Los efectos de la pandemia en el mercado laboral Global

El nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los efectos de la pandemia refleja que, en el segundo trimestre de 2020, las pérdidas de horas de trabajo son equivalentes a 495 millones de empleos, y entre enero y septiembre los ingresos de los trabajadores cayeron en 3,5 billones de dólares.

Efectos en las economías en desarrollo y emergentes

Según el referido informe, el mercado laboral de las economías de los países en desarrollo y emergentes, en particular el sector informal, ha llevado la peor parte en comparación con otras actividades económicas. Por regiones, Latinoamérica es la más afectada en términos relativos, con una pérdida de horas de trabajo en el segundo trimestre del 33,5 % (equivalente a 80 millones de empleos) que seguirá siendo alta en el tercero, hasta el 25,6 % (60 millones de empleos).

En términos absolutos, la mayor pérdida de horas de trabajo se dio en el sur de Asia, donde equivalió a 170 millones de empleos en el segundo trimestre y aún llegará a 115 millones en el tercero de acuerdo con las previsiones del organismo.

Aunque la OIT no dio información pormenorizada de cada país, sí destacó que la pérdida de horas de empleo en España ha rondado el 6 por ciento, en países como Estados Unidos o Brasil llegó al 10 % y en muchas naciones latinoamericanas (México, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica) estuvo en la banda del 20 %.

Más dramático fue el caso de Perú, uno de los países con más casos de COVID-19 en el planeta y con un alto predominio del empleo informal, donde se calcula que la pérdida interanual de horas de trabajo superó el 50 por ciento entre abril y junio. En relación a Venezuela la carencia de información impide obtener información fidedigna al respecto.

Efectos en los ingresos

Todas estas pérdidas en horas de trabajo se tradujeron en el mencionado descenso global en los ingresos laborales de 3,5 billones de dólares (un 10,7 por ciento interanual).

El caso de América, subraya la OIT, es el continente más afectado por esta pérdida de ingresos, con una caída del 12,1 por ciento con respecto al mismo periodo de 2019, y los países en desarrollo también han resultado más golpeados que los ricos en este sentido, sufriendo una bajada interanual del 15,1 por ciento.

Los descensos en horas de trabajo e ingresos se han debido principalmente a las medidas de prevención contra la COVID-19, que supusieron especialmente durante los confinamientos masivos el cierre de muchas actividades laborales, algo que según la OIT aún afecta a la mayor parte del planeta.

Pese a que muchas medidas restrictivas se aplican de forma más laxa, la organización subraya que el 94 por ciento de los trabajadores reside en países en los que aún se aplica algún tipo de limitación que afecta a los lugares de trabajo.

Y todavía uno de cada tres trabajadores reside en naciones donde están cerrados todos los lugares de trabajo salvo los esenciales, recuerda el estudio.

Medidas fiscales de choque

El informe de la OIT también analiza las medidas de incentivo fiscal ordenadas por distintos gobiernos para mitigar estos efectos adversos de la pandemia en el mercado laboral, y concluye que por cada uno por ciento del PIB utilizado en estas políticas puede lograrse un descenso del 0,8 % en la pérdida de empleos.

Estas medidas, lamenta la OIT, se han concentrado especialmente en los países desarrollados, debido a la limitación de recursos en los países emergentes y en desarrollo, pese a que éstos han sido más golpeados debido al predominio del empleo informal y lo mucho que éste se ha visto afectado por la crisis sanitaria.

Estos países en desarrollo deberían invertir 982.000 millones de dólares adicionales en total para conseguir los mismos efectos paliativos de las medidas adoptadas en las naciones más ricas, concluye la OIT.

«Al tiempo que redoblamos esfuerzos para vencer al virus, debemos adoptar medidas a escala lo antes posible para paliar sus efectos en los planos económico, social y laboral», opinó en la presentación del informe el director general de la OIT, Guy Ryder.