesta formada por dos vocablos: “ciber” (del alemán: kuber, timón) y “cinética” (movimiento), con la cual se evoca el modo de conducir las naves acuáticas, pues ellas sufren el efecto del motor y su hélice que las impulsan en una dirección, pero también son afectadas por las corrientes submarinas -que presionan su quilla y hacen que se desvíen- y por el efecto de los vientos -que empujan su masa (casco, velas, etc.) quién sabe hacia dónde y todo esto exige los “golpes de timón” que da el timonel según el direccionamiento ordenado por el Capitán, quien las decide de acuerdo a la realidad reinante que influye -buena y/o desfavorablemente- sobre el avance deseado hacia el destino debido. “Sólo los mejor adaptados sobrevivirán, sólo los mejores lo lograrán”.

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