Sucre se ampara en su grandeza de “Mariscal” como justificativo, para no recoger los enseres de la guerra que le habían ordenado. A lo cual Bolívar le responde epistolarmente: “La grandeza del hombre está en ser útil”.
Ofrezco disculpas a los historiadores por cualquier inexactitud con la versión original, pero necesito traer el texto a colación con la finalidad de comparar la expresión, con la actuación de una noble mujer que estuvo al servicio de una Ciudad y su gente, sin invocar su titulo, ni sus dotes intelectuales.
Josefina González de Salazar, nació en la Ciudad de Porlamar desde allí vino a estas tierras donde, graduada de médico, ayuda a formar al resto de sus hermanos; entre los más cercanos, a Ovidio. El amor por la democracia la condujo a la arena política, inicialmente en las filas de AD, donde trabajó desde la clandestinidad, para luego irse con Prieto Figueroa al Movimiento Electoral del Pueblo (MEP); ejerció en paralelo las dos actividades: médico y político; una, con mayor éxito que la otra. Fue legisladora tanto en el Concejo Municipal como en la entonces Asamblea Legislativa, y desde allí hizo política de la buena, aportó su visión para la ejecución de grandes obras en Puerto la Cruz, tiempos en que esa Ciudad recibía los favores de sus gobernantes. Mujer adelantada para su época de talento fuerte y firme, pero a la vez bondadosa y dulce con propios y extraños.
Quedó tatuada en mi memoria su calidad humana, su casa de puertas abiertas, donde se servía a todo aquel que lo necesitaba. Una mesa grande llena de comida: ordenada y cuidadosamente clasificada por ella, al servicio de todos. Y con ese mismo sentido de servicio dignidad y gallardía salía al combate diario por la defensa, a dentelladas, de sus ideales. Estas cualidades fueron forjando un sentimiento de admiración y respeto en quienes la conocimos y en la comunidad en general.
Ya en sus últimos años, retirada de la política, se dedicó a conocer el mundo; pero con su corazón entregado de por vida a la izquierda, se erigió en portentosa defensora del proyecto revolucionario que encarna el Presidente Chávez (nadie es perfecto).
La política de esos tiempos era exigente el nivel académico, intelectual, humano y moral de esos hombres y mujeres que forjaron esta democracia. Se consustanciaban las dos cosas: la calidad académica y el trabajo de base, como lo llamaban.
Hay dos elementos importantes que diferencian a la dirigencia política de antes a la de ahora (sin excluirme): Actos cargados de valores morales, de rectitud, de ética ciudadana y de profesionalidad. No había improvisación, era la autenticidad de quienes se sabía competentes para dirigir con respeto a los demás.
Época en que se construyó el Paseo Colón, el Elevado, Avenida Municipal, Hotel Meliá, Terminal de Ferrys y de Pasajeros, obras que comenzaron el desarrollo de Puerto La Cruz como ciudad planificada, cuando el honorable Elpidio Silva era su Ingeniero Municipal.
¿Dónde quedaron esos valores? ¿En qué parte del camino se olvidaron? ¿Cómo fueron sustituidos por otros: “componenda”, “negociado”, “improvisación”, “deshonestidad”?
La sustitución de valores se colectivizó y la corrupción pasó a ser un “valor” y donde el que no era corrupto, “no sabía de política”, dando inicio a un chantaje colectivo: “sí: tu robas, yo también” y los políticos comenzaron a tener la obligación de darle dinero a sus seguidores, para lograr apoyo en la base; no lo hacían por ideales, sino por dinero.
Tarea pendiente de esta dirigencia política: “Urge rescatar esos valores morales y éticos en el ámbito político y devolvérselos a una ciudadanía que los reclama”.
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