Los valores y el béisbol

“Puesto que yo soy imperfecto y necesito
la tolerancia y la bondad de los demás, también
he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar
el secreto que me permita ponerles remedio”.
Mahatma Gandhi

El deporte en general tiene valores humanos intrínsecos que comparte como una parcialmente sensible piel con la sociedad que lo rodea. Esos valores son radiados hacia la sociedad que sigue el deporte y su espectáculo organizado alrededor de una actividad de lucro, y a su vez recibe la radiación de ese conglomerado de personas que las circundan en indetenible interacción. El béisbol es uno de los deportes que, debido a su inmensa popularidad, hace más patentes estas manifestaciones de pedagogía y sinergia.

En la historia de las Grandes Ligas los casos de Las Medias Negras, de Pete Rose y más recientemente de los jugadores acusados de consumir hormonas de crecimiento, han creados saludables precedentes, que han permitido exhibir firmeza en la defensa de los principios de la salud deportiva, aunque en el último de estos casos, muchos creemos que hay una cierta actitud laxa, de fugaz carpetazo al informe Mitchell, de no extrañamiento definitivo de peloteros que siguen, (caso McGwire), y seguirán, (casos de Barry Bonds, Roger Clemens, Rafael Palmeiro, José Canseco, Sammy Sosa, etc.), presentándose en las papeletas para la elección a Cooperstown. Pese a lo anterior, el Comisionado Selig, ha impuesto un control dinámico a través de exámenes de laboratorio; claro está, sin medidas disciplinarias frontales para generar esa atmósfera de respeto que inspire a las nuevas generaciones, que sin esa demostración palmaria pueden pensar que, para el éxito en Grandes Ligas, es lícito apelar a cualquier recurso “que aún no haya sido prohibido”.

Otro aspecto de los valores en Grandes Ligas, ha girado alrededor de la discriminación racial. Un grupo de dueños de equipos en 1947, rompió ese celofán a través de la incursión en el campo de juego de Jackie Robinson, (novato del año en esa temporada). Desde finales de la década de los cuarenta hasta las postrimerías de los sesenta, en menor grado, se mantuvo la discriminación; pero los avance políticos impulsaron una regresión de este antivalor, sin que desapareciera de un todo, tanto es así que se mantiene en reductos discretos y sus manifestaciones son soterradas, no ya tanto hacia los negros, (o afroamericanos como eufemísticamente los llaman), sino hacia los latinos, que han ido adueñándose de las posiciones cimeras en la Gran Carpa, a través de jugadores como Manny Ramírez, Alex Rodríguez, David Ortiz, Iván Rodríguez, Omar Vizquel, Miguel Cabrera, Magglio Ordoñez y otros. Esos subterráneos arranques de discriminación los hemos visto, por ejemplo, en el caso de Luis Aparicio, (electo para el salón de la Fama en su sexta aparición en las boletas, mientras que Ozzie Smith, con números del mismo orden, fue exaltado a la primera vez y con mayor votación), o en las penurias pasadas por Juan Marichal, (tres apariciones), debido a un incidente, que no se le hubiese cobrado con tanta severidad en el caso de un caucásico.

Otro ejemplo pudiera encarnarlo Orlando “Peruchin” Cepeda, quién compareció infructuosamente durante 15 veces ante el Comité del Salón de la Fama, (obteniendo 73.5% en la última votación), para luego ser electo por el Comité de Veteranos, teniendo un Premio al Novato del año, un MVP, un liderato de jonrones y dos de empujadas, 379 jonrones y 1.365 remolques. En este aspecto, la discriminación se permea y nutre de un ramplón chauvinismo. Afortunadamente, (y en honor a la verdad), esta actitud no es mayoritaria en el seno de los cronistas, (ni entre los directivos de las mayores). Es una fracción de ellos, quienes la esgrimen. Como en todo proceso evolutivo, soplan aires de cambio, otra oleada que sacude a la sociedad estadounidense y ello influirá positivamente en estos antivalores, sobre todo en tiempos en los cuales los latinos se afirman, cada vez más, en las Mayores, y se avizora que peloteros como Alex Rodríguez, (mitad latino – mitad norteamericano) y Albert Pujols, escalen en los próximos años, hasta los más altos sitiales de los numeritos ofensivos. A esta briosa irrupción latina, se agrega el empuje japonés en las Mayores, liderado por ese excepcional hiteador que es Ichiro Suzuki, lo que va convirtiendo irremediablemente a las Mayores, en un calidoscopio multicultural y multirracial; una globalización de facto igual que el de la pelota.

La dinámica de los valores es lenta, pero está marcada por esa interacción que no cesa. La justicia tardará por imponerse, no por motivos altruistas, sino por el peso de las circunstancias y por esa lucha incansable del hombre, por ser merecedor de su condición de origen.

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