Mi vieja patria nueva

CARLOS MACHADO ALLISON | EL UNIVERSAL – Hombres nuevos, patria nueva, nuevo ideal nacional, un Reich de mil años, treinta en el poder para ejecutar el progreso, cambios en los símbolos patrios, una nueva historia, una milicia, ruido de botas y cristales rotos. No sólo rompieron cristales como aquellos vándalos que todos recordamos, sino que de paso se llevaron por delante las carreteras, los puentes, la educación pública y un pedazo de la refinería de Amuay.

Donde sólo había becarios y turistas, ahora viven medio millón de compatriotas que han emigrado: investigadores, emprendedores, militares, periodistas y otros profesionales salieron del país para salvar integridad física o bienestar familiar.

A Colombia regresaron miles de antiguos inmigrantes que llegaron aquí en busca de una vida mejor, escapando de la violencia o de la pobreza. Ahora retornan porque en sus países de origen es más seguro vivir y obtener trabajo.

¿Pero de dónde sacaron ese slogan electoral? ¿Cuál patria nueva? La que tenemos, para bien o para mal es el resultado de una historia que no se puede cambiar a pesar de los esfuerzos del gobierno. Lo que sí han logrado cambiar, a punta de no invertir en nada en lo construido previamente, es la infraestructura y las instituciones públicas, pero el cambio no está animado por el progreso, sino por el odio y una visión autoritaria, centralista y medioeval del mundo. «Yo, el rey, dueño de tierras y almas, os concedo el privilegio de vivir, eso sí, siempre que hagáis mi voluntad». Ese sería el slogan electoral más honesto.

Me imagino cómo gozan al ver que se caen en pedazos el embaulamiento del Guaire, La Cabrera, los puentes de Barlovento, las industrias de Guayana, refinerías, carreteras, universidades y escuelas, obras desarrolladas, casi en su totalidad, durante los cuarenta años de democracia. Cómo deben odiar a los 60 mil kilómetros de carreteras y puentes, el sistema eléctrico nacional, en su época, los mejores de América Latina, así como a las represas y acueductos, sistemas de riego, campos cultivados, universidades autónomas y privadas, el seguro social, la red hospitalaria nacional y la elección directa de alcaldes y gobernadores. Pero quizás lo que más odian y desean eliminar en esa nueva patria, es la tolerancia, la libertad y el talento.

Sistemática destrucción, intolerancia y 20.000 asesinatos por año es el balance. Debemos suponer, ya que las nutrieron por 14 años, que esas son las bases de la nueva patria ¿cómo será cuando lo logren? No será como Cuba, Corea del Norte, Zimbabwe o Albania porque ni se repite la historia, ni se exportan los modelos de cada cultura. De lo que estoy seguro es que seis años más de lo mismo, harán que nuestra vieja patria, alguna vez atractiva para muchos seres humanos porque apuntaba a un futuro mejor, se seguirá hundiendo en las marismas de la historia.

Que nadie se quede sin votar por que esta patria nuestra, multicultural y ansiosa de progreso, con sus cinco siglos de historia, tiene recursos para que todos sus hijos vivan mejor.

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