Los paraísos fiscales

Los países o territorios denominados “paraísos fiscales” gozan de una imagen bastante mala a nivel internacional como si fueran sede de tortuosas operaciones financieras internacionales. Incluso esa mala impresión alcanza a las personas o empresas que tienen  depósitos en alguna de las muchas oficinas bancarias que allí están establecidas, como si tener depósitos en esos centros financieros fuera en si mismo expresión de una acción ilegal en los países de origen de esos capitales.

En realidad los llamados paraísos fiscales son países cuya principal característica es que cobran impuestos muy bajos -o en muchos casos no cobran impuesto alguno- a las utilidades obtenidas por las  empresas allí establecidas, utilidades desde luego generadas por la actividad de esas empresas en cualquier otro lugar del mundo. Si cada país tiene soberanía tributaria, es decir, cobra los tributos que quiera a las empresas establecidas en su territorio, entonces nadie tiene nada que objetar a que esos países o territorios cobren impuestos cercanos a cero a su empresas locales. Constituir una empresa en esos territorios es fácil y barato. Para las  empresas así constituidas salir desde allí a incursionar por el mundo es fácil y barato. Hacer ingresar nuevamente a ese país las utilidades que esas empresas obtuvieron en sus incursiones por el mundo es fácil y barato.

El problema con esos paraísos fiscales radica, sin embargo, en que los capitales que quieren incursionar por el mundo -en todo tipo de actividades y con entera legalidad-  pueden no solo usar esos paraísos fiscales como base de operaciones, sino que al hacerlo pueden hacer desaparecer totalmente su origen. Constituyen una empresa en uno de esos paraísos fiscales -con nombres de fantasía- y de allí para adelante el nombre de las personas o de las empresas o incluso de los países de donde proceden,  desaparecen en la noche de los tiempos. Ese es realmente el problema central de los paraísos fiscales: no tanto lo que se puede hacer con una empresa allí establecida, sino el origen de los fondos que constituyeron esa empresa. En otras palabras, capitales de dudoso origen -capitales generados en el negocio de la droga o en el saqueo de la arcas públicas de sus países de origen- se blanquean o en esos paraísos fiscales. Hay falta de transparencia no sobre las actividades de las empresas allí establecidas, sino sobre los capitales que concurrieron a  conformar dichas empresas.  Ese es el problema. Pero hay capitales enteramente legales que utilizan los paraísos fiscales como base de operaciones en operaciones enteramente legales en otros países. También hay depósitos absolutamente legales que se hacen en bancos constituidos en esos países, con el objeto enteramente lícito de pagar los menores impuestos posibles, aun cuando los intereses sean bajos y el seguro estatal a los depósitos sea totalmente inexistente.

Pongamos un ejemplo interesante. Las Islas Vírgenes Británicas. es el quinto país o territorio, a nivel mundial, en materia de recepción de inversión extranjera directa. En el 2012 recibió 65 mil millones de dólares. Eso significa que recibe más inversión extranjera directa que Argentina, que Rusia o que el propio Reino Unido. Pero se trata de una isla caribeña de no más de 25 mil habitantes. Eso implica que muchos capitales, de muchas partes del mundo, constituyen empresas en ese territorio. Incluso la inversión extranjera de origen chino, que fluye hacia América Latina va en más de un 25% hacia Las Islas Vírgenes, y en más de un 60 % hacia las islas Cayman.  Al mismo tiempo las Islas Vírgenes son el décimo país a nivel mundial en materia de origen de la inversión extranjera directa. En el año 2012 se registran más de 42 mil millones de dólares como inversión en diferentes países, procedentes de las Islas Vírgenes. Es decir, los capitales entran a ese territorio, constituyen compañías, cambian de personalidad, vuelven a salir, obtienen utilidades en terceros países y no tributan por ellas en las propias Islas Vírgenes, aun cuando si lo hagan en los países donde esas ganancias o utilidades fueron generadas.

En síntesis, el problema con los paraísos fiscales no radica en que cobren bajos impuestos a las utilidades, ni en que sea fácil constituir una empresa. Eso es parte de su soberanía.  Tampoco radica en que las empresas allí establecidas  hagan operaciones en terceros  países, pues esos países también son soberanos en cobrarles los tributos que estimen necesarios a las ganancias que en su territorio se generen o en cobrarles los impuestos que crean necesarios a los capitales que salen de su país.   El problema radica en que no hay transparencia respecto al origen de los fondos, y en que los países que intentan hacer tributar a sus ciudadanos en base al criterio de renta mundial –renta obtenida por sus ciudadanos en cualquier lugar del mundo-se encuentran con grandes dificultades para obtener la información que sería necesaria como para ello.  

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