Malas notas para las universidades latinoamericanas

«Olvídense de los petro-demagogos y de los
retro-populistas que gobiernan varios países
latinoamericanos: el principal obstáculo de la
región para competir en la economía global
será la baja calidad de sus universidades».

A. Oppenheimer

Acaban de salir los dos principales «rankings» -listados en orden de excelencia, (comillas y aclaratoria del autor de este espacio)- de las mejores universidades del mundo -el del Suplemento Educativo del London Times y el de la Universidad de Shanghai -y ambos le dan muy malas calificaciones a las universidades de América Latina.

La lista de «Las 200 mejores universidades del mundo, 2006» del Suplemento Educativo del London Times de Londres, que salió el viernes, está encabezada por la Universidad de Harvard, e incluye sólo una universidad latinoamericana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La Universidad de Sao Paulo, Brasil, que el año pasado estaba entre las mejores 200, ya no aparece en la lista este año.

«Para ser honesto, estoy sorprendido que no veamos más universidades latinoamericanas», me dijo Martin Ince, el director del ranking del London Times. «Parte de la razón es que un 40 por ciento de la calificación depende de la reputación que tienen las universidades en medios académicos, y no se ve mucha investigación saliendo de las universidades latinoamericanas».

Efectivamente, incluso la UNAM de México, que subió del lugar 95 el año pasado al 74 este año, obtiene la peor clasificación posible -cero- en trabajos de investigación aparecidos en publicaciones académicas internacionales. La UNAM «no produce mucho en materia de trabajos científicos de alto nivel. Es una universidad más dedicada a la enseñanza que a la investigación,» dice Ince.

El ranking de la Universidad de Shanghai, a su vez, también está encabezado por Harvard y otras universidades de Estados Unidos y Gran Bretaña, e incluye a sólo tres universidades de América Latina entre las 200 mejores del mundo.

La lista, que después de los primeros 100 puestos agrupa al resto en grupos de 50 universidades, coloca a la Universidad de Sao Paulo, de Brasil, en el grupo del 102-150, mientras la Universidad de Buenos Aires en Argentina y la UNAM son colocadas en la categoría de 151-200.

Ambos rankings dan poco para celebrar en América Latina. Las tres universidades latinoamericanas están muy por debajo de las universidades de China, (la Universidad de Beijing es la número 15 del mundo en la lista del London Times), Singapur, India, Corea del Sur y varios otros países.

¿Cómo se explica que China, con un ingreso per cápita de $1.943 al año, tiene 10 veces más universidades entre las mejores 200 del mundo del London Times que México, que tiene un ingreso per cápita de $7.593? ¿O que India, con un ingreso per cápita de sólo $769 al año, tiene tres universidades en el ranking, mientras que Brasil y Argentina – con un ingreso per cápita de más de $5.100 cada una -no tienen ni una?

No es una cuestión de cuánto dinero gastan los países en sus universidades, sino de cómo lo gastan, dicen los expertos. Mientras que en Estados Unidos, Europa y los países emergentes de Asia las universidades tienen grandes incentivos para mejorarse, en Latinoamérica están acostumbradas a recibir dinero de sus gobiernos sin tener que rendir cuentas.

«No hay duda de que América Latina se está quedando atrás en educación superior», dice Jeffrey Puryear, un experto en educación del Diálogo Inter-Americano en Washington D.C. «Parte del problema es que los gobiernos no exigen estándares más elevados de sus universidades. Tienen mucho poder político, y se resisten a ser evaluadas».

Asimismo, los gobiernos latinoamericanos dan la mayoría de los fondos para la educación superior a las universidades, en lugar de dárselo a los estudiantes. «Esto último les permitiría a los estudiantes escoger dónde quieren estudiar, e incentivaría la competencia entre las universidades por mejorar la calidad de la enseñanza» -comillas del autor de este espacio-, dice Puryear.

Finalmente, las grandes universidades públicas latinoamericanas, como la UNAM o la UBA, son gratuitas, lo que significa que la clase trabajadora está subsidiando a los estudiantes ricos con sus impuestos.

Un porcentaje significativo de graduados de estas universidades son estudiantes de clase media o clase media alta, que perfectamente podrían pagar sus estudios, como ocurre en China comunista, España y la mayoría de los países europeos. En China, los universitarios pudientes pagan la nada despreciable suma de $600 anuales, que son usados para becar a los estudiantes pobres.

Mi opinión: las universidades latinoamericanas tienen gente de muchísimo talento, y podrían ser infinitamente mejores. Pero para lograrlo tendrían que empezar por admitir que tienen que rendir cuentas a sus sociedades, y modernizarse. Hasta ahora, no lo han hecho, y por eso no aparecen -o aparecen tan abajo – entre las mejores del mundo.

De acuerdo con el autor de este espacio, en el caso de Venezuela, realmente, es así… y en un futuro cercano, como que será peor con eso de no tener que alcanzar en primaria los 10 puntos de la escala de calificación para ser promovido al año lectivo siguiente; entonces, pues… si ésta es la norma que impera en educación básica, no tardará en convertirse en el derecho adquirido para todos los demás escenarios educativos.

(*) El artículo trascrito anteriormente fue escrito por el acreditado columnista A. Oppenheimer en el «Nuevo Herald» de Miami y por considerarlo de mucha vigencia para la academia venezolana y a la cada vez más deteriorada calidad de los procesos de aprendizaje, el autor de este espacio ha considerado importante la reproducción del mismo para hacer un llamado a la reflexión a los planificadores educacionales venezolanos para que ejecuten los cambios que se requieran, para que en un futuro -no muy lejano- alguna universidad nacional pueda estar «rankeada» en esta acreditada lista.

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