MOS y la plenitud del crear

El DRAE lo define desde seis notables acepciones: la divina, la de comenzar a dar existencia, la de la producción artística, la de las designaciones elevadas, la de la representación constructiva de personajes mediante la actuación y finalmente, la que proviene de la imaginación, de la idea. Crear es todo eso al mismo tiempo y si ha tenido verdadera residencia terrenal ha sido a través de la vida de Miguel otero Silva, personaje del que se celebra en todo el país 100 años de su nacimiento. MOS, como también se le conoce, (como si esa trinidad de letras conjugasen un encantador sortilegio), recorrió esas acepciones de la palabra crear con júbilo y entrega, con devoción y desenfado, con profundo amor y picardía, con la curiosidad del sabio y la humildad del alfarero. Ningún aspecto de la creación intelectual le fue ajeno y todos los desempeñó con la brillantez del genio.

El que crea también deja obras, legados, frutos que siguen a su vez, como semillas esparcidas al tropical viento, dando nuevos frutos a su mundo mágico y eterno. Ese mundo, que se forma por la voluntad y talento del alma pródiga de bondad. En este sentido sus obras siguen creciendo y generando nuevos espacios, su vida fue bien provechosa y mereció en su caso un guiño del Creador mayor, ese al que quiso acercarse en su última novela. En un trozo de historia, que lo fue envolviendo y transformando a él mismo mientras salía hecha palabra como agua de los pozos de Samaria.

A la par de sus magníficos frutos, unos de ellos representado diariamente a través de las páginas de EL NACIONAL, Otero Silva fue un gran cultor de ese sentimiento material que llamamos amistad y bien que la prodigó con abundancia de alma y sabiduría.

Su paso por la vida lo recordaremos desde una especie de “ Aleph “, desde donde vemos a nuestra tierra y al mundo a través de los ojos de los bravíos estudiantes del 28, de los de Carmen Rosa, de los de Sebastián, de los presos que evocan a Honorio, de los tres Victorinos, de los del Príncipe de la Libertad y de los del divino y humano Rabí de Galilea.

Venezuela, sin duda fue afortunada por contar con un ser humano con la hechura y múltiples dimensiones de Miguel Otero Silva. Lo sigue siendo cien años después de su nacimiento, por contar con los hermosos y útiles frutos que pudo legarnos. En su caso se conjugaron magníficamente todas las acepciones del crear.

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