Negociar con los Grandes

Hoy en día no hay nadie -ni en el campo político ni en el ámbito académico- que postule, que es bueno para un país el aislarse o automarginarse de los circuitos del comercio internacional. En una u otra forma, todos los países reconocen que su bienestar y su desarrollo dependen de una inserción exitosa en los mercados internacionales contemporáneos. Sin embargo, se reconoce también que no toda forma de inserción en los mercados internacionales, es igualmente beneficiosa. Pareciera que lo mejor que se podría esperar en este campo, es poder vender productos que generen un buen nivel de renta -es decir, productos que tengan una ventaja tecnológica o una ventaja natural– en países grandes, de gran poder de consumo, y con elevadas tasas de crecimiento económico.

Los mercados grandes, desde el punto de vista geográfico, económico y demográfico eran, hasta hace unas pocas décadas atrás, fundamentalmente Estados Unidos, Europa y Japón. Hoy en día China es, sin lugar a dudas, un socio de pleno derecho de ese club de las Grandes Ligas. En los últimos 30 años, China ha venido creciendo a una tasa promedio interanual de 9,8%, lo cual constituye un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad. Incluso en el año recién pasado, cuando prácticamente todo el planeta cayó en recesión, China creció en un 8,7%. Eso le ha permitido a este país, convertirse en la primera potencia exportadora mundial, superando en ese campo a Alemania y a Estados Unidos

VENTAJAS DE MERCADO

Exportar mercancías a China implica, por lo tanto, vincularse a un mercado de gran crecimiento, de gran envergadura económica, y de gran dimensión demográfica. A lo anterior se agrega, que China es un país miembro de la Organización Mundial de Comercio, y que basa su comportamiento comercial en las normas y acuerdos establecidos en el ámbito de esa organización internacional, lo cual la convierte en un socio comercial predecible y alejado de la arbitrariedad. En materia comercial, las necesidades de China son básicamente abastecerse en forma segura y regular, de materias primas y alimentos, para sostener su acelerado crecimiento económico y alimentar una población que cuenta con cada vez mayores ingresos y que busca acceder a mayores y más sofisticados niveles de consumo.

Exportar materias primas y alimentos era considerado, hace décadas atrás, como una forma maligna de insertarse en los circuitos comerciales internacionales. Se suponía que sólo la manufactura era portadora de progreso técnico y de riqueza, y que el camino hacia el desarrollo pasaba necesariamente por la industria manufacturera. Hoy en día esa idea está bastante relativizada, por decir lo menos.

Lo importante no parece ser el tipo de producto que se exporta -agrícola, minero o industrial- sino el tipo de ventaja comparativa, de la cual esa mercancía es portadora. Productos agrícolas o mineros pueden ser portadores de tecnología de punta y/o de grandes ventajas dadas por la naturaleza, y su producción y exportación pueden generar elevadas rentas y ganancias para los países donde esa producción tiene lugar. Esa es la experiencia reciente de varios países de nuestra América, como Brasil, Argentina y Chile. Productos manufacturados de atrasada tecnología, en cambio, pueden ser un absoluto fracaso como fuente de ingresos elevados y para cualquier país. También es de importancia, el mercado en el cual se venden esas mercancías: vender en mercados grandes, ricos y en crecimiento, es indudablemente más ventajoso que vender en mercados chicos, pobres y/o estancados.

OPORTUNIDAD SIN EXPLOTAR

Vender en el mercado chino parece, por lo tanto, una opción ventajosa para los países latinoamericanos, y varios ya lo han comprendido así claramente. Chile y Perú, incluso, han firmado Tratados de Libre Comercio con la nación asiática. El primero de ellos, canaliza hacia ese país el 23,2% de sus exportaciones, mientras que el segundo vende en China el 15,4% de sus ventas en el exterior. Brasil, a su vez, canaliza hacia China el 13.2 % de sus exportaciones. Dada la estructura del comercio exterior de estos países, pareciera deducirse de estas cifras, que no es el petróleo el principal interés que China tiene en su comercio con esta región.

Hacia Estados Unidos, los tres países latinoamericanos mencionados canalizan sólo el 16,5%, el 16,3% y el 10,2% de sus exportaciones, respectivamente. Venezuela, en cambio, una vez más, es una excepción en el ámbito regional. Aun cuando la diplomacia venezolana se ufana de sus excelentes relaciones con China, la verdad en el plano económico es que sólo se le vende a ese país el 2,9 % del total de las exportaciones venezolanas, mientras que hacia Estados Unidos, país con el cual se hace menos alarde de las buenas relaciones económicas existentes, se canaliza el 48,8% de las ventas externas del país.

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