Neuromarketing

Como consecuencia de la evolución de la sociedad, los métodos para convencer a los clientes también lo han hecho. Ahora las decisiones de consumo se definen secuencialmente y no en un momento concreto, lo que evidencia que dominar el preconvencimiento no representa ya una garantía de compra.

Es que en estos momentos cuando las diferencias competitivas se establecen en el mundo de las emociones, en la atmósfera de los gustos y las expectativas particulares de los consumidores, en una sociedad impersonal, pide más confianza en las marcas, en sus valores sociales y en la emocionalidad y representación de sus ambientes.

Actualmente existe una nueva manera de comunicarse comercialmente hablando, es a través de la neurocomunicación. Su concepto se basa en que son las percepciones y los sentidos los que activan y definen el proceso de consumo.

La neurocomunicación surge como producto de la aproximación de las neurociencias y el marketing. Esta nueva disciplina incorpora los conocimientos de los procesos cerebrales que habilitan para mejorar la eficiencia de las acciones que determinan el convencimiento y la toma de decisiones en las conductas de compra.

Su base se sustenta en el conocimiento de que las emociones son el resultado de un estado de anímico que, aunque pueda ser provocado por influencias internas, suele responder a unas experiencias externas. Es a consecuencias de complejas combinaciones fisiológicas, psicológicas y culturales, que se manifiestan como soluciones orgánicas a necesidades concretas y motivaciones de ajuste hacia los entornos.

Es por esto, que la neurocomunicación se fundamenta en actos, acciones y emociones que representan una proporción de valor que, integrando a su vez elementos emotivos y racionales, sepa gestionar una experiencia integral hacia su público.

Para entenderlo mejor solo hay que preguntarse que sensaciones hacen que compremos en una tienda y en otra no, que escojamos un restaurant, o que en los momentos de ocio realicemos ciertas actividades. Todo responde a una incesante, pero inconsciente, búsqueda de satisfacción a través de las experiencias que recibimos, más que a una pura y escueta racionalización de las conductas.

Si se pudiera observar la estructura de una experiencia, se comprobaría que se componen de un complejo conjunto de pistas sensoriales interconectadas a momentos que equivalen a un crepúsculo de sensaciones que representan una experiencia satisfactoria.

La neurocomunicación se basa en saber activar esas redes o circuitos.