Lo que pensamos es lo que nos pasa (*)

“No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”.

R. Santandreu

Estas palabras corresponden a Rafael Santandreu, psicólogo oriundo de Barcelona, España, quien -a través de su terapia turbulenta en el campo de la salud mental– decidió plasmar su experiencia en el libro: “El arte de no amargarse la vida”.

Santandreu explica que la escritura de dicho texto se basó en su experiencia profesional en el arte de hacer más fuerte a las personas a nivel emocional. Su libro no es producto de la improvisación, sino es el fruto de años de trabajo en el campo de la salud mental, en el cuál el psicólogo español introdujo un nuevo método en el marco de la terapia cognitiva.

Santandreu denomina esta técnica como “terapia del pensamiento” y tomó como base la corriente filosófica greco-romana, que formula que las personas padecen problemas emocionales a partir de sus pensamientos y no en función de los acontecimientos que suceden en sus biografías. Lo que se piensa, es lo que sucede.

“Por ejemplo, yo tenía una paciente que me decía ´Pepe me pone muy nerviosa´. Esta calificación es absolutamente arbitraria, ya que ésa es la reacción que Pepe le provocaba a ella y no a toda persona que se cruce con él. Es muy simple, tenemos que aprender a evaluar lo que nos sucede a través de criterios objetivos y en el marco de una sana comparación con la realidad”, explicó Santandreu.

Con el fin de llevar esta técnica a la práctica, el autor aportó un ejercicio práctico al que denomina “línea de evaluación”. Este método consiste en ubicar un acontecimiento que identificamos como negativo o positivo en una línea que consta de dos polos. El primero es el pico máximo de felicidad y en el otro extremo se ubica el peor suceso que le podría ocurrir a alguien, invalidando absolutamente el bienestar en su biografía.

Esta línea de evaluación permite crear un “espacio de salud mental” ¿Cómo? Santandreu lo explicó a través del caso de una paciente suya llamada María, que padecía un trastorno de ansiedad: “María llegó a mi consultorio diciendo ´nadie me aguanta, mi marido me dejó por mis nervios permanentes y mi hija no me soporta´ Su foco de ansiedad, en ese momento, era la operación inminente de su nieta. Le plantee ubicar este acontecimiento en una línea de evaluación y para contextualizar su dilema le brindé una experiencia de vida de un joven canadiense que yo había tratado un tiempo antes. Él había perdido a su mujer y a su hijo en un accidente de tránsito. Su dolor resignificó en solidaridad y hoy preside una fundación para salvar la vida de niños africanos”.

Tras el relato de la historia, Santandreu le preguntó a María: “¿cuál de estos dos hechos considera más grave: caso de tu nieta o a la del joven canadiense que perdió a su mujer y a su hijo?”. La respuesta automática de la paciente fue la exasperación, no podía tolerar esta comparación, pero luego lo reflexionó y dijo “si es mucho peor lo de este hombre”. Entonces, para María en su línea de evaluación lo más terrible que le podía pasar no era la operación de su nieta, encontró un límite en su propio dolor y ansiedad. “Creó un espacio de salud mental. El caso de María es muy ejemplificador ya que todos los seres humanos tenemos la tendencia a evaluar los hechos que nos suceden en la vida como terribles, cuando no lo son. Todos tenemos que aprender a analizar lo que nos sucede en la vida con criterios objetivos y comparativos”, afirmó Santandreu.

La racionalidad es el punto de partida para comenzar a internalizar que, en la mayoría de los casos, ante algún acontecimiento negativo, las personas basan su depresión, ansiedad o angustia en una fantasía (fruto de su entelequia) y no en la realidad.

Con el fin de llevar este pensamiento a la práctica, Rafael Santandreu planteó tres criterios básicos para ser más fuerte a nivel emocional. “Existen tres creencias irracionales que dominan las emociones. La primera es que debemos hacer las cosas bien o muy bien. La segunda es que todo el mundo debe tratarnos bien y la tercera es pensar que en el planeta todo tendría que funcionar a la perfección. Si no se cumplen uno, dos o inclusive, los tres parámetros nos enojamos o deprimimos”, advierte.

El autor del “El arte de no amargarse la vida”, explicó que -frente a estos criterios- el único parámetro debería ser la racionalidad. Es un absurdo creer que en nada podemos fallar, la perfección es una irrealidad. No es necesario, y sería además extremadamente aburrido, que todo el mundo nos trate bien en el marco de las relaciones humanas. Y por último, el mundo no depende de un individuo y, por lo tanto, es imposible que todo funcione a su favor.

Para Santandreu la definición de una mente fuerte a nivel emocional es la que se basa en las preferencias y no en las exigencias. Priorizar la realidad por sobre la fantasía es crucial para lograr una vida en la cual la felicidad sea una realidad.

Pero, ¿cómo darse cuenta de las prioridades? ¿Cuál es la forma para lograr ser más fuerte a nivel emocional? Santandreu lo resume en una palabra: la renuncia. “Para explicar esta concepción siempre cito a San Francisco de Asís, quien aseguraba ´Cada vez necesito menos cosas y las pocas cosas que necesito, las necesito muy poco´. Con cada necesidad nos sumamos una carga. En una sociedad actual, signada por el consumismo y el afán de acumular objetos materiales, es cada vez más frecuente encontrar personas infelices ya que nunca podrán alcanzar todo lo que desean. Nos inventamos necesidades que no necesitamos, nunca nos hacen felices y, además, nos convierten en personas débiles a nivel emocional”, asegura el autor.

El criterio planteado por Santandreu es tan innovador como posible: tener deseos, pero no ser esclavo de ellos. Para el ser humano es inevitable añorar, querer y desear, pero estas fantasías deberían controlarse y proyectarse en su justa medida ya que el deseo desmedido es una garantía de frustración.

En el marco de una conferencia, Santandreu planteó, además, que una de las mayores fuentes de insatisfacción son las ideas “supersticiosas”. Sin ningún tipo de criterio objetivo, las sociedades de todas las épocas han legitimado creencias que contribuyen a la infelicidad. “Los mitos de ´si pienso lo peor no me va a pasar´ o ´si quiero a alguien le tengo que demostrar todo el tiempo que estoy preocupado, y angustiarme por ello”, no son más que mentiras que afectan negativamente a nivel emocional y a ninguna parte llevan”, aseguró.

El autor de “El arte de no amargarse la vida”, brindó algunas claves para repensar la felicidad desde un método posible, práctico y efectivo. Somos lo que nos decimos que nos pasa. El desafío está planteado, sólo resta comenzar a trabajar por deseos posibles y reales.

Ante lo que acontece en Venezuela, comience (sin entelequia) a trabajar en su mente los deseos posible y reales, evitando así la depresión, la ansiedad y la angustia.

(*) Escrito por Silvia Aybar, en El Almamaque.com, con algunas aportaciones interpuestas por el equipo de Gerencia en Acción