Los Niños y el Ahorro II

Imagina que hoy tuvieras la oportunidad de corregir los malos hábitos que han adquirido tus hijos respecto al dinero. ¿Por dónde comenzarías?, ¿Qué les dirías?, ¿Cuáles serian tus primeras palabras? ¿Les darías una versión romántica o una versión real?, ¿Serias objetivo o subjetivo en tu explicación? Cualquiera de las elecciones anteriores, deberá tener el efecto positivo de darles a los niños, las herramientas para que se conviertan en adultos exitosos. La responsabilidad es enorme y en muchos casos, debemos enseñar temas que como adultos tampoco estamos bien informados.

El ahorro es de suma importancia para lograr nuestras metas, por lo que no darles a los niños la educación financiera adecuada, es casi tan peligroso como no enseñarles a leer y a escribir. Cuando se habla de la necesidad de ahorrar, es normal buscar excusas del por qué no es posible y, especialmente en tiempos difíciles. De hecho existen siete mitos del “no ahorro” que son excusas para no ahorrar:

– Sólo puedo ahorrar un poco en estos momentos y no merece la pena. Empezaré a ahorrar cuando tenga mejor sueldo.
– Si tuviera mejor sueldo sería más fácil ahorrar.
– Quiero ser buen padre/madre y quiero dar todo a mis hijos ahora.
– Siempre puedo conseguir un préstamo si las cosas van mal.
– Ahorrar requiere la privación de lujos.
– Ahorros implican eliminar lo divertido en la vida.

Se ha vuelto común, ver a las personas dispuestas a tomar un préstamo para comprar algo, un coche, una casa e incluso vacaciones. Préstamos que traen consigo intereses muy elevados. Para evitar esto, es mejor ahorrar desde temprana edad para que se convierta en un hábito bien arraigado. Recuerda lo que dice el proverbio popular: “Educa financieramente al niño y no tendrás que mantener al hombre”
Es relativamente fácil, ya que con un simple objeto como lo es una alcancía, se puede lograr el involucramiento de los pequeños. Digamos, “el domingo” que le dan al niño sus abuelos o sus padres, deberá guardarlo en la alcancía, así como todo los extras que reciba de su familia. Es claro, que la motivación en el niño se logrará alimentando algún deseo o sueño, por ejemplo, comprar el juguete de la tele o viajar con sus primos y hasta pagar el curso de verano en el extranjero. Una vez que la alcancía se haya llenado, llévalo al banco para que abra una cuenta infantil y haga él mismo su depósito. Lo más seguro, es que esto lo hará sentirse bien consigo mismo y le encontrará “chiste” al juego, pero lo mejor es que aprenderá a ahorrar, gracias a que has fomentado buenos y duraderos hábitos respecto al dinero.
Por último aquel, “cerdito” elaborado de barro, que tiene un orificio en su espalda y que muy pocos usan, ha evolucionado. Ahora tenemos una alcancía de plástico con 4 orificios llamada “Money Savvy Pig” y que en lugar de romperla para vaciar las monedas, la puedes abrirla fácilmente, y como es de plástico transparente logra que los niños vean cuanto llevan al momento. Finalmente, el ahorro involucra saber tomar decisiones, fijar prioridades y posponer la gratificación inmediata; generando un sentimiento duradero y profundo de abundancia, paz, tranquilidad, seguridad y felicidad.

Juan José es director de Finanzas Personales México y lo puedes contactar vía mail mailto:[email protected]

Para complementar este post, me topé con un video intenteresantísimo gracias a Sandra Rajkov (Excelente fotógrafa por cierto, chequen sus fotos en www.flickr.com/photos/rajkov ) que trata de un experimento aplicado a niños de menos de 4 años… No se pierdan el siguiente video, está genial, imperdible. Estoy seguro que todos se sentirán identificados en algún momento del video…

De lo que investigué acerca de este experimento es que se remonta a los años 60, donde Walter Mischel de la Universidad de Stanford, estudió a un grupo de niños de 4 años en solitario, en una habitación sin ningún punto de distracción, y a los que les dio un malvavisco bajo una premisa: Si querían se lo podían comer, pero si podían esperar 20min les darían dos malvaviscos. Bien, hubo niños que no pudieron esperar y se comieron el bombón, (el 70% de los niños) otros supieron aguantar las ganas y recibieron el segundo malvavisco como recompensa (30%…)

El experimento continuó varios años haciendo un seguimiento académico de estos niños y al llegar a la adolescencia realizaron varios tests, tanto por parte de los padres como de sus profesores. Tras catorce años de seguimiento, Mischel descubrió, que los impulsivos tenían baja autoestima y umbrales bajos de frustración, mientras que los que habían esperado, eran personas socialmente más competentes y con mayor éxito académico.

El hallazgo más importante es lo que se ha llamado el Principio del Éxito, con el postulado de que las personas que tienen la habilidad para aplazar la gratificación son los más propensos a tener éxito. Todo esto tiene que ver con la disciplina personal de quien construye al largo plazo y prefiere tener una gratificación final más importante y no una recompensa en el corto plazo.

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